Mié. 25 Junio 2025 Actualizado 2:58 pm

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El dificil camino de las negociaciones entre Rusia y Ucrania parece estancado (Foto: RTVE)
Informe especial: la estrategia "pacificadora" de Trump

Nudos críticos y posibilidades de paz entre Rusia y Ucrania

Durante su campaña electoral Donald Trump anunció que, al ejercer su mandato, detendría la guerra en Ucrania en tan solo "24 horas". Según dijo, detener los flujos de armas hacia el país eslavo generaría condiciones inmediatas para un fin de las hostilidades.

Al ascender al gobierno el mandatario estadounidense inició acciones para tratar de "detener" el conflicto, aplicando restricciones al suministro de armas a Ucrania, según fue divulgado en febrero de 2025 por The New York Times, a partir de testimonios del ámbito militar. En marzo anunció formalmente un cese del apoyo en relación con armas y aplicó un breve alto al apoyo en inteligencia, telemetría y servicios a los sistemas de defensa y ataque ucranianos —aunque luego se reanudó—.

Trump indicaba que Ucrania debía demostrar un "compromiso para alcanzar la paz".

Durante un acalorado y vergonzoso encuentro en la Oficina Oval, junto a su par Vladímir Zelenski Trump señaló que su homologo "jugaba a la Tercera Guerra Mundial", e indicó que su país no contaba "con las cartas" para estimular más el riesgo militar internacional por pretender extender el conflicto, ahora, con un cambio de postura del gobierno estadounidense.

Sin embargo, Trump ha logrado la reanudación de un nuevo mecanismo en Estambul, Türkiye, donde nuevamente las delegaciones de la Federación de Rusia y Ucrania se han encontrado, tal como lo estuvieron haciendo en 2022, con mediación del país anfitrión.

Ambos países tienen pautado un nuevo encuentro a finales de junio. También han realizado intercambios de cuerpos de tropas caídas en combate, así como de prisioneros. La última reunión de ambas delegaciones fue sumamente breve, sin expectativas y terminó en un enfriamiento de las negociaciones.

Los nudos críticos, inamovibles y posiciones absolutamente divergentes entre los países en choque miliar directo, siguen intactos y han hecho naufragar, por ahora, las posibilidades de que Trump consiga hacer posible su propuesta de paz en la nación eslava.

A pesar del aparente objetivo de lograr una paz duradera, las iniciativas de Trump han sido frágiles, con promesas incumplidas y falta de claridad en los términos de las negociaciones, lo que ha generado escepticismo sobre su viabilidad. Conviene revisar a fondo estos elementos.

NUDOS CRÍTICOS Y ELEMENTOS SIGNIFICANTES DE LOS PUNTOS DE NEGOCIACIÓN

La cuestión territorial:

Ucrania ha propuesto un abandono total de Rusia de lo que ellos consideran es "su territorio". Estados Unidos ha instado a Ucrania a desistir de su reclamo de Crimea mediante el argumento de dar un enfoque "realista" a las negociaciones sobre la cuestión territorial del conflicto, pues esta península pasó a manos rusas mediante una ocupación militar y referéndum popular en 2014.

Asimismo las regiones de Donetsk, Lugansk, Jersón y Zaporiyia están bajo parcial control militar ruso, y fueron incorporadas a Rusia por vía administrativa y mediante una consulta popular organizada en el fragor del conflicto.

Desde que se inició la Operación Militar Especial (OME) de Rusia en Ucrania, las ganancias territoriales de la federación han sido variables, pero han sido más consistentes en la región de Dombás, lo cual le ha quitado a Ucrania su salida hacia el mar de Azov.

Los rusos han implementado estrategias para desarticular los términos esenciales de la Soberanía de Westfalia, el principio base de la soberanía de los Estados sobre los territorios. Lo han hecho partiendo de la premisa de que desde 2014 Ucrania no es una entidad soberana pues su Estado se convirtió en un aparato subsidiario de la OTAN y de Estados Unidos, empleado como un enclave militar para ejecutar amenazas existenciales a Rusia.

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En esta etapa del conflicto Rusia posee las mayores facultades para negociar en el ámbito de las ganancias territoriales, por vía militar (Foto: TAAS)

Desde ese principio, Rusia ha impuesto una nueva soberanía sobre estos territorios, aunque por la naturaleza propia del conflicto no toda el área declarada como propia está bajo su control miliar y, en consecuencia, ciertas porciones no tienen su jurisdicción real ejercida.

