Sáb. 09 Agosto 2025 Actualizado ayer a las 3:59 pm

lula soberanía

Si Brasil quiere empezar a hablar en serio sobre la "soberanía", debe integrarse eficazmente a Sudamérica y reforzar su capacidad militar (Foto: Eraldo Peres / AP Photo)

¿Qué hace que un país sea soberano?

Desde el anuncio de los aranceles trumpistas contra Brasil, ninguna palabra se ha repetido más que "soberanía". El presidente Lula insiste en que Trump "no puede" hacer esto porque Brasil es "soberano" y, por lo tanto, decide sus asuntos internos (como el caso judicial de Bolsonaro) por su cuenta, sin responder ante ningún otro país.

El aparato propagandístico del Gobierno produce materiales gráficos que enfatizan la "soberanía brasileña" (cuyos símbolos, al parecer, serían el Banco Itaú, la Bolsa Família y los capibaras), mientras que los partidarios de Bolsonaro son criticados como "traidores" por tratar de subordinar Brasil a los Estados Unidos, negando así esta "soberanía".

Lo que está claro es que el término "soberanía" se da por sentado, como una cualidad inherente que Brasil posee independientemente de las circunstancias. La soberanía se considera un atributo inmutable de Brasil como nación entre naciones.

Bueno, hay dos formas de pensar sobre la soberanía.

Una ve la soberanía como una prerrogativa especial conferida a una figura o institución dentro de un sistema político-jurídico (una politeia). La otra ve la soberanía como una cualidad de "igualdad" entre los Estados-nación en el sistema internacional.

La primera no es relevante aquí porque se refiere a "quién tiene la última palabra" dentro de una politeia, no a lo que se quiere decir cuando se afirma que "Brasil es un país soberano".

En cuanto al segundo tipo de soberanía, existe una contradicción fundamental. La soberanía se considera, como ya se ha mencionado, como un "dado por sentado", una cualidad innata y esencial de las naciones en un sistema internacional justo e igualitario en el que cada Estado-nación es equivalente a un "individuo libre". Pero, ¿qué ocurre cuando un Estado-nación interfiere realmente en la "libertad" de otro y nada puede detenerlo?

Entonces, ¿dónde está la soberanía?

El primer problema, por lo tanto, es considerar la soberanía como un "ser" en lugar de un "deber ser", como una cualidad permanente, dada e incondicional, en lugar de como una meta que hay que perseguir, un objetivo siempre cuestionable, sujeto a una tensión constante entre fuerzas contrapuestas.

Este problema es típico de las teorías contemporáneas de las relaciones internacionales. Ni siquiera la escuela realista está libre del error de concebir al Estado-nación como el equivalente geopolítico del "individuo" hobbesiano.

Y este tipo de postura siempre se enfrenta al problema práctico de "¿qué ocurre cuando un Estado interfiere realmente en otro?". Sin una respuesta satisfactoria, la "soberanía" se convierte en un concepto vacío.

La única respuesta satisfactoria es precisamente aquella que redefine la "soberanía" como algo inconstante, un factor histórico que puede fortalecerse o debilitarse, ganarse o perderse.

En este caso, si devolvemos la soberanía a la noción de la capacidad de un país para garantizar un grado suficiente de autonomía en la esfera internacional, entonces la soberanía se convierte en sinónimo de fuerza o poder. La "soberanía" es el grado de poder necesario para que un país sea concretamente autónomo en relación con otros países del sistema internacional.

La consecuencia necesaria de esta perspectiva es que, en realidad, hay países que son soberanos y países que no lo son. De hecho, tal vez solo una minoría de países pueda considerarse soberana, mientras que la mayoría sufre una falta de poder que los hace muy dependientes de estas pocas naciones soberanas.

Ahora bien, al considerar este tema desde esta perspectiva, sigo encontrando relevante el concepto de "umbral de poder" del geopolítico argentino Marcelo Gullo.

De acuerdo con Gullo, el "umbral de poder" es el nivel de poder necesario para que un país sea considerado soberano. Pero el "umbral de poder" es un concepto histórico y, por lo tanto, está en constante cambio. Cuando algunos países del mundo cruzan un umbral, pasa el tiempo y uno de ellos eleva el nivel de poder necesario para garantizar la soberanía, dejando atrás a los demás. Así, se crearía una "jerarquía de soberanía", que no es más que una "jerarquía de poder".

