Jue. 20 Noviembre 2025 Actualizado 2:58 pm

jeb bush rubio

Jeb Bush y Marco Rubio en un acto republicano (Foto: Joe Raedle / Getty Images)
Engendro de facciones facinerosas en EE.UU.

Bush y Rubio mecen la cuna política de María Corina Machado

El reciente anuncio del Premio Nobel de la Paz otorgado a María Corina Machado constituye un movimiento político que desnaturaliza y reduce al galardón en un instrumento absurdo de legitimación geopolítica para actores alineados con intereses intervencionistas de Estados Unidos.

La deslegitimación del premio proviene del hecho de que la candidatura de Machado fue impulsada directamente por el entonces senador cubano-estadounidense Marco Rubio, mediante la carta que dirigió al Comité Noruego en 2024.

Esta promoción no es fortuita. Se inscribe en una relación orgánica de más de una década, en la que Machado ha operado consistentemente como pieza útil dentro del entramado político que Rubio articula desde Washington.

Dicho entramado no sólo responde a la lógica ideológica de los sectores más extremistas o conservadores del Partido Republicano, sino también a una poderosa estructura de presión compuesta por think tanks conservadores, contratistas federales, operadores de inteligencia retirados y, especialmente, los grupos corporativos del lobby petrolero, que han apostado por un modelo de cambio político en Venezuela subordinado a sus propios cálculos corporativos y geoestratégicos.

En ese marco, María Corina Machado ha funcionado como vocera externa y operadora política de esta facción político-financiera, alineándose sin matices con las agendas de presión, sanciones ilegales y tutela extranjera promovidas por Rubio y su séquito.

Operadora de la transnacional petrolera

El entramado de intereses que impulsa a María Corina Machado no nace en Venezuela.

Su sostén político principal proviene del linaje Bush-Rubio y del complejo petrolero texano asociado históricamente a ExxonMobil, al American Petroleum Institute y a los conglomerados energéticos.

La relación orgánica que Machado mantiene con Marco Rubio, uno de los principales herederos políticos de esta estructura, la inserta de manera directa en ese sistema de lobby corporativo, que ha utilizado las tensiones con Venezuela como plataforma geoestratégica para reposicionar el poder petrolero estadounidense en el Caribe.

El apoyo de Rubio a Machado debe leerse como la continuidad lógica de un proyecto político que parte del capital Bush, se alimenta del financiamiento texano y se orienta hacia la expansión de los intereses energéticos de ExxonMobil.

Rubio fue moldeado por Jeb Bush, apadrinado por los donantes petroleros de Texas y convertido en operador clave de la política de sanciones contra PDVSA.

Ese mismo aparato, que incluye a contratistas, fundaciones neoconservadoras y redes financieras vinculadas al Golfo de México, es el que respalda la consagración de Machado como figura "democrática".

En consecuencia, los planes económicos que Machado ha promovido son la traducción directa de esa matriz ideológica y corporativa.

Su insistencia en privatizar la industria petrolera, fragmentar PDVSA, abrir el mercado energético venezolano bajo criterios de libre operación extranjera y "competencia" y entregar áreas estratégicas a consorcios internacionales coincide exactamente con el diseño que ExxonMobil y sus operadores han impulsado para Venezuela desde tiempo inmemoriales.

En definitiva, se trata de la agenda histórica del ecosistema petrolero texano para redibujar la estructura energética venezolana a su conveniencia.

Así, la visión petrolera de Machado responde al mismo principio que guía a Rubio: desmantelar el control estatal del petróleo venezolano y sustituirlo por un modelo orientado a maximizar la presencia de corporaciones estadounidenses, especialmente aquellas con las que la familia Bush y el entorno de Rubio han mantenido vínculos directos.

Y todo esto quedó plasmado en 2005, cuando María Corina se reunió en la Casa Blanca con el entonces presidente George W. Bush, en un encuentro que simbolizó su ingreso formal en las redes de poder que orbitan alrededor de esa familia Bush.

machado bush jr

El presidente George W. Bush recibió en 2005 en el Despacho Oval a María Corina Machado (Foto: Casa Blanca)

Aquella reunión fue la certificación de que Machado forma parte del circuito político-empresarial que desde Washington ha promovido la intervención, el desmantelamiento de PDVSA y la recolonización energética del país.

Ella es la figura funcional a las necesidades estratégicas de esa red, actuando de manera equivalente a una operadora, o, en términos más crudos, un puppet político, cuya narrativa, propuestas y acciones se alinean sistemáticamente con los intereses de la clase política y corporativa vinculada al eje Bush-Rubio-ExxonMobil.

Think Tanks: plataformas extremistas

La proyección de Machado no es espontánea ni producto de un reconocimiento independiente.

Sus apariciones en foros estadounidenses forman parte de una arquitectura cuidadosamente diseñada por la facción político-intelectual más extrema de Washington, cuyos think tanks, medios, legisladores y operadores le han brindado espacios que ninguna figura extranjera obtendría sin un padrinazgo político directo.

Para aparecer en estos circuitos, cerrados, competitivos y profundamente ideologizados, se requiere un "puente" interno, y ese puente ha sido precisamente el eje Bush-Rubio y las redes de lobby petrolero y neoconservador asociadas a él.