La gran pregunta en este punto es dónde comenzará y dónde terminará la nueva línea fronteriza entre ambos países.

La historia del derecho comparado en los conflictos militares tiene muchos precedentes. En no pocos casos, el territorio puede dividirse a favor de la parte ganadora. Esto puede ocurrir basados en las áreas militarmente consolidadas.

Un hecho ineludible en el contexto ruso-ucraniano es que Ucrania no tiene ganancias espaciales. Su incursión en Kursk fue circunstancial y de carácter táctico, para terminar siendo insostenible y que fueran expulsados. Entonces, Ucrania no está en condiciones estrictamente militares para negociar el territorio en condiciones de igualdad.

Desde esta premisa, la solicitud de Ucrania de que Rusia devuelva territorios ganados militarmente es inviable, incongruente con una iniciativa creíble para alcanzar la paz.

Garantías de seguridad:

Para Zelenski cualquier acuerdo de garantías, sin compromisos extensos de Estados unidos, es insuficiente. Las posibilidades de un pacto en esta dirección lucen muy difíciles para Ucrania.

El enviado de Trump, Keith Kellogg, propuso un modelo similar al de Berlín tras la Segunda Guerra Mundial, con una zona desmilitarizada a lo largo del río Dnipro, con fuerzas de paz europeas (británicas y francesas) en el oeste y tropas rusas en el este.

Esta idea no ha sido aceptada por Rusia, que rechaza fuerzas de la OTAN en sus fronteras. Es claro que para Rusia este es el meollo de ciertas amenazas existenciales y es punto clave de las razones de su OME. La propuesta tampoco fue avalada por Ucrania, que exige garantías de seguridad más sólidas.

Para Ucrania, la garantía central a su seguridad sería el ingreso de su país a la OTAN, lo cual colida completamente con las razones de Rusia.

Los países del bloque no están dispuestos todos a admitir a Ucrania y la administración Trump ha sido tajante en su negativa de no ingreso. Ese pedido clave de Kiev se ha desvanecido como un inamovible inicial y en lugar de ello han surgido nuevas propuestas que incluyen factores de armamento y colaboración OTAN, pero el bloque tampoco ha hecho propuestas concretas, no tiene una decisión definitiva.

La cuestión de las garantías de seguridad es un nudo crítico en sí misma, considerando que para Kiev ello tiene componentes como la integridad territorial, la justicia de transición y una respuesta consistente y directa de el o los países garantistas de su seguridad, en caso de una nueva situación de conflicto con Rusia.

En cambio, para Moscú sus garantías pasan por la no adhesión de Ucrania a la OTAN, su neutralidad, así como el retorno al espíritu de acuerdos derogados, como el Tratado sobre Fuerzas Nucleares de Alcance Intermedio (INF) de 1987 —desechado por Trump en su primer mandato— o volver a los principios del "Acta fundacional" (Founding Act on Mutual Relations, Cooperation and Security between NATO and the Russian Federation) de 1997, que supuso un cambio en la arquitectura de la seguridad internacional al declarar el no acercamiento de las fronteras militares de la OTAN a Rusia.

Para Vladímir Putin el acento reside en que gran parte de los marcos lógicos de acuerdos con Occidente han sido rotos, han sido insostenibles por el incumplimiento de los países de esa geografía, por lo cual hay certeza de que cualquier pacto podría ser endeble.

Uno de los principios centrales de esta negociación es que Rusia desea un acuerdo duradero. Pero la doctrina de seguridad de la Federación, entiende a la Ucrania posterior al Euromaidán (2014) como un nicho de inestabilidad, crisis de gobernanza, crisis económica sostenida y un santuario de terrorismo, neonazismo, mediante el odio generalizado a la cultura rusa y su gentilicio.

Desde la perspectiva de Moscú, Ucrania es un Estado disfuncional, lo cual le hace asidero de factores de tensión. Cualquier nuevo gobierno posterior a Zelenski es susceptible a ese conjunto de factores, por lo cual el país todo es catalizador potencial de hechos significantes que den al traste con la paz. Entonces, desde ese punto, las condiciones de garantías pasan a un plano completamente determinante.

Si Ucrania gana garantías ambiciosas de manera unilateral —fuera de este marco de negociación—, las condiciones estarán servidas para posibles nuevos conflictos. Y este es un riesgo que Rusia entiende perfectamente.

