Sádicos. Inmorales. El vocabulario no alcanza para señalar a quienes pueden mirar inmutables —¿o complacidos?— cómo muere, lentamente, de hambre un bebé. En la Franja de Gaza, oficialmente —y seguro que la cifra está muy achicada—, se asegura que más de 900 bebés palestinos menores de un año han fallecido y que existe el riesgo de que otros 14 mil mueran en las próximas horas si Israel no deja entrar camiones con ayuda humanitaria.
Quienes justifican el genocidio hablan de "represalia" del gobierno israelí de Benjamin Netanyahu por el ataque y toma de rehenes que realizó la organización armada palestina Hamas el 7 de octubre de 2023. Pero ya está claro que las masivas y constantes matanzas de mujeres, hombres y niños palestinos, la destrucción total de hospitales y escuelas, el bloqueo a la entrada de alimentos, vacunas y agua potable son mucho más que eso.
También, la violación imprevista del acuerdo de alto al fuego —pactado en enero por Israel y Hamas— el pasado 18 de marzo por parte del ejército israelí, que dejó al menos 400 muertos y casi mil heridos, es mucho más que una "represalia". Peor aun, la falta de condena efectiva a escala global a lo que puede tipificarse como crímenes de guerra y violaciones graves del derecho internacional es un indicador de que Israel no está solo y que el objetivo trasciende la Franja de Gaza.
Ante el declive irreversible del unipolarismo y en pleno reformateo del orden internacional, Israel es —como ha sido en el pasado— una herramienta de Occidente para la fragmentación y reorganización de Asia Occidental. Así deben analizarse los bombardeos en Líbano y en el sur de Siria, o el constante asedio contra Irán. Así debe entenderse el sostén financiero armamentístico y mediático de Occidente a Israel. Así deben leerse las artimañas jurídicas de "derecho a la defensa" o "respuesta proporcional".
Cómo terminar con el genocidio
El pasado miércoles 21 de mayo una delegación diplomática de 24 naciones fue corrida a balazos por el ejército israelí en Yenín, Cisjordania. En el año 2006 viví una experiencia similar. Visitábamos Hebrón junto con el entonces embajador argentino en Tel Aviv, Atilio Molteni; un alto funcionario de la embajada de Francia; una corresponsal del diario francés Le Croix y yo como enviada especial del diario Clarín, todos con nuestras correspondientes credenciales y autorizaciones del gobierno israelí.
Apenas nos acercamos, una decena de jóvenes colonos israelíes muy violentos nos prepotearon y, con amenazas, nos dijeron que nos fuéramos de allí —¡Hebrón es territorio palestino en Cisjordania!— porque no éramos bienvenidos. Detrás de ellos, otra decena de soldados israelíes muy fuertemente armados daba un marco todavía más violento a esas palabras.
Este relato es solo para probar que los hechos de esta semana en Yenín contra la visita oficial de diplomáticos del Reino Unido, Canadá, Francia, China, Rusia y la Unión Europea no son nuevos. Por el contrario, son más frecuentes de lo que la prensa informa. Afortunadamente, lo de Yenín trascendió y produjo cierta reacción. China, que desde hace meses exige una salida pacífica para Gaza, reclamó de inmediato una investigación.
Reaccionaron también el Reino Unido —el martes suspendió las negociaciones comerciales con Israel— y el nuevo papa León XIV, quien reiteró su "llamamiento para que se permita la entrada de digna ayuda humanitaria y se ponga fin a las hostilidades, cuyo precio desgarrador lo pagan los niños, los ancianos y los enfermos".
El analista internacional Bruno Altman, fundador del portal Opera mundi con sede en San Pablo, Brasil, compara las reacciones en torno al genocidio en Gaza con lo que pasó con el régimen de apartheid en Sudáfrica en el siglo pasado.
