Jue. 17 Julio 2025 Actualizado 2:32 pm

Cancilleres de Rusia y China sostuvieron múltiples encuentros recientes para tratar temas de seguridad regional

Cancilleres de Rusia y China sostuvieron múltiples encuentros recientes para tratar temas de seguridad internacional (Foto: Archivo)
Con Ucrania en el horizonte

Eurasia toma la batuta de la seguridad mundial frente a la OTAN

En Tianjin, durante la reunión del Consejo de Ministros de Asuntos Exteriores de la Organización de Cooperación de Shanghái (OCS), el canciller ruso Serguéi Lavrov ofreció algo más que una rendición de cuentas multilateral.

Su intervención funcionó como una exposición de principios estratégicos, debido a que Lavrov trazó sin ambigüedad los objetivos de Rusia en el escenario euroasiático y global, desmontó las narrativas occidentales sobre Ucrania, condenó los ataques a Irán y advirtió sobre el rumbo que toma la seguridad del continente bajo el empuje militar de la OTAN.

Durante los encuentros bilaterales y multilaterales sostenidos en Tianjin, quedó en evidencia la consolidación de un nuevo consenso entre los países miembros de la OCS, donde la cooperación se erige como pilar para la estabilidad regional y la seguridad compartida.

Como destacó Lavrov, en primer lugar, la madurez institucional y la ampliación de la OCS como hechos políticos de gran calado. "Nuestra política común de fortalecimiento de la OCS como uno de los pilares de un orden mundial más justo y multipolar sigue siendo invariable", afirmó.

No se trata, en su visión, de un bloque simbólico ni de un foro testimonial, sino de un eje real de poder, con capacidad para consolidar mecanismos de seguridad, cooperación económica y coordinación política entre Estados que rechazan las reglas impuestas unilateralmente por Occidente.

Balance de la reunión de cancilleres de la OCS

La incorporación de nuevos actores, como Laos, y la organización del foro ampliado OCS+ el próximo septiembre con más de 30 países participantes, confirman que el eje eurasiático se proyecta como alternativa sistémica.

En ese contexto, la OCS es presentada como una plataforma operativa para enfrentar desafíos concretos. Lavrov subrayó la creación del Centro Universal de Lucha contra las Amenazas en Tashkent, el Centro Antidrogas en Dushanbe y una estructura para combatir el crimen organizado en Bishkek.

Este triángulo institucional de seguridad, con enfoque regional, está diseñado para responder de forma autónoma a amenazas que tradicionalmente han sido utilizadas como pretexto para la injerencia occidental.

A esto se suma una visión económica estratégica sustentada en la llamada Gran Asociación Euroasiática, una red que conecta a la OCS, la Unión Económica Euroasiática, la ASEAN, el CIS y la Iniciativa de la Franja y la Ruta de China.

Más allá de lo territorial, el proceso político que se articula a través de esta organización avanza hacia una arquitectura de seguridad regional "igualitaria e indivisible", enfatizó Lavrov.

La estrategia es directa, porque se trata a grandes rasgos de vincular la economía, la seguridad y la integración política sin duplicar estructuras ni competir en vacío. Se trata de engranar proyectos, establecer interoperabilidad política y técnica entre bloques y definir, con claridad, mecanismos de defensa colectiva.

En cuanto a la crisis ucraniana, el ministro ruso explicó que "la operación militar especial está dirigida precisamente a cortar de raíz las amenazas que la OTAN ha estado creando durante décadas justo en nuestras fronteras", recordando que Moscú alertó durante años sobre los riesgos de "una expansión militar que Occidente nunca quiso frenar".

Continuó explicando que el conflicto actual "no era cuestión de ideología: Occidente está impulsado solo por una cosa, la idea de contención geopolítica, de supresión o incluso destrucción militar total de Rusia".

Sobre las negociaciones de paz, Lavrov aportó un dato clave: en Estambul, en abril de 2022, se alcanzó un entendimiento entre las delegaciones de Kiev y Moscú:

"El documento fue negociado, y ya había acuerdo para preparar un tratado legal. Pero los británicos, probablemente con el consentimiento de Estados Unidos, prohibieron a los ucranianos firmarlo".

Este episodio, deliberadamente silenciado en los medios occidentales, desarma la narrativa de que Rusia bloquea las negociaciones. Por el contrario, revela que las potencias occidentales boicotearon una salida política cuando esta era posible, para mantener la guerra como instrumento de desgaste prolongado contra Moscú.

Sobre el plano económico, Lavrov fue directo con las sanciones ilegales impuestas por Estados Unidos y la Unión Europea, afirmando que no están cumpliendo su objetivo, ya que "un número sin precedentes de sanciones ya ha sido anunciado contra nosotros. Estamos saliendo adelante. No tengo ninguna duda de que lo lograremos".

Además, recordó que incluso los socios comerciales occidentales deben sopesar sus intereses y compromisos e indicó que el daño real recae sobre las economías europeas, y que las nuevas amenazas arancelarias de Donald Trump están comenzando a tener efectos adversos para la estructura económica global.