Hasta ahora, lo único que Ucrania ha conseguido como "garantías" es un acuerdo de minerales y tierras raras claramente favorable a Estados Unidos. Trump aplicó una política de "maletinazo" al convertir una guerra de factura estadounidense en una feria de negocios. Según su visión, dicho acuerdo garantizará la existencia de intereses permanentes de Estados Unidos en Ucrania, lo cual sería a largo plazo un disuasivo a Rusia.

Un escenario probable —tal vez el mejor para Kiev desde una perspectiva realista— es el de un posible acuerdo de garantías para Ucrania, basado en el apoyo únicamente mediante dotación militar, hasta cierto grado, de países OTAN —no necesariamente el bloque en su conjunto— en caso de una nueva guerra de Kiev versus Moscú. Es decir, lo que hoy existe por la vía de hecho.

Otro escenario es el de una desmilitarización —o fin de ciertas capacidades militares medulares— casi absoluta de Ucrania, el cual es uno de los objetivos de la OME rusa.

Las posiciones de ambos países son completamente disímiles y no hay una claridad acerca de qué desembocará de las accidentadas negociaciones en curso. Por ende, las condiciones generales para generar un acuerdo de paz sólido siguen siendo muy cuesta arriba.

Los actores dentro y fuera de la negociación:

Las acciones de Donald Trump para alcanzar la paz se han centrado en una estrategia de negociación directa con Rusia y Ucrania, aunque con resultados mixtos y críticas por, supuestamente, favorecer a Rusia.

Esto obedece a muchos factores, pero conviene discurrir que el mismo proceso de negociación —con gran incidencia e iniciativa estadounidense— es un giro considerable en la política de Washington en ese contexto.

Este es uno de los elementos distintivos principales de esta iniciativa. En apariencia —y es muy importante subrayar eso— Estados Unidos actúa como articulador del desescalamiento y fin de las hostilidades, pero no es un factor externo al conflicto porque es, de hecho, causa, sujeto activo y parte. Va mucho más allá de ser un sponsor que dota de armas a Ucrania pues también ha prestado servicios de apoyo tecnológico, en inteligencia, comunicaciones y telemetría, con personal de ese país y de la OTAN en el terreno a fin de viabilizar técnicamente el empleo de armas estadounidenses y de otros países occidentales.

En términos de hecho, Estados Unidos es parte directa del conflicto y no debe reconocérsele como un interlocutor externo.

Trump ha logrado orientar su país en la puerta de salida del conflicto, lo que se puede traducir como un repliegue táctico y momentáneo de Estados Unidos en su extenso plano de confrontación estratégica contra Rusia. Pero, al mismo tiempo, Trump trata de actuar como juez y jurado intentando presionar a las partes —especialmente a Ucrania— para forzar un acuerdo.

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Trump humilló a Zelenski aplicando la "máxima presión" ante las cámaras, en un accidentado esfuerzo por "mediar" en el conflicto (Foto: AFP)

Aunque inicialmente parecía inclinado a negociar con Putin, Trump ha endurecido su retórica llamándolo "loco" tras los ataques rusos a Kiev en mayo de 2025, y también abriéndose a nuevas sanciones contra Rusia si no muestra disposición para la paz. Sin embargo, el Kremlin ha minimizado estas críticas y las ha atribuido a "reacciones emocionales".

En efecto, las acciones de Trump reflejan un enfoque de "paz a través de la fuerza", una fuerza de tipo "pasiva" —por el no ejercicio de las armas— que prioriza negociaciones rápidas y presiona mediante sanciones económicas y otras expresiones del "poder" estadounidense.

Su rol de articulador, juez y jurado también tiene mucho de fanfarronería y de retórica política. El mandatario ejerce una política mediante las comunicaciones públicas y su discurso es zigzagueante, emplea recursos de chantaje, burla, ironía, con espasmos de razonamientos sensatos que, luego, él mismo termina desechando.

Un ejemplo de ello es el contexto inicial de los ataques de Israel a Irán, que transcurrieron en medio de una negociación con Irán aunque ha sido evidente que él los autorizó. Otro plop twist más en la larga lista del magnate.

En otras palabras, la "parte estadounidense" en las negociaciones del contexto ruso-ucraniano es poco creíble, es lisonjera, sinuosa, rupturista, juega póquer y maneja el cuadro como si se tratara de un escamoteo en un ámbito de negocios. Los rusos toman nota sobre esto dado que para ellos no se trata de un congelamiento del conflicto, ellos buscan una paz duradera.

