El Banco Central de Venezuela (BCV) informó este 1º de mayo que el Producto Interno Bruto (PIB) del país creció 9,32% en el primer trimestre de 2025, cifra que supera ligeramente el crecimiento del mismo periodo en 2024 (9,13%).
De esta manera continúa el crecimiento económico de los últimos 16 trimestres consecutivos, lo que consolida un proceso que inició en medio de condiciones internas y geopolíticas adversas, marcadas por la continuidad del bloqueo y las sanciones ilegales de Estados Unidos.
Además, el presidente Nicolás Maduro había anunciado el pasado 30 de abril un aumento del ingreso mínimo integral a 160 dólares.
Son datos económicos interrelacionados en lo correspondiente a un contexto de desafíos para Venezuela, donde se está poniendo a prueba la adaptación de los principales agentes económicos del país de cara al escenario postlicencias, pero respaldada por los planes gubernamentales enmarcados en los 13 Motores Económicos.
La anunciada expiración de las licencias otorgadas por el Departamento del Tesoro estadounidense a empresas extranjeras que operan con activos venezolanos, que culminan a finales de mayo, generó un cambio significativo en la estrategia de muchos actores económicos internacionales y nacionales, lo cual parece haber tenido efectos coyunturales visibles en el primer trimestre de 2025.
El impulso petrolero y minero: preparación ante la incertidumbre
Según el BCV, el sector que más contribuyó al crecimiento fue el petróleo, con un aumento de 18,23%, seguido por la minería, con 13,46%. Ambos sectores responden a dinámicas distintas, pero interconectadas, dentro del contexto económico frente al bloqueo.
El repunte de las cifras referidas al sector petrolero puede explicarse en gran medida por un aumento de las inversiones y el flujo de capital hacia proyectos claves, especialmente aquellos relacionados con los crudos pesados —en su mayoría ubicados en la Faja Petrolífera del Orinoco "Hugo Chávez"—, altamente valorados en los mercados internacionales, especialmente en el cinturón refinador estadounidense del golfo de México.
Ante el pronto endurecimiento de las sanciones y la clausura de la ventana de las licencias, algunos socios internacionales parecen haber acelerado decisiones de inversión con el objetivo de asegurar presencia o retorno en el mercado venezolano antes de que nuevas restricciones limiten sus operaciones.
Este comportamiento refleja una estrategia definida por el contexto: preparar infraestructura, asegurar producción y establecer cadenas de suministro alternativas o mercados alternos, para anticiparse a eventuales cambios regulatorios que podrían afectar el comercio energético global, teniendo en cuenta la ofensiva arancelaria del gobierno de Trump.
Por otro lado, el fuerte crecimiento del sector minero revela una apuesta clara del Estado por diversificar las fuentes de ingreso por exportaciones.
Los nuevos contratos estatales, el recibimiento de inversiones y la autorización de actividades recientes indican un intento por ampliar la base productiva y captar nuevos flujos de capital nacional e internacional interesados en metales estratégicos como el oro y el coltán.
Precisamente, el aumento de las capacidades exportadoras del Estado ha permitido incrementar el ingreso mínimo integral, tal como fue anunciado por el presidente Maduro. Recordemos que históricamente en Venezuela los ingresos por exportaciones repercuten directamente en las finanzas de las familias y de la clase trabajadora en su conjunto.
Pero estas actividades no son independientes del entorno sancionatorio. Muchas de ellas ahora estarán circunscritas a los mecanismos evasivos de las sanciones y las medidas coercitivas de Washington. El uso de intermediarios en terceros países o estructuras corporativas complejas que permiten sortear parcialmente las barreras financieras y comerciales globales es una característica de las repercusiones en cuanto a las exportaciones de los productos venezolanos.
Asimismo, la colocación de los productos de hidrocarburos en los mercados internacionales con descuentos, lo que impactará en los ingresos nacionales.
En cuanto a los bienes y servicios, se mantuvo la continuidad respecto al trimestre anterior, sin grandes fluctuaciones. Esto sugiere que, aunque el motor principal sigue siendo el sector energético, la economía interna comienza a mostrar signos de estabilización, con el mantenimiento de los niveles mínimos de consumo y actividad comercial en sectores urbanos cruciales.
Aunque todo ello representa logros importantes en términos de resiliencia, también plantea riesgos de vulnerabilidad para la economía venezolana en el futuro.