Señaló que "las sanciones han causado serios daños a la economía europea" y que el intento de aplicar aranceles del 100% a los socios comerciales de Rusia representa no solo una afrenta económica, sino un acto de presión política contrario al libre comercio.

Y es que, uno de los ejes más relevantes de la intervención de Lavrov fue la crítica al uso del dólar como arma geopolítica. El canciller afirmó que "las medidas de la administración Biden, que utilizaron el dólar como arma, causaron un daño irreparable a la autoridad de esta moneda de reserva mundial".

Rusia, al igual que China, apuesta por una reconfiguración comercial más diversa, menos dependiente del dólar, con un tránsito acelerado hacia mecanismos de pago alternativos. Según Lavrov, este proceso "ya no puede detenerse".

BRICS, CELAC y otros actores del Sur Global están impulsando mecanismos de pago alternativos, no para "huir del dólar", como aclaró el presidente Putin, sino para protegerse del uso arbitrario del mismo.

Por otro lado, respecto a la militarización del llamado Indo-Pacífico, Lavrov denunció con claridad que se trata de una estrategia a largo plazo: "Esto no es una nueva ronda, es una fase nueva de la ofensiva que comenzó hace años con la imposición de las estrategias 'Indo-Pacíficas', que no son más que un intento de la OTAN de proyectar su infraestructura militar sobre el continente asiático".

Mencionó la proliferación de alianzas con componentes nucleares como AUKUS, y advirtió sobre el despliegue de misiles de alcance medio en el sudeste asiático, algo inédito y peligrosamente desestabilizador.

En paralelo, denunció la hipocresía occidental sobre Taiwán, debido a que mientras aseguran respetar la política de "una sola China", arman a la isla y refuerzan todos los elementos simbólicos de una soberanía a favor del espectro separatista.

En resumen, se busca un orden en el que Eurasia pueda actuar como sujeto geopolítico pleno, no como territorio de contención o subordinación occidental.

La idea, según el propio Lavrov, es llevar a la OCS a un "ascenso infinito".

El anuncio de Trump se desinfló

Pese al revuelo mediático que rodeó el anuncio de Donald Trump sobre nuevas medidas contra Rusia, el contenido real de sus propuestas reveló una estrategia menos contundente de lo que inicialmente se promovió en redes sociales y portales afines.

El presidente estadounidense amenazó con imponer aranceles secundarios del 100% a Rusia y a sus socios comerciales si no se alcanzaba un acuerdo de paz en Ucrania en los siguientes 50 días que, para ese entonces los 50 días se cumplirán en el marco del 80.º aniversario del Día de la Victoria sobre Japón, cuando el presidente Putin esté en China para celebrarlo con su homólogo Xi Jinping.

Ahora bien, esta amenaza, sin embargo, no solo elude la necesidad de aprobación legislativa, a diferencia del proyecto de ley presentado por el senador neoconservador Lindsey Graham, que proponía aranceles del 500%, sino que además apunta a una economía bilateral ya debilitada porque realmente, el comercio entre Rusia y Estados Unidos se ha desplomado de más de 53 mil millones de dólares en 2021 a solo 5 mil 500 millones en 2024, lo que reduce el impacto potencial de cualquier represalia arancelaria.

La medida fue presentada como una ofensiva económica firme, pero en la práctica representa una maniobra de presión limitada con un alto contenido simbólico, debido a que con el petróleo ruso ya fuera del mercado estadounidense por sanciones previas, los nuevos aranceles apenas afectarían remanentes de importaciones como metales, fertilizantes o bienes industriales.

En ese sentido, más que una sanción realista, la propuesta de Trump parece una señal dirigida a aliados y adversarios para aparentar control y determinación, sin generar mayores costos para Washington. De hecho, los mercados financieros rusos reaccionaron con optimismo, el índice bursátil subió casi un 3% tras el anuncio, lo que demuestra la lectura que hicieron los inversores sobre su carácter inofensivo.

El verdadero giro de la estrategia fue la consolidación de un modelo de guerra por delegación, donde Estados Unidos mantiene su hegemonía militar y logística mientras transfiere la carga financiera a sus socios europeos.

El acuerdo con la OTAN establece que Estados Unidos continuará suministrando armas a Ucrania, pero que será Europa quien pague la factura. Esto convierte a los aliados europeos no solo en socios, sino en contribuyentes obligados a sostener el esfuerzo bélico sin tener mayor capacidad de decisión.

La promesa de enviar 17 sistemas Patriot a Ucrania fue uno de los puntos destacados, aunque las dudas sobre la disponibilidad real de esas baterías y los plazos de entrega demuestran que el anuncio fue más performático que operacional.

En paralelo, la escasez de misiles aire-aire, antitanque y sistemas de defensa en el propio arsenal estadounidense refleja los límites estructurales de su base industrial militar.

A diferencia de Rusia, que ha transformado su aparato de producción para sostener una guerra prolongada, Estados Unidos mantiene una estrategia de "división del trabajo bélico", subcontratando a países aliados tanto la producción como la manutención de armamento.

