En medio de una coyuntura en la que Washington vuelve a hablar sin rubor de "autorizaciones" para operaciones encubiertas en Venezuela, una entrevista reciente de Max Blumenthal arroja luz desde adentro sobre cómo se diseñan y tercerizan esos planes. Su interlocutor es Jordan Goudreau, ex boina verde y contratista que encabezó la fallida Operación Gedeón en 2020 y que hoy enfrenta cargos federales en EE.UU.
Goudreau aporta archivos de descubrimiento judicial y memorandos del FBI que describen una trama donde contratistas privados, opositores venezolanos y funcionarios conectados con la Casa Blanca se superponen con agencias de inteligencia y autoridades colombianas.
El rostro de la Operación Gedeón
Jordan Goudreau encarna el tipo de soldado-contratista que el aparato de seguridad estadounidense produce en serie y desecha cuando deja de ser útil. Ex boina verde con experiencia en Irak y Afganistán, fundó Silvercorp USA, una empresa de seguridad privada que ofrecía "soluciones tácticas" a gobiernos y corporaciones.
Su nombre saltó a la escena internacional en mayo de 2020, cuando un pequeño grupo extranjero de hombres armados intentó ingresar a Venezuela por las costas de La Guaira y fue neutralizado en cuestión de horas. Aquella incursión, bautizada Operación Gedeón, reveló la existencia de una estructura mercenaria montada para forzar un cambio de régimen y colocar a Juan Guaidó al frente de un gobierno provisional.
Goudreau intenta presentar su papel como el de un "facilitador" que solo buscaba apoyar a venezolanos que querían "recuperar su país". Pero, en sus propios términos, termina confirmando que el proyecto se originó en Washington. "Global Groups me contactó a pedido del entorno de Trump; la CIA estaba bajo presión para encontrar una vía para sacar a Maduro", admitió. Ese grupo empresarial, que él identifica como contratista del gobierno estadounidense, le ofreció financiamiento y cobertura para organizar la fase operativa del golpe, en la que su empresa Silvercorp actuaría como brazo ejecutor.
La propia narrativa de Goudreau —por momentos confusa y contradictoria— refuerza que Gedeón fue un eslabón dentro de la cadena de externalización militar estadounidense. La subcontratación de mercenarios, el uso de empresas pantalla y la coordinación con sectores opositores locales no son excepciones, sino métodos de rutina en la proyección de poder encubierto.
En esa lógica, Goudreau fue tanto agente ejecutor como chivo expiatorio, el rostro visible de una operación cuyo diseño y respaldo institucional quedaron sepultados bajo el expediente judicial que hoy él mismo utiliza como defensa.
Global Governments y la ingeniería del negocio golpista
El hilo que une la aventura de Goudreau con las oficinas del poder estadounidense se llama Global Governments, una empresa estadounidense que actuó como intermediaria entre contratistas militares, opositores venezolanos y funcionarios cercanos a la Casa Blanca. En la entrevista con Blumenthal, el ex boina verde describe a esta firma como el punto de convergencia entre el negocio de la reconstrucción y la operación encubierta. Global Groups "quería contratos comerciales y gubernamentales para monetizar las consecuencias de una Venezuela libre de Maduro".
La estructura de la empresa revela el trasfondo corporativo de la operación. Entre sus miembros estaban Rowan Craft, heredero de la familia Craft y figura vinculada a contrataciones del Departamento de Defensa, y Keith Schiller, exjefe de operaciones de la Casa Blanca y antiguo guardaespaldas personal de Donald Trump. Ambos, dice Goudreau, mantenían acceso directo al círculo presidencial y a funcionarios del Consejo de Seguridad Nacional. Craft fungía como enlace con actores de la inteligencia militar y empresarios del sector extractivo, mientras Schiller ofrecía la credencial política necesaria para presentar la operación como una iniciativa "oficialmente tolerada".
El plan económico detrás del intento de golpe era que, una vez instalado un "gobierno de transición", Global Governments y sus socios obtendrían contratos de perforación petrolera, minería, obras de infraestructura y logística humanitaria, en un esquema similar al implementado en Irak tras la invasión de 2003. "Venezuela necesitaba ser reconstruida, y Global Groups tenía el contrato para hacerlo", señala Goudreau.
Esta red empresarial funcionó como fachada legal para el financiamiento del golpe. A través de ella se articularon pagos, reuniones y contactos con figuras como Elliot Abrams y John Bolton, responsables de la línea dura contra Venezuela dentro de la primera administración Trump.
La implicación de la CIA
La presencia de la CIA en distintas fases de la Operación Gedeón es otro elemento que destaca en la entrevista. Goudreau explica que la agencia mantenía comunicación directa con miembros de la oposición venezolana y con estructuras de inteligencia en Colombia, y que conocía los movimientos operativos del grupo que él dirigía.
