Lun. 14 Octubre 2024 Actualizado 5:46 pm

Venezuela, el pantano de Trump: ¿qué opciones tiene el país para destrabar el conflicto?

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La encrucijada venezolana, delineada mediante una estrategia de desmantelamiento del poder político nacional orquestada por Washington y replicada por sus vasallos locales en el país, ha estado de forma peligrosa el cuadro político.

El advenimiento de la pandemia mundial del Covid-19 ha atrincherado a los factores de la política interna. A la oposición venezolana (a su ala dura) la confinó a las redes sociales y a la arenga desestabilizadora mediante auspicio estadounidense, mientras que el chavismo se ha concentrado en la acción de gobierno para atender la crisis sanitaria.

Por otro lado la fallida Operación Gedeón ha caldeado el escenario interno colocando en desbalance el pulseo político y degradando la política a niveles nunca conocidos en la historia del país.

El contexto interno luce entonces políticamente estancado.

Una parte de la política nacional, el chavismo, se mantiene dentro de los canales políticos mientras que el ala dirigente de la oposición, que funciona como una subsidiaria estadounidense en el país, se deslindó de la política desde hace mucho y contrata empresas mercenarias para precipitar un conflicto armado.

La pregunta que ahora mismo se hace vital radica en: ¿deben darse por perdidas las vías de diálogo o debemos asumir que todavía hay condiciones para ello?

El preámbulo a la actual parálisis

A inicios de este año el ascenso del antichavista Luis Parra a la presidencia del parlamento abrió paso a la reinstitucionalización de la política. Pero su elección fue truncada por Washington, al no reconocerlo y propiciar que sus países vasallos mantuvieran el cerco político.

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La apuesta por Guaidó se reeditó nuevamente para este año, dejándolo como un factor incómodo que por defecto inhabilita los canales del diálogo político entre venezolanos.

Para ponerlo en términos triviales, la situación se asemeja a ese cuñado atorrante y pasivo agresivo al cual hay que soportar la noche del 24 de diciembre en la casa familiar de tu pareja.

Aunque Luis Parra se incorporó a la Mesa de Diálogo político conjuntamente con otros factores pequeños de la oposición, o más bien, de la “disidencia opositora” que la integran.

Incluso, luego de que en febrero se hicieran avances entre todas las fracciones del parlamento para crear un Comité de Postulaciones para elegir un nuevo Consejo Nacional Electoral, los avances quedaron en frío, arropados por la coyuntura y por la persistencia de Guaidó, quien no se rige por factores opositores venezolanos sino que obedece sólo a Washington justamente para que obstaculice todo.

Antes de que sobreviniera la pandemia, el chavismo y una parte importante de la oposición habían avanzado en pre-acuerdos bastante significativos para devolver la normalidad política e institucional al país.

Al decretarse la emergencia sanitaria, ambas fuerzas políticas se aproximaron tras bastidores a un consenso político para destrabar el conflicto en función del bien común de atender la emergencia.

La propuesta era ambiciosa. Proponer una suspensión del bloqueo al país, descongelar cuentas en el extranjero y usar esos recursos para habilitar canales de ayuda y suministros esenciales para la atención de la crisis sanitaria. Esto, mediante la intermediación de instancias humanitarias y organizaciones no gubernamentales desde el extranjero.

En este punto, Guaidó se encargó de anular todo.

Su llamado a un “gobierno de emergencia” significaba emplear la emergencia sanitaria para lograr lo que EEUU y el no lograron en el 2019, atizando un descalabro nacional y la ruptura del orden social para maniobrar la política desde la crisis. Otra forma de intentar desalojar al presidente Nicolás Maduro del poder.

Tal exabrupto que hay que recalcar, no tenía otro objeto que el de inhabilitar las soluciones dialogadas, fueron también una señal de que los consensos en el antichavismo sobre el bloqueo y el entrabe de la política estaban rotos en la oposición.