Gullo analiza el tema centrándose en la modernidad para clasificar los distintos umbrales de poder y, en consecuencia, cómo se desarrolla la "carrera" por la soberanía.

Según este autor, el primer umbral de poder fue la centralización burocrática, es decir, la superación del feudalismo por parte de Estados con un aparato burocrático suficientemente centralizado, capaz de movilizar todas las fuerzas de la politeia con fines estratégicos a largo plazo. Alcanzar este nivel de poder convirtió a ciertos países de los siglos XIV y XV en soberanos, casualmente muchos de los mismos que lideraron la Era de los Descubrimientos. Las ciudades-estado italianas, incapaces de lograr la unificación peninsular, cayeron bajo la hegemonía de Estados burocráticos como España y Francia.

El segundo umbral de poder fue la industrialización, tras la culminación de la Revolución Industrial por parte de los británicos. La capacidad de movilización de las potencias nacionales alcanzó un nuevo nivel con la aparición de nuevas máquinas y fuentes de energía. Inglaterra dejó entonces atrás a Portugal y España, y el imperativo geopolítico del siglo XIX pasó a ser la búsqueda de la industrialización. Poco a poco, Francia, la Alemania unificada y Japón cruzaron este umbral.

Pero mientras que los países que llegaron tarde apenas alcanzaban el nuevo umbral de poder, Estados Unidos completó su expansión hacia el oeste, superando el modelo de Estado-nación con el modelo de Estado-continente. Estados Unidos, que llegó tarde a la competencia, alcanzó simultáneamente las etapas de poder anteriores y avanzó hacia un nuevo nivel. A partir de ese momento, el país se convirtió en un Estado-continente industrial, dejando atrás a Inglaterra, Francia, Alemania y otros. Los "imperios" coloniales internacionales no podían competir con el Estado-continente porque este último concentraba todo su potencial en un espacio contiguo, mientras que los imperios coloniales se extendían por varios continentes y, en general, no estaban tan desarrollados ni movilizados como la metrópoli. La ocupación gradual de Siberia por parte de la URSS, junto con la industrialización estalinista, permitió a Moscú alcanzar a Estados Unidos en este nuevo nivel. El expansionismo alemán buscaba convertir Europa en su propio Estado continental, pero Berlín se vio bloqueada por la alianza entre Washington y Moscú.

No contento con ello, Estados Unidos elevó aún más el umbral de poder cuando se convirtió en potencia nuclear. A partir de entonces, la "soberanía" pasó a significar, en la práctica, poseer armas nucleares, es decir, armas con suficiente poder disuasorio como para otorgar a su poseedor un nivel superior de autonomía en el sistema internacional. Casualmente, la formación del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas consagró este umbral de poder al otorgar la condición de miembro permanente precisamente a los primeros países que poseían armas nucleares.

En términos generales, estos son los umbrales alcanzados hasta ahora, pero se debate sobre otros nuevos: IA, biotecnología, nanotecnología, conquista espacial, etc.

Curiosamente, algunos países alcanzan ciertos umbrales de poder sin haber alcanzado los anteriores. Por ejemplo, Israel y Corea del Norte tienen armas nucleares, pero carecen de escala continental. Por lo tanto, aunque son más soberanos que la mayoría, siguen dependiendo parcialmente de otros países en algunos sectores económicos.

La tesis del profesor Gullo es interesante, entre otras razones, porque confirma la necesidad imperiosa de la integración continental. La era del Estado-nación ha terminado, y los países que desean ser soberanos deben (mediante la conquista o la integración) ampliar sus fronteras para alcanzar una escala suficiente que les permita la autosuficiencia. Al mismo tiempo, muestra que cualquier discurso sobre la "soberanía" sin la búsqueda del poder militar (lo que, en algunos casos, puede significar "armas nucleares") es mera palabrería, palabras vacías con fines propagandísticos.

Si Brasil quiere empezar a hablar en serio sobre "soberanía", debe integrar eficazmente a Sudamérica y reforzar sus capacidades militares. Y eso solo será el primer paso, porque China y Estados Unidos (en el primer nivel) y Rusia (en el segundo) ya están avanzando hacia un nuevo salto en su poderío.


Este artículo fue publicado originalmente en inglés en Strategic Culture el 4 de agosto de 2025 y fue traducido para Misión Verdad por Spoiler.

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