En otro orden de ideas, Trump ha relegado a Europa hacia un rol secundario, instándolos a financiar la reconstrucción de Ucrania y aumentar su gasto en defensa, mientras cuestiona la relevancia de la OTAN y descarta la presencia de tropas estadounidenses en ese país. Esto ha generado tensiones con aliados europeos, quienes temen un debilitamiento de la alianza transatlántica.

Sin embargo, Trump tiene completa razón al desacoplar la Unión Europea (UE) y socios europeos de la OTAN de las negociaciones, por considerar que estos no quieren el fin del conflicto. En este punto, los hechos respaldan la postura de Trump.

Varios países europeos se han distanciado de Estados Unidos en este asunto y, de manera unilateral, están sosteniendo la mayoría de la dotación bélica extranjera a Ucrania, incluso azuzando cruzar líneas peligrosas, como la posible adjudicación de misiles Taurus de fabricación alemana en las manos de Kiev. Pero es imposible, según Putin, que ellos operen con personal ucraniano, sería el personal OTAN alemán el que atacará a Rusia a nombre de Ucrania.

Ahora los europeos han decidido rediseñar su arquitectura de seguridad aumentando el gasto militar a niveles no vistos desde la Segunda Guerra Mundial. Los países OTAN de Europa contarán ahora con el mayor presupuesto militar jamás registrado en su historia en tiempos de paz, y esto sugiere la posibilidad de proyectar recursos militares a Ucrania para hacerla un "separador" o una zona de amortiguación militar con vistas a mantener alejada a Rusia.

La parte europea —ausente de la mesa de negociaciones, pero haciendo presión, cabildeo y comunicaciones políticas a favor de la continuidad del conflicto— es un claro obstáculo a la estrategia pacificadora de conjunto. Es probable que los europeos pretendan contribuir a continuar el conflicto, incluso hasta un nuevo gobierno abiertamente prostablishment en Washington que retome la estrategia de Joe Biden, con el objetivo estratégico de degradar las capacidades de Rusia mientras alientan los complejos industriales militares de la OTAN.

En virtud de sus propios límites personales, estilo y condiciones objetivas del contexto, Trump tiene elementos a favor para diseñar y ejecutar una estrategia pacificadora efectiva. Pero la situación será más compleja mientras otros actores del mundo occidental estén empleando cuantiosos recursos económicos y militares en aras de continuar la guerra.

Otro elemento a considerar es la propia legitimidad de Zelenski como representante de su país. Su mandato ha caducado, es un gobernante de facto. Durante este periodo de búsqueda de distensiones Rusia ha planteado el factor de la idoneidad legal del mandatario ucraniano señalando riesgos de que ciertos acuerdos sean declarados nulos por un próximo gobierno.

La cuestión de la legitimidad va mucho más allá del presidente, quien gobierna con una versión reducida del parlamento luego de inhabilitar y criminalizar a parlamentarios y a gran parte del sistema de partidos en el país.

Estos factores limitan las condiciones de un acuerdo de Estado en Ucrania para viabilizar pactos con Rusia, que deben ser de largo plazo.

El mismo Trump ha presionado por la realización de elecciones en Ucrania, pero esta posibilidad fue completamente arruinada por el magnate al martirizar a Zelenski en la Oficina Oval, posiblemente reavivando el apoyo al mandatario en Kiev.

En todo caso, el propagandismo de la OTAN ha hecho un buen trabajo sosteniendo a Zelenski. Además, los factores internos que conforman el poder "hecho a medida": grupos neonazis, actores del ecosistema político postmaidán y un nuevo constructo institucional —cercenado— reducido fortalecen al mandatario y han sido exitosos en el propósito de evitar un quiebre institucional civil y militar que lo debiliten.

Ahora Putin parece haber renunciado a su planteamiento de no negociar con Zelenski en el cargo. Quizá desde un enfoque realista, ha dicho que se reuniría con su par ucraniano una vez que las negociaciones alcancen avances "hasta la fase final". Lo significativo de esto es que Putin deja de calificar a Zelenski como un obstáculo.

Los factores económicos:

Trump ha logrado un acuerdo de minerales y tierras raras con Ucrania, a modo de "facturar" los ingentes aportes de su país al país eslavo. En este ítem figuran las llamadas "lógicas transaccionales" del empresario mandatario, sin ningún tipo de disimulo, con la intención de hacer de Ucrania un hub de inversiones de postguerra, tal como Estados Unidos suele hacerlo en otros teatros de operaciones, como si la guerra ya hubiera terminado.