Esto permite prolongar conflictos sin comprometer directamente su capacidad interna, como ya ocurrió en Siria y ahora en Ucrania. La lógica no es derrotar frontalmente a Rusia, sino alargar el conflicto para debilitarla por desgaste, mientras se mantienen abiertas otras operaciones en regiones clave como Asia Occidental y Oriental.

Aunque Trump aseguró que su intención es alcanzar la paz y no escalar la confrontación, sus decisiones refuerzan una dinámica de doble juego: por un lado se proyecta como un negociador dispuesto al diálogo, pero al mismo tiempo establece condiciones coercitivas que prolongan la guerra, imponen sanciones extraterritoriales y refuerzan la presencia militar estadounidense en Europa. Es evidente la fachada.

Así, lo que se presentó como un gran anuncio terminó siendo, en esencia, una actualización del statu quo.

¿Qué esperar?

De cara al futuro inmediato, la OCS y sus principales impulsores, China y Rusia, enfrentan un panorama global de creciente hostilidad, caracterizado por la intensificación de una guerra sistémica impulsada por Estados Unidos y Europa.

Como lo advertía el director del Instituto de Economía y Estrategia de la Guerra Mundial, de la Escuela Superior de Economía de la Universidad Nacional de Investigación, Dmitri Trenin, el conflicto global ya está en marcha: no se trata de una guerra convencional limitada a Ucrania, sino de una confrontación estructural y total, cuyo objetivo es impedir el surgimiento de un orden multipolar.

Para Washington y sus aliados, no solo está en juego el control territorial, sino la preservación de un modelo ideológico basado en el globalismo y el dominio unipolar.

Esta visión excluye por principio a actores como Rusia, China o Irán, y los pone en la categoría de adversarios existenciales. En este contexto, la OCS se convierte en una plataforma fundamental para articular la resistencia euroasiática ante un asedio híbrido que combina guerra armada, sanciones, desinformación, sabotaje interno y presión diplomática.

Incluso, las llamadas "sanciones arancelarias" planteadas por Trump se perfilan como un arma de doble filo que terminaría golpeando más a las economías europeas que a Moscú, lo que refuerza la lectura de Lavrov sobre el carácter suicida de la estrategia occidental.

A esto se suma el hecho de que la pretendida "solución en 50 días" para Ucrania no tiene bases reales, y se inscribe más bien en una narrativa de propaganda de contención. El trasfondo es claro, pues Occidente no busca un acuerdo estratégico duradero, sino el agotamiento progresivo de Rusia, el aislamiento de China y la fragmentación del espacio euroasiático. Una estrategia muy alejada de la realidad práctica.

En este escenario, los desafíos para la OCS y sus aliados son múltiples y simultáneos, ya que, a nivel militar, deberán prepararse para posibles nuevas provocaciones en los tres principales focos de tensión global: Europa del Este, Asia Occidental y Asia-Pacífico.

A nivel económico, deberán blindarse ante nuevas rondas de sanciones ilegales, disrupciones financieras, presiones sobre sus cadenas energéticas y campañas de bloqueo tecnológico.

Y en el plano ideológico, tendrán que responder a una ofensiva de poder blando y mediático-cultural que busca deslegitimar sus modelos políticos, erosionar la cohesión interna de sus sociedades y sembrar el caos como herramienta de guerra no convencional.

Como lo plantea Trenin, esta es una guerra total basada en la deshumanización del enemigo y en el control absoluto del relato del odio, donde la verdad es reemplazada por la narrativa de poder. Por tanto, romper el cerco informativo y fortalecer las alianzas estratégicas, especialmente en el flanco sur de Eurasia, será una prioridad ineludible, y de seguro la visión de la OCS+ apunta a esa dirección.

De hecho, los recientes encuentros frecuentes entre los cancilleres Lavrov y Wang Yi reflejan el salto estratégico de la alianza sino-rusa en un momento de alta sensibilidad geopolítica.

Más allá de la coordinación operativa previa a la cumbre de la OCS en Tianjin, esas reuniones reflejaron el esfuerzo deliberado y acelerado por anticipar escenarios de confrontación que se intensifican con el paso de los meses.

Ambos gobiernos son conscientes de que el actual ciclo de presión occidental, centrado hoy en contener a Rusia en el frente europeo, forma parte de una estrategia más amplia que, tarde o temprano, se enfocará con igual fuerza sobre China.

Por ello, Moscú y Beijing actúan no solo en defensa de sus intereses inmediatos, sino en función de una arquitectura de poder regional que busca blindarse frente a los intentos de fragmentación, aislamiento y desestabilización promovidos desde Washington y Bruselas.

El fortalecimiento de la OCS como eje articulador de esta resistencia común adquiere aquí un valor central. La estrategia de desarrollo hasta 2035, recientemente adoptada, no solo ofrece una hoja de ruta para la integración económica y la seguridad colectiva, sino que es una respuesta estructural a los desafíos históricos del presente.

La construcción de una arquitectura de seguridad indivisible, basada en el multilateralismo real y sin ambigüedades, la soberanía y el respeto mutuo se presenta como una necesidad existencial, en este caso, para los pueblos euroasiáticos.

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