Goudreau identifica a Juan Cruz, exfuncionario de la CIA y asesor del Departamento de Estado, como el principal enlace entre la agencia, los opositores Jorge Betancourt y Lester Toledo, y los contratistas estadounidenses implicados en el plan. Cruz servía como punto de contacto para coordinar tareas, asegurar recursos y garantizar respaldo político a la operación dentro de Washington.
También menciona que The Rendon Group, empresa de relaciones públicas que ha trabajado con la CIA desde los años 1990, habría colaborado durante una década en ataques a infraestructuras en Venezuela, incluyendo los apagones de 2019 y la explosión en la refinería de Amuay en 2012, que dejó decenas de víctimas. Según Goudreau, esos ataques fueron "facilitados por la inteligencia estadounidense en colaboración con saboteadores de la oposición venezolana".
El esquema de cooperación, agrega, incluía al Departamento Nacional de Inteligencia (DNI) colombiano y a otros organismos de seguridad del gobierno de Iván Duque, donde confluían operadores políticos y empresariales como Keith Schiller y Rowan Craft, con acceso directo a funcionarios del Consejo de Seguridad Nacional y del Pentágono.
Las conexiones con el entorno de Trump
Una cadena de contactos políticos y legales alrededor de la Casa Blanca enmarcaron la preparación de Gedeón. Menciona reuniones y comunicaciones con asesores vinculados a Mike Pence (como Drew Horn), así como con abogados cercanos a Mike Pompeo y a la Organización Trump (Travis Lucas y George Sorial). Sitúa parte de estos intercambios en Washington y el hotel Trump, y los relaciona con la revisión de contratos y el respaldo político requerido por los financiadores privados del plan.
Goudreau también sostiene que su equipo compartió detalles operativos con interlocutores del Consejo de Seguridad Nacional, y que, en ese contexto, recibió una "autorización verbal" para avanzar. Subraya que esa modalidad sirve para mantener negación plausible en caso de exposición o fracaso.
"Me reuní con asesores de Pence y abogados de Trump y Pompeo. No tengo dudas de que la operación fue aprobada al más alto nivel", dijo Goudreau.
En paralelo, alude a la conexión con figuras de política exterior como John Bolton y Elliot Abrams a través de intermediarios empresariales y de la oposición venezolana, y recuerda que el exsecretario de Defensa Mark Esper dejó constancia en sus memorias de discusiones con emisarios opositores sobre planes en marcha "de los que EE.UU. tenía conocimiento".
La trama opositora y el papel de Colombia
La estructura política y logística del intento de incursión no habría sido posible sin la participación activa de dirigentes opositores y de sectores del poder en Bogotá.
Goudreau identifica a Jorge Betancourt y Lester Toledo como los principales operadores de enlace entre su equipo y la CIA, así como con la Dirección Nacional de Inteligencia (DNI) de Colombia. Afirma que ambos mantenían comunicación constante con Juan Cruz, y que este triángulo articuló la coordinación entre los grupos armados y los contactos políticos que garantizaban respaldo internacional.
En esa misma red ubica a Juan Guaidó, Leopoldo López y J.J. Rendón, quienes firmaron el contrato que autorizaba la operación. El documento también establecía compensaciones económicas y acuerdos futuros para la explotación de recursos venezolanos. Estos vínculos exponen el carácter mercenario del proyecto, donde la política opositora se entrelaza con intereses empresariales y de inteligencia bajo el amparo de Washington.
El papel de Colombia aparece de forma reiterada. Goudreau asegura haber mantenido contacto con el entonces presidente Iván Duque, quien ofreció facilidades logísticas, libertad de movimiento y entrenamiento dentro de su territorio. También señala la presencia de agentes de inteligencia colombianos en los campamentos donde se preparaba la incursión y su posterior colaboración con funcionarios estadounidenses.
En la parte final de la conversación, tanto Blumenthal como Goudreau mencionan a María Corina Machado como la figura sobre la cual Washington habría proyectado la continuidad del liderazgo opositor. El ex boina verde sostiene que su ascenso responde a la estrategia de instalar un gobierno abiertamente alineado con los intereses de Estados Unidos, mientras Blumenthal observa que esta dinámica reproduce el esquema clásico de cambio de régimen empleado en otras operaciones de injerencia.
De conjunto, la entrevista reconstruye un microcosmos político y empresarial donde convergen la oposición venezolana, la inteligencia estadounidense y la élite colombiana, configurando el entramado regional que dio origen —y finalmente condujo al fracaso— de la Operación Gedeón.