Pero, por otra parte, en Wall Street las empresas Lockheed Martin, Raytheon Tecnologies, Northrop Grumman y General Dynamics son algunas de las principales cotizadas del sector que han visto impulsadas su cotización desde 2022. Mientras que en las bolsas europeas destacan otros nombres como las francesas Dassault Aviation y Thales, la italiana Leonardo, la británica BAE Systems o las alemanas MTU Aero Engines y Rheinmetall AG han incrementado su valor a expensas del nuevo presupuesto militar europeo. El complejo armamentístico atlantista ha tomado un gran impulso que perdurará, con o sin guerra en Ucrania, a expensas de un rediseño de la arquitectura de seguridad europea que beneficiará a empresas de ese origen, y también estadounidenses.

Trump ha llamado asimismo a Rusia al ámbito de los negocios, esperando distensiones futuras para, en teoría, construir nuevos acuerdos entre sus países con perspectivas a largo plazo.

Este ítem, por supuesto, sugiere un nuevo contexto para las sanciones contra Rusia, las cuales tendrían que desecharse.

Es evidente que los intereses económicos podrían hacer confluir las decisiones. En este punto, la estrategia pacificadora de Trump encuentra importantes ventajas para todas las partes.

Ucrania es un país que ha perdido una inmensa parte de su población, unos 10 millones de ucranianos han abandonado el país con destino a Rusia, países europeos y otras latitudes desde 2022. Pero el proceso es estructural. En 1990 la Ucrania dentro de la Unión Soviética tenía 51 millones de habitantes, mientras que en 2022 tenía 44 millones, una pérdida de 15%.

El colapso demográfico de Ucrania se explica, entre muchas razones, por su sostenida crisis de crecimiento. Desde su existencia como país (1991) ha estado más tiempo en recesión que en terreno positivo.

En otras palabras, tanto por sus condiciones materiales como por los daños en el país desde la OME rusa, Ucrania está por convertirse en un país fallido, a riesgo de una irrecuperable crisis de gobernanza que es institucional, sociopolítica y socioeconómica. El país debe canalizar las condiciones para conseguir ayuda, reconstrucción e inversión extranjera.

Rusia tampoco desea una situación perpetua de colapso en el territorio del país vecino. Eso sería una afrenta a su seguridad interna. Además, Rusia también desea recuperar Ucrania como parte de su espacio económico tradicional.

Nuevamente aparece la variable de las sanciones sobre Rusia. Un escenario de distensión, en teoría —y de la mano de la administración Trump— supondría un desescalamiento de las presiones contra la federación. Pero los rusos no claman desesperadamente por esto, por el contrario se han mostrado desafiantes señalando que ciertas acciones de respuesta al hostigamiento favorecieron su industria interna.

Un escenario de retiro de sanciones de Estados Unidos es muy estimulante para Rusia, además de que es una oportunidad para la estrategia de Trump. Pero los obstáculos persisten en el lado europeo del conflicto. Europa tiende a profundizar su política de corte de lazos con Rusia y ha creado políticas para no comprar bienes energéticos e hidrocarburos rusos en el futuro. Sin embargo, un escenario de fin de sanciones haría reaparecer el pragmatismo entre empresas europeas y, probablemente, algunas rechazarán las políticas de desvincularse de Rusia.

Los estímulos económicos para la paz son múltiples, pero no han sido determinantes hasta ahora.

Los factores de viabilidad y un final abierto:

En términos generales, el contexto de negociación por la paz en Ucrania ha sido claramente entorpecido desde múltiples direcciones. Las declaraciones altisonantes, las múltiples presiones y el mismo contexto militar limitan las posibilidades de acuerdos.

Hay dos eventos completamente significativos que es importante señalar. El primero de ellos fue el ataque con drones al helicóptero de Vladímir Putin en su visita a Kursk. El segundo es el embate, también con drones y ejecutado por Ucrania, a algunos aviones estratégicos pertenecientes a la triada nuclear de Rusia.

Putin ha sido un blanco de Ucrania desde 2022, varias veces se han anunciado posibles atentados frustrados y las posibilidades de magnicidio han estado latentes.

Pero en términos de riesgo militar, Ucrania cruzó una peligrosa línea roja al apuntar hacia las capacidades defensivas y disuasivas nucleares de Rusia, contempladas en el nuevo y vigente (2010) Tratado Start (Strategic Arms Reduction Treaty).

