El nombre de John McNamara comenzó a adquirir notoriedad en la escena política regional tras estallar una crisis diplomática entre Estados Unidos y Colombia hace un mes.
Las tensiones emergieron cuando el presidente colombiano, Gustavo Petro, expresó que el secretario de Estado de Estados Unidos, Marco Rubio, estaría organizando un golpe de Estado en su contra. Esta declaración alborotó los alrededores de Foggy Bottom en Washington, y se exigió una retractación inmediata bajo amenaza de sanciones diplomáticas y suspensión de servicios consulares.
Aunque Petro respondió con una carta dirigida al presidente Donald Trump intentando mitigar los efectos de sus palabras, se llamó a consulta a las representaciones diplomáticas.
Así que, el 9 de julio, luego de consultas exhaustivas, McNamara aterrizó en Medellín y difundió un comunicado oficial que marcó el tono amenazante tradicional de esta casta política: "Llegué a Medellín con la preocupación constante de mi gobierno por la retórica y las acciones de las más altas esferas del gobierno colombiano", afirmó en el documento, subrayando que tales acciones ponían "en riesgo la históricamente estrecha y mutuamente beneficiosa alianza entre nuestros dos países".
La frase clave fue: "La relación sigue en tendencia negativa", una señal directa al Palacio de Nariño de que las diferencias no se reducirían a malentendidos formales.
En su mensaje, McNamara dejó clara la hoja de ruta de la administración Trump: "Estados Unidos seguirá tomando medidas decisivas para frenar la migración ilegal, abordar los múltiples asuntos pendientes en nuestra relación comercial, contrarrestar el flujo de narcóticos a nuestras fronteras, llevar a los narcotraficantes ante la justicia y mejorar la seguridad en toda la región, priorizando los intereses estadounidenses".
Si bien reafirmó que Colombia era un "socio estratégico esencial en Latinoamérica", también cuestionó el rumbo reciente de la relación bilateral, apelando incluso a un vínculo personal: "He tenido el honor de servir en Colombia, tanto uniformado durante el conflicto como posteriormente como diplomático, en varias ocasiones… Me duele ver cuán lejos se ha desviado nuestra alianza".
Tales acciones dejan ver que evidentemente hace alarde de sus credenciales.
Diplomático en la sombra
John McNamara no es un diplomático convencional. Su formación en la Academia Militar de West Point, su experiencia en Irak, Afganistán, Bagdad y su trabajo como asesor provincial en Babilonia, lo perfilan como parte de una generación de diplomáticos estadounidenses con entrenamiento militar que el Departamento de Estado reserva para escenarios complejos o híbridos, donde la política exterior se fusiona con operaciones de defensa e inteligencia.
Esta dualidad civil-militar se traduce en una diplomacia de contención, donde la interlocución tradicional se combina con objetivos de seguridad estratégica, desarrollo de capacidades locales y, en ciertas ocasiones, operaciones de inteligencia encubierta.
En América Latina, McNamara ha ocupado cargos sensibles. Fue consejero político en la embajada de Bogotá durante los últimos años de las negociaciones de paz con las FARC, subjefe de misión en Perú y jefe de misión en algunas misiones del Caribe.
También trabajó dos veces en la Oficina de Asuntos Mexicanos y fue oficial superior en la Oficina de Asuntos de Venezuela en Washington. Es decir, conoce de cerca las dinámicas fronterizas, los conflictos de baja intensidad y las lógicas de injerencia en la región.
Incluso, su reciente rol como interlocutor activo con el gobierno venezolano refuerza esta caracterización. Durante el proceso de canje de venezolanos secuestrados en El Salvador, McNamara fue uno de los tres operadores estadounidenses que mantuvieron comunicación directa con representantes del gobierno venezolano.
El presidente Nicolás Maduro confirmó en su programa "Con Maduro+" que el diplomático mantuvo contacto cotidiano con el presidente de la Asamblea Nacional, Jorge Rodríguez. En palabras del mandatario: "No hubo un solo día que Jorge Rodríguez no hablara con el embajador McNamara, con el enviado especial Rick Grenell y pare usted de contar".
Esta afirmación evidencia que McNamara ha servido como engranaje de una negociación multicanal, donde conviven la línea institucional representada por Marco Rubio y la operativa encabezada por Grenell.
Su actuación también ha estado marcada por señales simbólicas dentro de Colombia, pues, en junio, convocó en Bogotá una conmemoración anticipada del Día de la Independencia de Estados Unidos, sin la presencia de representantes de la Cancillería, pero con figuras visibles de la oposición, como César Gaviria, Marta Lucía Ramírez y Vicky Dávila.
Este acto fue leído como una alineación explícita con sectores opositores y como un distanciamiento deliberado del gobierno de Petro.
Asimismo, en otros eventos, McNamara advirtió que el acercamiento de Colombia a China y la flexibilización de normas de ciberseguridad en "cloud computing" podrían afectar a empresas estadounidenses, dejando claro que su gestión no se limita al ámbito político, sino también a los intereses económicos y tecnológicos de su país.
Aunque su presencia en Bogotá es oficialmente temporal, cuestión que se indicó de manera oficial ante el nombramiento del nuevo cónsul de Estados Unidos en Curaçao, Ramón Negrón.
"Negrón desempeñará las funciones de cónsul general y jefe de misión mientras el cónsul general John McNamara se encuentra en misión temporal al frente de la embajada de los Estados Unidos en Bogotá".
Entonces, McNamara encarna un perfil operativo dentro del enfoque diplomático de seguridad que abarca las operaciones encubiertas, propias de su formación y que son maniobras que han caracterizado la política exterior estadounidense en la región.
Su entrenamiento en zonas de conflicto y su fidelidad institucional a las directrices del núcleo republicano que lidera Rubio lo convierten en una figura clave en la actual arquitectura de relaciones entre Washington, Bogotá y, por supuesto, Caracas.
Lejos de ser un diplomático testimonial, McNamara actúa como ejecutor de una estrategia geopolítica basada en el pragmatismo, la presión multicanal y la injerencia regional.
En un contexto donde el conflicto entre intereses nacionales y agendas externas se agudiza, su presencia no puede entenderse como un simple reemplazo interino. Responde, más bien, a una lógica de despliegue táctico, silenciosa, prolongada y sistemática, que se activa en las agendas de intromisión y coerción de Washington.
Y, en ese contexto, el diplomático es el representante actual de la línea directa existente entre Washington y Caracas, aun con el estímulo estadounidense de continuar con la criminalización del presidente Maduro bajo acusaciones ficticias. El policía bueno y el policía malo en todo su esplendor.