"Cuando queda expuesta y sale a la luz la violencia, empieza el cambio en la opinión pública internacional. En el caso de Sudáfrica, primero fueron los movimientos de presión y finalmente empezaron las medidas de boicot contra el apartheid. Esto lo fue debilitando hasta terminarlo".
"En relación con Gaza —continúa Altman—, creo que estamos en una transición. Varios países están sacando declaraciones duras contra el régimen sionista pero, por ahora, sin ninguna acción concreta. Eso no es suficiente. Hay que obligar al régimen sionista a parar el genocidio porque por propia voluntad no lo va a hacer. Eso se logra con medidas concretas: boicot absoluto, sanciones, ruptura de relaciones diplomáticas y comerciales, no venderle armamentos, etcétera".
"El presidente Benjamin Netanyahu trata de avanzar lo más rápido posible en su proyecto de colonización sionista y por eso multiplica la acción genocida contra Gaza", afirma Altman. "El genocidio no es solo un objetivo, es una herramienta, es un arma de presión para la limpieza étnica, es un mensaje permanente a los palestinos: 'o se van para algún lugar fuera de aquí, aunque sea al mar, o los matamos a todos'".
La diáspora en Estados Unidos
La semana pasada, durante su visita a Arabia Saudita, Catar y Emiratos Árabes Unidos, el presidente estadounidense Donald Trump hizo una débil modificación en su discurso sobre Gaza. No es de extrañar porque el magnate suele contradecirse sin ruborizarse. "Debemos encargarnos de eso. Mucha gente está muriendo de hambre... Están pasando muchas cosas malas", dijo Trump en un foro empresarial en Abu Dabi, en relación con el genocidio contra los palestinos. ¿Hay un cambio real en el plan de Trump en relación con Gaza?
"Trump tiene una posición errática, pendular", opina Altman. "Necesita tener buenas relaciones con sus aliados estratégicos árabes de Oriente Medio, sobre todo porque se han acercado a China y a los Brics. El tema palestino provoca mucha presión en el interior de los países árabes. Pero, por otro lado, Trump hace gestos de apoyo incondicional a Israel dirigido al lobby sionista de EE.UU.".
"El líder de la Casa Blanca va desde la construcción de un megahotel de lujo luego de echar a los palestinos de Gaza hasta promesas no muy claras de que va a buscar una solución humanitaria inmediata, o algún tipo de negociación con Irán para bajar la tensión en este tema, o que va a proponer algo que limite el accionar genocida de Netanyahu".
Por otra parte, razona el analista brasileño, Trump es consciente de que el tema Palestina provoca mucho desgaste interno. "No solo entre los sectores progresistas sino también entre sus seguidores nacionalistas de derecha. Bajo el eslogan 'America First', la base social de Trump se pregunta por qué hay que financiar a Israel cuando ellos, estadounidenses, no tienen plata para resolver sus propios problemas. Empieza a haber una presión para que EE.UU. cambie su política hacia Israel".
En cuanto al muy influyente lobby judío-estadounidense, cuyo peso determina la política exterior de la Casa Blanca en relación con Israel, también se registran cambios. "Hay un fenómeno nuevo sobre el que hay que poner atención. La comunidad judía en EE.UU. es de 6 millones —casi igual que en Israel, que tiene 7 millones—. Un grupo, por ahora minoritario, de la diáspora judía en EE.UU. se está poniendo contra el régimen sionista. Son judíos que hasta hace pocos meses eran sionistas y que, en función de lo que pasa en Gaza, se han mostrado críticos, están rompiendo con el sionismo y presionando a la Casa Blanca".
Por el momento, la comunidad internacional parece dormida ante el genocidio. En Europa y EE.UU. la represión contra quienes manifiestan a favor de los palestinos crece vergonzosamente. Pero en América Latina, África y Asia cada vez más se escuchan las voces que piden paz. Más temprano que tarde la situación cambiará y habrá en Asia Occidental dos estados: Palestina e Israel.
Publicado originalmente en El Destape el 25 de mayo de 2025.