Según esta norma, Rusia expone de manera visible un número determinado de sus aviones operativos con capacidad de transporte de armamento nuclear para verificación satelital, en complimiento de ese tratado. Pero los ataques ucranianos comprometieron de manera momentánea la seguridad estratégica de Rusia, y lograron un golpe militar muy significativo y simbólico.

Por su contexto, estos actos están completamente vinculados con un boicot —por la vía de la fuerza— contra las negociaciones, y fueron perpetrados por Ucrania con apoyo occidental, lo cual reviste en una gran debilidad de la estrategia aparentemente pacifista de Estados Unidos; simplemente no pueden —o no desean— controlar todos los factores belicosos en el terreno.

En otro orden de ideas, la persistencia de inamovibles por las partes compromete todo el proceso.

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El dificil proceso en Estambul tiene avances mínimos, pero es la mejor ventana de oportunidad hacia la paz entre Rusia y Ucrania (Foto: RT )

Rusia cuenta con la ventaja militar, táctica y estratégica, por lo tanto tiene mayores probabilidades de conseguir ganancias con pocas concesiones.

Claramente Rusia ha demostrado no someterse a presiones, ejemplo de lo cual es que Ucrania, los países europeos y hasta Estados Unidos habían impuesto un "alto al fuego" como condición para iniciar los diálogos en Estambul. Rusia no lo suscribió y, en cambio, la mesa está servida en el país otomano, adonde han acudido los involucrados directos en el conflicto, en medio de severas retaliaciones de Rusia contra su país vecino. El ritmo de demolición de Ucrania va más rápido que la hoja de ruta de acuerdos en la mesa.

En cambio, Ucrania pierde en el ámbito militar, pierde apoyo militar y financiero de Estados Unidos, cuenta con menores posibilidades de negociación a causa del viraje en la política de Washington y está respaldada por actores que inciden negativamente en el proceso de paz —Estados europeos—, pero que no le garantizan condiciones para resultar victoriosa en el terreno —la empujan a pelear sin darle condiciones definitivas para ganar—.

Esta condición de desventaja estratégica obligará a Ucrania a tener que ceder en un costosísimo acuerdo, si deciden suscribirlo.

En este sentido es importante destacar la situación puntual —presente— y de conjunto —multifactorial y a largo plazo— que obligaría a ucrania a asumir un doloroso acuerdo de paz.

La continuidad de la guerra podría llevar a Ucrania, a su Estado y a su nación, a un nivel de disfuncionalidad absoluta si Estados Unidos decide no seguir pagando las facturas. El riesgo en el presente es el deterioro aun mayor de las condiciones materiales del país pero, a largo plazo, las condiciones apuntarán a una pérdida de la propia condición existencial de Ucrania. Este país, artificial, resultado de las accidentadas dinámicas postsoviéticas, podría desaparecer en su forma como Estado actual.

Otro escenario altamente posible, si la situación continúa, es el de una reingeniería del poder en Ucrania a causa del agotamiento de la infraestructura política del país, bien sea mediante un quiebre institucional si Zelenski se perpetúa como obstáculo a la paz, o mediante un cambio de liderazgo, una vez que Occidente le suelte la mano al susodicho, lo cual en algún momento ocurrirá.

Si bien Ucrania y Rusia han dicho que desean encontrar condiciones para la paz, lo difícil está en el ámbito de los acuerdos duraderos y sólidos. El proceso luce estancado y la tendencia no va a cambiar hasta que el camino sea despejado, al retirar algunos inamovibles actuales.

Donald Trump ha logrado iniciar una fallida y accidentada ruta, pero hoja de ruta a fin de cuentas. Ha subestimado y analizado superficialmente las variables del conflicto, por lo que claramente fracasó en su promesa de lograr la paz en "24 horas" o "100 días". El mandatario ha descubierto que este nudo crítico no es un strip bar de Nueva York, ni es como comprar un hotel.

Este asunto es, para Trump, una promesa de campaña y la ejecución de un repliegue, no tan ordenado, de Estados Unidos en un frente vital de su estrategia hegemónica. Pero para Rusia cualquier marco de acuerdos es una cuestión esencial a su seguridad estratégica vital al} largo plazo. No tomarán nada en vano, han demostrado estar prestos para muchos escenarios y esperan muy poco de Occidente.

Las posibilidades solo dejan un final abierto: o habrá paz muy pronto, o no la habrá quizá en mucho tiempo.

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