En su informe "De la economía de la ocupación a la economía del genocidio", presentado ante el Consejo de Derechos Humanos por la relatora especial Francesca Albanese, la ONU documenta cómo la violencia en los territorios palestinos ocupados ha devenido en un motor de beneficios sin precedentes para corporaciones de lujo bélico, tecnológicas y financieras.
Un repunte bursátil sin precedentes
En apenas 21 meses, desde octubre de 2023 hasta julio de 2025, el índice principal de la Bolsa de Tel Aviv escaló un 213%, acumulando 225 mil millones de dólares en capitalización adicional. Más de un tercio de ese crecimiento (aproximadamente 76 mil 800 millones) se concentró en el último mes, coincidiendo con las operaciones más intensas sobre Gaza.
Cifras que no admiten matices:
- Víctimas fatales: 57 mil palestinos muertos, incluidos 13 mil niños, frente a 30 mil contabilizados en el informe previo de 2024.
- Heridos: el total asciende a 135 mil personas, casi el doble de los 71 mil registrados un año antes.
- Desplazamiento forzado: el 80% de la población se ha visto obligada a abandonar sus hogares.
- Infraestructura destruida: el 70% de las viviendas y el 81% de las tierras agrícolas han quedado arrasadas.
- Agua y salud: el 97% del agua en Gaza no es potable, y apenas tres hospitales funcionan parcialmente en julio de 2025.
Al menos 48 empresas, repartidas en armamento, tecnología, construcción, finanzas, turismo y servicios, han obtenido contratos directos o inversiones ligadas a la operación militar israelí. Entre ellas figuran gigantes como Lockheed Martin, Microsoft, Amazon, Elbit Systems y BNP Paribas. Su presencia describe un ecosistema donde la demanda de armas de última generación, sistemas de vigilancia biométrica e infraestructura de ocupación se ha traducido en líneas de balance crecientes y en la multiplicación de startups tecnológicas dedicadas al sector defensa.
Entre 2020 y 2024, Israel escaló al octavo lugar mundial en exportaciones de armamento. En paralelo, el gasto militar interno creció un 65% entre 2023 y 2024, alcanzando los 45 mil 500 millones de dólares, uno de los más altos per cápita del planeta. El informe subraya cómo este fenómeno ha convertido la ocupación permanente en un banco de pruebas para fabricantes de drones, bombas de 2 mil libras (equivalentes a dos bombas nucleares) y software de inteligencia predictiva.
Sectores y protagonistas de la economía del genocidio
El informe de la relatora Francesca Albanese detalla la participación de empresas en seis grandes sectores que han visto disparar sus ingresos gracias a la operación militar en Gaza.
-
Armamento y sistemas de defensa. En Estados Unidos, Lockheed Martin y Boeing concentran buena parte del negocio: el programa F-35, con un valor global superior a 100 mil millones de dólares, y la venta de misiles Hellfire y kits JDAM han alimentado crecimientos de ingresos de hasta el 18% en el último año. En suelo israelí, Elbit Systems e Israel Aerospace Industries, ambas surgidas de alianzas público-privadas y luego privatizadas, se ubican entre los cincuenta mayores fabricantes de armas del planeta, con beneficios que superaron los 5 mil millones de dólares cada una en 2024 y el primer semestre de 2025.
-
Tecnología, vigilancia y datos. La adopción de servicios en la nube (AWS, Azure, Google Cloud) por parte de las fuerzas de seguridad israelíes ha sido clave para procesar volúmenes masivos de datos de inteligencia y reconocimiento facial. Este auge tecnológico explica el aumento del 143% en nuevas startups militares durante 2024, así como el hecho de que el 64% de las exportaciones israelíes del último año proviniera de empresas orientadas al sector defensa.
-
Construcción e infraestructura. Maquinaria pesada blindada, excavadoras D9 y equipos de demolición suministrados por Caterpillar, HD Hyundai y JCB han sido contratados bajo programas de Asistencia Militar Extranjera de Estados Unidos por un valor estimado en 2 mil millones de dólares. Estas máquinas han permitido trazar “zonas de seguridad” y derribar miles de viviendas en Gaza.
-
Finanzas y flujos de capital. Los grandes gestores de activos, encabezados por BlackRock y Vanguard, junto a bancos como BNP Paribas y Barclays, han suscrito o distribuido bonos soberanos israelíes por un total de 13 mil millones de dólares entre 2024 y 2025 (5 mil millones solo en los primeros siete meses de 2025). A su vez, instituciones multilaterales como la Corporación Financiera Internacional (IFC) y el Banco Europeo para la Reconstrucción y el Desarrollo (BERD) siguen financiando proyectos de infraestructura que, según el informe, resultan “directamente útiles” para sostener la ocupación.
Mientras el informe de 2024 estimó 30 mil muertes y 71 mil heridos, el balance de 2025 eleva esas cifras a 57 mil fallecidos y 135 mil heridos. En 2024 se hablaba de destrucción masiva de viviendas; hoy se cuantifica en un 70%. La mención genérica de compañías implicadas en 2024 da paso a un listado detallado de casi cincuenta empresas en 2025.
De la guerra sin fin al ciclo de ganancias
En paralelo al ascenso bursátil y al aumento de contratos ligados al conflicto, se evidencia una narrativa oficial que proyecta la violencia como un activo geopolítico. Así lo expresa el ministro de Finanzas israelí, Bezalel Smotrich, líder del partido Sionismo Religioso, quien ha trazado los nexos entre supremacía militar, diplomacia condicionada y beneficios económicos.
En una entrevista concedida al Jerusalem Post el 24 de junio de 2025, tras la ofensiva contra Irán, Smotrich sostuvo que "Israel es la potencia dominante en la región, el eje civilizatorio y moral entre África, Asia y Europa:, lo que —según él— le otorga el derecho a exigir reconocimiento y recompensas. Para Smotrich, la "normalización" con el mundo árabe es una retribución que "los países árabes deben pagar por el trabajo de Israel en desmantelar el eje Irán-Hamas".
Smotrich propuso una ampliación de los Acuerdos de Abraham "en los términos de Israel", negando cualquier concesión territorial, rechazando de plano la existencia de un Estado palestino y calificando la causa palestina como "el mayor engaño de la historia".
Sus palabras no solo eliminan la posibilidad de una solución política al conflicto, sino que consolidan un paradigma donde la superioridad militar se convierte en moneda de cambio para obtener inversiones y legitimar la ocupación. En esta lógica, lo que se presenta como "normalización regional" es en realidad la profundización de un modelo que, como denuncia la relatora de la ONU, alimenta la economía del genocidio bajo el disfraz de estabilidad.
La violencia prolongada en Gaza se ha transformado en un lucrativo negocio basado en la guerra sin fin. Desde los grandes consorcios de armamento hasta los principales gestores de capital, todos hallan en la ocupación un terreno fértil que estimula la intensificación de la hostilidad. De este modo, cada nuevo episodio de exterminio refuerza la rentabilidad empresarial, perpetuando un círculo cerrado cuyas raíces económicas son la principal barrera para su ruptura.