Vulnerabilidad postlicencias
El buen desempeño del primer trimestre de 2025 parece ser un período excepcional, impulsado en gran parte por movimientos tácticos de corto plazo.
El escenario postlicencia sugiere que en los próximos trimestres podría registrarse una desaceleración moderada del ritmo de crecimiento, aunque sin caer en recesión ni retroceso absoluto.
Esta posible desaceleración dependerá fundamentalmente de dos factores:
- Impacto real del fin de las licencias. Si bien algunas empresas lograron adaptarse al contexto sancionatorio, con las licencias del Tesoro estadounidense proveyendo una ventana de oxigenación económica, financiera y comercial, una mayor vigilancia o endurecimiento de las medidas de Washington podría limitar el acceso a tecnología, financiamiento y mercados de destino, particularmente en el sector petrolero.
- Recambio de la dinámica exportadora. La capacidad de Venezuela para mantener o incluso aumentar sus exportaciones dependerá cada vez más de su habilidad para desarrollar mecanismos propios de comercio exterior, incluidos acuerdos y asociaciones con países del Sur Global y de Oriente, sistemas de pago autónomos y una red logística menos dependiente del sistema occidental.
En el marco de este recambio, importantes son las asociaciones estratégicas con tres pilares del mundo multipolar emergente: China, Rusia e Irán, países que han jugado un papel fundamental en la resistencia económica de Venezuela, en tanto socios comerciales y también como proveedores de tecnología, financiamiento alternativo, insumos estratégicos y respaldo diplomático.
Los cambios en el orden internacional han provocado que el país se inserte de manera cada vez más creciente en una nueva arquitectura geopolítica global, donde China se ha convertido en un estratégico socio comercial y financiero en la reconstrucción productiva de Venezuela. La reciente visita de la vicepresidenta ejecutiva y ministra de Hidrocarburos, Delcy Rodríguez, a Beijing y Shanghái confirma que las relaciones sino-venezolanas se enfocan en los espectros económico y comercial, con un aumento en el interés tecnológico y de innovación aplicados a dichos sectores.
Rusia sigue siendo un aliado geopolítico de suma importancia y un socio estratégico en las áreas de defensa y energía, incluso jugando a cuadro cerrado en el marco de la OPEP+. Además, Moscú ha apoyado en el diseño de estrategias para evadir sanciones mediante mecanismos alternativos tanto en lo financiero como en lo comercial.
Por último, Irán es un socio crucial, especialmente en momentos de restricciones severas al comercio internacional. Las dos naciones, ambas bajo sanciones económicas similares, han desarrollado un vínculo que ha permitido a Venezuela acceder a repuestos industriales e impulsar sus capacidades técnicas autóctonas, especialmente en materia de refinación, telecomunicaciones y ciberseguridad, que han reforzado la autonomía tecnológica del país, crucial sobre todo en el sector de los hidrocarburos venezolanos.
El crecimiento del PIB en el primer trimestre de 2025 debe leerse como una manifestación de la capacidad de adaptación de la economía venezolana a un entorno hostil. Mientras persiste el bloqueo estadounidense, el Estado y los principales agentes económicos del país han demostrado una notable habilidad para aprovechar los márgenes disponibles dentro del sistema global para mantener el pulso económico de manera activa.
Sin embargo, el reto más grande sigue siendo estructural: convertir este impulso coyuntural en un modelo económico sostenible, con vocación productiva en diversos sectores y no solo dentro de la extractiva, articulado con la producción interna, la innovación tecnológica —que ha dado algunos frutos importantes en la industria de los hidrocarburos— y el sostén institucional. Son líneas fundamentales ya concebidas por el plan económico del presidente Maduro, dentro de los 13 Motores, con fines de transformación profunda del modelo económico nacional, que supera progresivamente la influencia de la renta petrolera en el desempeño del mismo.
La economía venezolana ha dado muestras de resistencia, pero aun está en proceso de transformación y, por lo tanto, sigue teniendo signos de vulnerabilidad, en particular en el eventual escenario postlicencias. Ante las turbulencias globales por las medidas económicas y comerciales de Trump y la volatilidad geopolítica, la clave será seguir construyendo un marco de crecimiento con el cuidado necesario para continuar los proyectos de diversificación productiva.