Jue. 08 Mayo 2025 Actualizado 5:56 pm

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El presidente ruso Vladímir Putin estrecha la mano del presidente venezolano Nicolás Maduro tras la firma de un tratado estratégico bilateral en el Kremlin en Moscú, Rusia, el 7 de mayo de 2025 (Foto: Alexander Zemlianichenko / EFE)
Breve revisión de los principales puntos

Analizando el Acuerdo de Asociación Estratégica entre Rusia y Venezuela

El presidente Nicolás Maduro arribó a Moscú en la madrugada del 7 de mayo para participar en la conmemoración del 80 aniversario de la Victoria de la Gran Guerra Patria, un hito histórico celebrado en Rusia y en otros países exsoviéticos que cuenta con vigencia actual, en un momento de lucha contra el fascismo y el neofascismo en distintos frentes globales.

Dicho contexto ha sido propicio para que el primer mandatario nacional tuviera una reunión bilateral con su homólogo Vladímir Putin el mismo día, cuya conclusión se materializó en la firma de un Acuerdo de Cooperación y Asociación Estratégica, en el marco de los 80 años de la instauración de las relaciones entre Caracas y Moscú.

Este tratado refuerza los vínculos históricos entre ambas naciones, pero también establece un marco multidimensional para la cooperación política, energética, económica, militar, tecnológica y cultural.

En un contexto internacional marcado por el auge de la multipolaridad y las tensiones geopolíticas, Rusia y Venezuela buscan consolidar una alianza estratégica orientada a contrarrestar las presiones externas y promover una visión alternativa del orden mundial.

Defensa, energía, comercio y finanzas

El acuerdo, que tiene una vigencia inicial de diez años con renovación automática por períodos de cinco, contempla la profundización de la coordinación en múltiples frentes. Entre ellos destaca la cooperación en defensa, con énfasis en el fortalecimiento de capacidades técnico-militares para garantizar la seguridad nacional de ambos Estados.

Los dos países se comprometieron a colaborar estrechamente en la lucha contra el terrorismo internacional y el extremismo. Es importante recordar que la desnazificación fue uno de los objetivos centrales de la Operación Militar Especial en Ucrania a favor del pueblo del Dombás, que estaba siendo objetivo de genocidio por el gobierno proestadounidense de Kiev.

Asimismo, se comprometen a trabajar conjuntamente en cuestiones de control de armamentos y en la prevención de conflictos espaciales, reafirmando su postura común contra la militarización del espacio (así manifestado por Washington) y en favor de su uso exclusivamente pacífico.

Esto incluye el despliegue de una estación del sistema ruso de navegación por satélite GLONASS en Venezuela.

En el ámbito energético —uno de los pilares fundamentales de la relación bilateral—, Moscú y Caracas acordaron impulsar la exploración y explotación conjunta de nuevos yacimientos de petróleo y gas natural, lo cual resulta crucial para Venezuela, en un contexto donde las sanciones criminales de Estados Unidos aprietan al sector hidrocarburífero.

Este punto adquiere mayor relevancia si se considera que, en 2024, el comercio bilateral creció un 64%, alcanzando los 200 millones de dólares, según datos oficiales rusos.

La colaboración estratégica puede traducirse en tecnología rusa aplicada a la infraestructura venezolana, así como en nuevas vías de financiamiento y comercialización para los productos energéticos venezolanos.

Lo que también incluye aspectos financieros trascendentales contenidos en el acuerdo: el impulso a una infraestructura financiera independiente que permita sortear las sanciones ilegales impuestas principalmente por Estados Unidos y sus socios occidentales.

Es posible que se trate de una iniciativa que busca crear mecanismos bilaterales de pago y crédito utilizando monedas nacionales, quizás respaldadas por activos tangibles como metales y recursos estratégicos (posiblemente petróleo), tal como lo han propuesto expertos rusos en foros euroasiáticos y otros actores globales. De esta manera, se reduciría la dependencia del dólar estadounidense y del sistema bancario global dominado por EE.UU., que determinan los flujos financieros a escala internacional.

Entre la geopolítica y la verdad histórica

Ambos países han mostrado su voluntad de respetar y ampliar los establecimientos formales de los foros multilaterales. De hecho, Rusia ha expresado su apoyo a la incorporación de Venezuela como miembro pleno de los Brics, un bloque emergente que representa una alternativa al liderazgo económico y político tradicional de Estados Unidos.

También se opusieron a las sanciones unilaterales, que violan la Carta de la ONU y otros principios del derecho internacional. En este marco, el presidente Maduro ha llamado en varias oportunidades a la reforma del sistema de Naciones Unidas, ya que —señala— es una plataforma que se encuentra en crisis, poniendo el genocidio israelí en Gaza como un ejemplo de ello.

El tratado afirma, además, que se comprometieron a impulsar iniciativas conjuntas dentro de organizaciones con gran aliciente en las dinámicas geoeconómicas internacionales como la OPEP+ y el Foro de Países Exportadores de Gas, lo que fortalecería su influencia en los mercados globales de energía.

También reviste importancia la dimensión ideológica y comunicacional del acuerdo. Putin y Maduro coincidieron en la necesidad de combatir la desinformación y la propaganda negativa, dirigida por el extremismo occidental, dirigida hacia sus países y Estados.

En la misma senda, rechazaron de forma explícita la glorificación del nazismo y la manipulación de la historia, especialmente en lo referente a los resultados de la Segunda Guerra Mundial, subrayando su compromiso con la memoria histórica y la verdad objetiva. La conmemoración de los 80 años de la conclusión victoriosa de la Gran Guerra Patria es un escenario ideal para reafirmarlo.

Finalmente, el tratado incluye componentes culturales y sociales, como el fortalecimiento de los lazos educativos, científicos y deportivos. Específicamente, ambas partes convinieron en contrarrestar cualquier intento de dividir el movimiento olímpico internacional, en clara alusión a las exclusiones selectivas de atletas rusos y bielorrusos en competencias internacionales tras el inicio de la operación militar especial en Ucrania.

En síntesis, el Acuerdo de Asociación Estratégica y Cooperación entre Rusia y Venezuela representa un hito significativo en la consolidación de una alianza integral que trasciende lo diplomático formal.

Hablamos de un instrumento que busca asegurar la soberanía de dos actores fundamentales en la dinámica de sus respectivas regiones, así como en la geopolítica mundial. En ese sentido, proyecta como objetivo construir una alternativa ante las presiones externas y una visión común de mundo basada en el respeto mutuo, la cooperación estratégica y la multipolaridad.

Para Venezuela, este acuerdo puede convertirse en una herramienta fundamental para la transformación económica, de acuerdo con los planes del gobierno del presidente Nicolás Maduro, así como sirve de impulso a su inserción en nuevas dinámicas geopolíticas. Mientras que para Rusia, supone un refuerzo de su presencia en América Latina, región donde mantiene una relación privilegiada con varios actores, pero pocas alianzas institucionalizadas de tal magnitud.

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