Acción Democrática mediante su caudillo Henry Ramos Allup, declaró su disposición de ir a elecciones parlamentarias este año.

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Una de las piezas fundamentales del llamado G4 (grupo de los principales partidos antichavistas), estaba abiertamente en deslinde de la inviable pero inapelable premisa de EEUU, sobre la realización de elecciones en Venezuela una vez “cese de la usurpación”.

La Operación Gedeón como golpe en la mesa

La fallida incursión mercenaria de principios de mes dejó en relieve que el país tiene hoy más latente que nunca la amenaza de la guerra. Una guerra que sería además, mercenaria, no sujeta a controles políticos, acelerante del caos, generadora de fuego indiscriminado y lejos de la ansiada “acción quirúrgica” defendida por el antichavismo como fórmula “idónea” para la captura del poder.

Este factor, aunque arrima el escenario a un punto peligroso, también pone en alerta a los políticos venezolanos.

Es EEUU el que rige a sus anchas una parte de la oposición y a expensas de ellos han decidido que la agenda es bélica. Ello inhabilita a todos los demás los políticos venezolanos de facto y los coloca en medio de los teatros de operaciones.

En otras palabras, en un contexto bélico la política será el último espacio que, por irrelevancia, sería avasallado casi a totalidad por la vorágine del conflicto.

Quizá en ese punto, serían tardíos los pronunciamientos y los arrepentimientos. Quizá una parte de la oposición ya lo entendió así.

Recientemente trascendió en medios estadounidenses como Bloomberg que grupos de la oposición, entre ellos Primero Justicia, se comunicaron con el gobierno de Trump, pidiéndole que desmantelaran la “agenda Guaidó”.

La Operación Gedeón fue el pináculo de una estrategia errada y ahora prefiere jugar sus cartas en la política, probablemente, acudiendo a elecciones. No es secreto para nadie que Primero Justicia fustigó la mediocre Operación Gedeón y su fatal resultado que pesa sobre los hombros de toda la oposición, incrementando su saldo político negativo.

La oposición no se veía en un ridículo tan grande, desde que Leopoldo López y Guaidó amanecieron en el elevado Altamira el 30 de abril de 2019.

La Operación Libertad terminó siendo el más caricaturesco golpe fallido de derecha en la historia latinoamericana, y casi hizo resucitar de risa al mismo Augusto Pinochet.

Salir de Guaidó antes que sea demasiado tarde

El pacto político que permitió la repartija del G4 de la presidencia del parlamento cada año, resultó en una fatalidad para la oposición cuando llegó el turno de Voluntad Popular.

Los favoritos de Washington se alzaron con el poder a nombre de todo el antichavismo venezolano y comenzaron a actuar a sus anchas, con un mediocre al frente que además era dirigido por el demente de Leopoldo López desde su casa. Ambos, sin la más mínima autonomía.

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Otros fueron los tiempos en que Henry Ramos Allup tenía capacidad de gobernarse a sí mismo y a su partido.

Otros fueron los tiempos en que un formidable Henrique Capriles (pese a sus arranques de “arrechera”) logró disputarle la presidencia a Chávez, siendo el más sólido líder antichavista que hubo en 20 años, sin discusiones.

Otros fueron los tiempos en que Manuel Rosales, pese a su bajo coeficiente intelectual, tuvo un partido y hasta fue candidato presidencial.

¿A qué quedaron reducidos esos esperpentos de la política? ¿Cuál es la dimensión de su desplazamiento de la escena nacional?

Están petrificados en la errática estrategia que inició en 2019 y que Trump decidió perpetuar hasta hoy. El de estar bajo la tutela de un idiota y un demente, que son capataces locales del ex director de la CIA Mike Pompeo y del propio presidente Trump, el más mediocre que ha habido en la historia estadounidense.

Debemos preguntarnos si ese G3 está dispuesto a perpetuarse en un estado prolongado de anulación o si prefieren en cambio esperar un conflicto bélico que los aniquile.