La entrada de Machado en esta constelación quedó tempranamente marcada por sus vínculos con programas de liderazgo estadounidenses como Young Global Leaders (2005 y 2011) y Yale World Fellows (2009), ambos financiados por instituciones y fundaciones que operan como especies de semilleros del pensamiento pro-estadounidense.

Y ni hablar de su estrecho nexo con la National Endowment for Democracy (NED).

Desde ese momento, su trayectoria comenzó a alinearse con los intereses de los centros de poder que moldean las doctrinas de cambio de régimen y las estrategias de presión económica contra países.

A lo largo de la última década, esa red ha sido consistente en brindarle visibilidad:

  • En 2014, fue inscrita por otro país como enviada alterna ante la OEA y participó en un evento conjunto del Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales (CSIS) y el Atlantic Council, justo en el contexto de su intervención en el Consejo Permanente.
  • En junio de 2023, regresó al CSIS para disertar sobre las primarias opositoras, un espacio reservado típicamente para figuras estadounidenses vinculadas al aparato de seguridad nacional.
  • En febrero de 2024, fue presentada en el Atlantic Council, otro bastión del pensamiento intervencionista, para analizar el escenario electoral venezolano. El panel fue impulsado por directores con vínculos estrechos con el Departamento de Estado y con financiadores del sector energético.
  • En octubre de 2024, participó en un panel del Instituto de las Américas de Georgetown, dedicado a la "democratización de Venezuela", donde compartió escena con académicos vinculados al establishment neoconservador.
  • Incluso llegó a plataformas abiertamente alineadas con el trumpismo extremo: el 26 de febrero de 2025, apareció en Triggered, el programa de Donald Trump Jr.

Estas apariciones se traducen en una estrategia política coordinada. Machado ha sido cuidadosamente ubicada dentro del circuito de think tanks y medios estadounidenses más agresivos en materia de intervención regional que operan como nodos de legitimación para figuras que cumplen una función geopolítica útil.

Su destacado prontuario con la NED

Su currículo está marcado desde sus inicios por su articulación con la National Endowment for Democracy (NED), uno de los pilares centrales del soft power estadounidense.

Su organización, Súmate, surgió a comienzos de los años 2000 precisamente en el momento en que Washington ampliaba su política de intervención "no convencional" en América Latina y buscaba nuevos operadores locales para viabilizar su agenda de cambio de régimen en Venezuela.

La propia Súmate reconoció en su informe de 2004 haber recibido financiamiento directo de la NED, institución presidida entonces por Carl Gershman, un cuadro estrechamente vinculado a los núcleos neoconservadores de la administración George W. Bush. Bajo su liderazgo, y con el influyente cabildero Vin Weber al frente del Consejo de Administración, la NED incrementó su presupuesto para Venezuela, cuadruplicando los fondos asignados antes y después del golpe de Estado de abril de 2002.

Para la NED, Machado representaba lo que Gershman calificaba como una "aliada natural de Estados Unidos".

En este marco, Súmate fue diseñada como una plataforma paralela al Consejo Nacional Electoral, con apoyo logístico y financiero de los promotores de la NED.

La cooperación entre Machado y el aparato de política exterior estadounidense no se limitaba a lo financiero.

Un cable diplomático filtrado por WikiLeaks reveló el nivel de interlocución directa que mantenía con la Embajada de Estados Unidos en Caracas. En dicho documento, clasificado como "confidencial", Machado y Alejandro Plaz acudieron al embajador William Brownfield en busca de orientación estratégica ante posibles acciones judiciales en su contra.

Debe decirse que ese mismo embajador, William Brownfield, es el conocido por llamar a "acelerar el colapso de PDVSA" como parte de la presión contra Venezuela.

Según el cable, Machado consultó al embajador si era preferible para su causa aceptar la cárcel, esconderse o solicitar asilo, a lo que el diplomático estadounidense respondió evaluando incluso el "valor político" que tendría su encarcelamiento.

El texto detalla cómo la embajada recomendó a Machado activar redes internacionales específicas: Amnistía Internacional, el Congreso de Estados Unidos, Moisés Naím e incluso representantes de la firma de lobby Patton Boggs, contratada por el propio gobierno venezolano en Washington.

El documento también registra la disposición del embajador de Canadá a facilitar estatus de refugiada para Machado y su entorno familiar.

En suma, María Corina Machado no es una dirigente política surgida de las dinámicas venezolanas, sino el engendro cuidadosamente construido por la facción extremista, conservadora y corporativa de Estados Unidos.

Su carrera es el resultado de ese sistema de poder: financiada por la NED, promovida por los Bush y Rubio, respaldada por el lobby petrolero texano y legitimada por los think tanks de ese sistema.

Machado encarna aquel viejo proyecto de convertir nuevamente a Venezuela en un protectorado.

— Somos un grupo de investigadores independientes dedicados a analizar el proceso de guerra contra Venezuela y sus implicaciones globales. Desde el principio nuestro contenido ha sido de libre uso. Dependemos de donaciones y colaboraciones para sostener este proyecto, si deseas contribuir con Misión Verdad puedes hacerlo aquí<