Lo primero que podemos decir sobre el cese al fuego acordado entre Irán e Israel —y Estados Unidos— es su carácter transitorio. La guerra no ha terminado, solo hay una pausa. La tensa calma está en el aire —militar y geopolítico—.

Sin embargo, en este momento se pueden enumerar algunas conclusiones, igualmente de tipo provisional. O más bien lecciones que otorgan una perspectiva distinta a lo que tanto pulula en medios occidentales respecto a la guerra. Primero vayamos a los hechos.

Las autoridades de Catar confirmaron que la administración de Donald Trump se había comunicado con ellas para que mediara por la inclusión de Irán en un diálogo para un cese al fuego, esto luego de que Washington llegara a un acuerdo con el primer ministro Benjamín Netanyahu con vistas a dicho propósito.

Cabe acotar que antes de las conversaciones telefónicas Teherán atacó con misiles balísticos la base aérea estadounidense de Al Udeid, cerca de Doha, la capital catarí, el 22 de junio. El ministro de Exteriores de Irán, Abbas Araghchi, dijo que esta acción no afectó las relaciones bilaterales con Catar y que su gobierno aprecia el rol constructivo y los esfuerzos del Emir para ayudar a prevenir una mayor inestabilidad en Asia Occidental.

• El máximo diplomático iraní se reunió con el presidente Vladímir Putin en Moscú el 23 de junio, donde este último dijo que apoyaba a Teherán y condenaba la agresión injustificada contra su socio estratégico.

Todo indica que Estados Unidos e Israel buscaban un acuerdo para pausar las hostilidades, con la amenaza de un posible cierre del estrecho de Ormuz como una decisión geopolítica y económica de alcance global.

Pero en el terreno, la postura tiene sentido en el marco de los objetivos fallidos de ambos en su ofensiva contra la República Islámica. La fanfarronería de Trump y la desmesura de Netanyahu así lo evidenciaron cuando proclamaron el fin del programa nuclear iraní tras los ataques estadounidenses sobre las instalaciones de Fordow, Natanz e Isfahan el 21 de junio, cuyos daños no fueron estructurales para los fines de Teherán.

LECCIONES APRENDIDAS y mitos derrumbados

El analista de inteligencia canadiense Patrick Armstrong publicó en su blog una serie de enunciados que ayudan a disipar la bruma de la guerra y dar cuenta de las correlaciones militares y, por ende, geopolíticas que ahora se imponen en Asia Occidental. Citamos en extenso:

• "Irán es mucho más poderoso de lo que mucha gente pensaba".

• "Los sistemas de defensa aérea occidentales no son muy eficaces".

• "¿Quién iba a pensar que esos pequeños drones iraníes con motor de cortadora de césped podrían llegar hasta Israel?".

• "Los misiles hipersónicos son invulnerables y muy aterradores".

• "Teherán ahora sabe qué misiles de su arsenal son más efectivos y cuáles absorben con mayor efectividad la defensa aérea del enemigo y construirá en consecuencia".

• "La decisión de Teherán de seguir la ruta del armamento basado en misiles está justificada. Suvorov: 'Combatir al enemigo con las armas que le faltan'; Sun Tsu: 'Evitar la fuerza y atacar la debilidad'".

• "Israel ha agotado las células durmientes y la penetración de inteligencia que había desarrollado en Irán".

Si bien los ataques de Israel en territorio iraní fueron devastadores y conllevaron consecuencias destructivas sobre civiles e infraestructuras económicas fundamentales, Tel Aviv también sufrió con horror las represalias balísticas de Teherán.

Tanto el gobierno de Netanyahu como la población israelí e, incluso, Estados Unidos como protector y amo, nunca olvidarán lo que sucedió, sobre todo en Tel Aviv y en Haifa. Los ataques iraníes dejaron profundas cicatrices que la historia, no importa quién la cuente, no podrá borrar.

Tuvo que ocurrir una guerra de 12 días entre las dos mayores potencias militares de Asia Occidental —sin contar, por supuesto, a Türkiye— para que se formara una postura de disuasión a favor de Irán que la fanfarronería ni la desmesura gringa-israelí pueden ocultar.

Irán pudo probar en combate el valor estratégico de su arsenal de misiles balísticos, entre ellos los hipersónicos, que no tiene ningún aliado de la OTAN. Lo más importante es que ha dependido de sí misma para dar una advertencia a sus enemigos, de la misma forma que lo ha hecho Rusia con su operación militar especial.

El fracaso de la agresión se debe analizar de manera política, teniendo en cuenta que sus objetivos principales no fueron alcanzados:

• Como lo ha señalado Teherán, el programa nuclear continuará ininterrumpidamente.

• La capacidad misilística de Irán no fue destruida, sino que más bien impuso la posición disuasoria.

• No hubo rendición o cambio de régimen en Irán.

Si bien esta fase de guerra a gran escala ha terminado, por lo menos "hasta la próxima ronda o hasta que se cruce el umbral nuclear", dice el analista y reportero Elijah Magnier, "en su lugar, ha comenzado una guerra silenciosa de preparación y posicionamiento".

¿Qué implica esta "guerra silenciosa"? Podríamos esperar que, hasta el fin de la pausa bélica, Estados Unidos ayude a reabastecer el armamento y los sistemas defensivos de Israel, a su complejo industrial-militar (remember Kiev), mientras Irán hace lo propio en el mismo sector, así como en lo económico.

También implica que se han derrumbado varios mitos en torno a la superioridad militar de Estados Unidos e Israel, un factor difícil de digerir para el circuito político e ideológico de la OTAN.

En el fondo del escenario, continúa el genocidio sobre Gaza y los demás actores de la región habían fungido como espectadores, unos activos y otros pasivos, esperando que una chispa no prendiera en candela su propio patio.

Pero una pregunta surge de todo esto: ¿Netanyahu y, por extensión, Trump estarán dispuestos a afrontar un ajuste de cuentas o sacarán bajo la manga alguna nueva escalada, tal vez hacia Gaza u otra vez apuntando hacia la República Islámica? Todo está por verse.