Es curioso que la principal fuente que señala a Guaidó de haber articulado la Operación Gedeón, sea Jordan Goudreau, jefe de Silvercorp. Qué curioso que son los medios estadounidenses los que señalan a Guaidó y le endosan el gran fracaso mercenario. Ante tales signos de evidente orquestación es obvio que los norteamericanos exponen y sacrifican a Guaidó como artífice de un catastrófico fracaso político.

¿O es que vamos a creer que Jordan Goudreau puede armar una guerra contra un país objetivo de su gobierno sin que Washington tenga que ver o desconozca la situación? ¿Qué están haciendo los estadounidenses?

Quedan cada vez menos dudas de que los halcones necesitan a Guaidó preso o muerto, y que apuntan a la ruptura de la inamovilidad política actual mediante el descalabro y el auge de la guerra. Quizá parte de la ingenuidad de algunos políticos opositores en Venezuela, es asumirse del “lado correcto” de una guerra y pretender que resultarán ilesos, o que podrían luego servirse de los restos de un país en ruinas.

Esa piedra incómoda, impuesta, formulada deliberadamente como estorbo, es decir, Juan Guaidó, está en la puerta de salida de la política venezolana. Pero le falta un empujón. Su destino inexorable está delineado hasta por los propios estadounidenses. Pero lo ideal, incluso para el mismo Guaidó, sería que recibiera el empujón de las otras fuerzas de la oposición que están justo ahora cerca de desvanecerse.

La tragedia de la división antichavista convirtió a unas fuerzas políticas antes sólidas en una kiosko de Wallmart en Venezuela atendido por un joven con acné con un cromosoma demás. Veremos si por sentido común político y naturaleza propia de ellas, pueden recuperar el mínimo de autonomía y maniobrar.

El descalabro del frente externo

Venezuela se está convirtiendo en un pantano político para la política de los países en el hemisferio occidental. Lo ha sido así desde 2019 y el esquema de la presidencia imaginaria de Guaidó tuvo un nivel de agotamiento que se hizo finalmente inocultable.

La Administración Trump ha sumado a países enteros en este circo, incorporando a la otrora flamante Unión Europea y a las repúblicas bananeras el Grupo de Lima.

Sin embargo, los consensos parecen rotos en temas puntuales sobre Venezuela, el bloqueo y el auge de una guerra que comprometa la estabilidad regional, son nudos críticos que muchos países no suscriben total o parcialmente, pues no todos los países llegan a los niveles de bajeza casi subterránea que sí tiene Colombia.

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Preguntémonos qué tanto cambiaría el contexto en el frente externo si en Venezuela hubiera un acuerdo político del chavismo + G3 + disidencia opositora, que permita desescalar el bloqueo político y económico que lidia la nación. O si la vía indetenible a la conformación de un nuevo CNE sea señal de “humo blanco” y de que una solución política es posible entre venezolanos.

El inamovible estadounidense de que sólo la salida de Maduro es un triunfo para la política estadounidense, es un pantano hecho a medida por el propio Trump y que lo está hundiendo. Tal cual ocurre con la diplomacia europea, cada vez más incongruente y perdiendo espacios de relevancia precisamente por sumarse, sin agenda propia, en los asuntos internos de Venezuela.

Salir de este estancamiento es algo que sólo pueden ofrecer los venezolanos. En este punto todos los caminos conducen a Venezuela. Ojalá hubiera más posibilidades, pero la realidad es que el país está entre el acuerdo político, el bloqueo perpetuo y la guerra.

— Somos un grupo de investigadores independientes dedicados a analizar el proceso de guerra contra Venezuela y sus implicaciones globales. Desde el principio nuestro contenido ha sido de libre uso. Dependemos de donaciones y colaboraciones para sostener este proyecto, si deseas contribuir con Misión Verdad puedes hacerlo aquí<