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Bloque Cardón IV, ubicado en el golfo de Venezuela (Foto: Archivo)

Cardón IV en el centro de la urgencia energética de Europa

El pasado 5 de mayo el presidente de Petróleos de Venezuela, S.A. (PDVSA), Pedro Tellechea, publicó a través de su cuenta Twitter la suscripción del permiso de exportación de Gas Natural Licuado (GNL) con las empresas europeas Repsol y Eni, correspondiente a la licencia de Cardón IV.

La precuela a la firma de este convenio fue anunciada por el presidente Nicolás Maduro en junio de 2022. Tras las conversaciones con funcionarios de la administración de Joe Biden se acordó la emisión de licencias a Chevron, Eni y Repsol con los fines de iniciar operaciones de producción de petróleo y gas en Venezuela para exportar a sus mercados naturales.

Un mes después la Oficina de Control de Activos Extranjeros (OFAC, por sus siglas en inglés) publicó la renovación de la Licencia General 40A que autoriza transacciones relacionadas con la exportación o reexportación de Gas Licuado de Petróleo (GLP) a Venezuela, que involucre al gobierno venezolano y a PDVSA, cuya vigencia es hasta el próximo julio de 2023. Este caso arropa las autorizaciones específicas a las empresas europeas mencionadas.

Pero, ¿cuál es el interés de las empresas europeas con Cardón IV? Se conoce que Cardón IV es una empresa titular de una licencia para la exploración y explotación de hidrocarburos gaseosos no asociados en el marco del Proyecto Rafael Urdaneta en el golfo de Venezuela, siendo 2009 el año de la gloria gasífera cuando se iniciaron las actividades de exploración que encontraron el campo de gas natural cuyo nombre es "Perla".

En esos años el campo "Perla" fue catalogado como el mayor descubrimiento de un yacimiento de gas natural en América Latina ya que, en ese entonces durante la prueba de producción en 2015, el pozo reportaba el alcance de producción a unos 150 millones de pies cúbicos de gas por día, con un volumen en reserva de 17 mil millones de pies cúbicos (tcf). Sólo con estos datos se puede notar la relevancia de ese reservorio gasífero venezolano para Repsol y Eni.

En 2020 el CEO de Repsol, Josu Jon Imaz, presentaba el plan estratégico 2021-2025 en el que aparecía Venezuela como clave de su hoja de ruta en materia de hidrocarburos, a saber:

  • Si el petróleo crudo venezolano regresa al mercado se podrían ajustar los procesos de refinación a los fines de proporcionar una mayor capacidad para llenar los coquizadores de las refinarías de Repsol, los cuales son ideales para el crudo pesado.

  • Repsol tiene la expectativa de que el petróleo venezolano ayudará a incrementar su margen de refinación próximamente. Imaz no refirió ningún comentario sobre los volúmenes a importar acordados con Venezuela.

  • Imaz reafirmó su voluntad para que la empresa mantenga sus negocios en Venezuela, y descartó que tengan la intención de abandonar el país.

Además de la amplitud de ese yacimiento Cardón IV opera, incluidos los envíos a puertos españoles, a través de los canales de exportación al Caribe holandés y también hacia Colombia, mercados en reciente apertura comercial, debido a que hace unos años se cerraron en apoyo a la agenda política en contra del Estado venezolano por parte de esos gobiernos.

"Es un país [Venezuela] con unos activos que pueden ofrecer oportunidades futuras para nuestra compañía", decía Imaz hace unos años, cuando las medidas coercitivas estadounidenses en contra de PDVSA frenaban el proyecto gasífero "Perla" y, por supuesto, el intercambio comercial entre Venezuela y el continente europeo, ya que tanto Repsol como Eni son las únicas empresas europeas que actualmente operan en territorio venezolano.

La historia nos muestra que el enfoque tradicional de la industria de los hidrocarburos en Venezuela es para el petróleo crudo, sin embargo el gas toma cada vez más relevancia con proyección hacia los mercados internacionales que están necesitados de este recurso que aportaba Rusia en grandes cantidades antes de la imposición "sancionatoria" de Estados Unidos y la Unión Europea hacia el país euroasiático.

El mercado gasífero ha tomado envergadura durante estos últimos años de transición energética en virtud de que es el combustible fósil menos impactante en términos de emisiones de CO2 —produce 30% menos CO2 que el petróleo—, además de que no tiene competencia en costos para uso de calefacción, por ejemplo.

Los beneficios económicos y garantías que aporta en la seguridad energética de una nación los conoce muy bien el Departamento de Estado (DoS, por sus siglas en inglés), que mantiene una agenda de contacto constante con países productores de este recurso. El exembajador de Estados Unidos en Ucrania, Geoffrey Pyatt, ahora secretario adjunto de la Oficina de Recursos Energéticos del DoS, sostiene una gira esta semana por Trinidad y Tobago y Guyana, evidencia de las intenciones para tomar y controlar cuotas del mercado del gas en la región por medio de empresas estadounidenses.

Las circunstancias geopolíticas actuales han acelerado las ansias de los países dependientes, principalmente los europeos, por conseguir o retomar espacios en el amplio espectro del mercado energético global después de que la administración Biden les pusiera la soga al cuello en términos de energía.

Europa pisó el acelerador del desespero para lograr vías de intercambio comercial sin riesgos, con una PDVSA que aún continúa "sancionada" por Estados Unidos.

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