Vie. 12 Diciembre 2025 Actualizado 4:40 pm

AdobeStock_217866769-scaled.jpeg

El concepto de "competencia estratégica" planteado por Washington en la nueva Estrategia de Seguridad Nacional no busca un "ganar-ganar", sino impedir que China gane terreno (Foto: American Compass)
"Competencia estratégica" o el dilema de una retirada

Washington confiesa su incapacidad de contener a Beijing

La reciente publicación de la Estrategia Nacional de Seguridad de 2025 (ESN 2025) del gobierno de Donald Trump, publicada a comienzos de este diciembre, marca un punto de inflexión en la política exterior estadounidense. Lejos de ser un mero reajuste, el documento representa una ruptura conceptual con décadas de hegemonía liberal.

El texto desplaza el foco de la contención integral de la era Biden hacia la "competencia estratégica" con China. Se trata de un concepto más acotado, enmarcado menos como una contienda ideológica y más como una lucha por la preeminencia económica y tecnológica.

Esta transformación se manifiesta en un lenguaje que abandona abiertamente las aspiraciones a un "orden internacional basado en reglas" y se orienta hacia una visión de poder realista y territorial, centrada en el Hemisferio Occidental y en el control de cadenas de valor críticas.

Giros de lenguaje: Del orden basado en reglas al poder hegemónico

La ESN 2025 abandona el tono moralista que caracterizó tanto al enfoque de Biden como al de la primera administración Trump. Aunque el texto adopta un término aparentemente menos confrontacional, presenta objetivos igualmente definidos.

Si bien la ESN de 2017 presentaba a China como un "rival revisionista" que desafiaba un orden liberal, y la de 2022 insistía en que "democracias y autocracias están en competencia", la ESN actual se distancia del discurso ideológico. En su lugar, proclama: "Es natural y justo que todas las naciones pongan primero sus intereses y defiendan su soberanía" (pág. 9).

La "competencia estratégica", en el contexto de Trump, implica una rivalidad estructurada y asimétrica destinada a negar la paridad estratégica china, contener su influencia tecnológica y militar, y preservar la primacía estadounidense en áreas críticas. No se busca un "ganar-ganar", sino impedir que China gane terreno.

Esta competencia se articula en tres dominios interconectados: económico-tecnológico, militar y de gobernanza global. La estrategia prioriza el desacoplamiento en sectores de "tecnología de doble uso" —semiconductores, inteligencia artificial, ciberseguridad— y refuerza alianzas económicas excluyentes, como se observa en su trato hacia Europa.

Se evita deliberadamente el lenguaje de "responsabilidad compartida" o "cooperación climática" que permeaba el texto de Biden, centrándose en cambio en la disuasión por fuerza y la ventaja competitiva.

Paradójicamente, mientras se invoca la soberanía de las naciones, Washington impone condiciones a sus aliados y amenaza con retirar su paraguas de seguridad si no cumplen con sus exigencias. La ESN 2025 transmite un mensaje claro a Europa: "Necesitan empezar a contribuir más y asumir más responsabilidad por su propio futuro".

Además, presenta una política exterior centrada en la apropiación del hemisferio occidental, con una actitud explícitamente hostil hacia la presencia de "competidores no hemisféricos" en América Latina.  La expresión es una novedad introducida en esta ocasión, y aparece en al menos tres ocasiones, siempre en relación con China. El documento reza: "Negaremos a los competidores no hemisféricos la capacidad de posicionar fuerzas u otras capacidades amenazantes, o de poseer o controlar activos estratégicamente vitales, en nuestro hemisferio".

"Competencia estratégicA" o la incapacidad de contener a China

El concepto de "competencia estratégica" es la proyección coordinada de poder económico, tecnológico y militar para mantener la ventaja comparativa de Estados Unidos en sectores críticos y evitar la transición hacia un orden multipolar liderado por China.

La ESN 2025 reconoce implícitamente que contener a China ya no es viable, la segunda economía más grande del mundo está demasiado integrada en el sistema global como para ser aislada. En lugar de contención, Washington apuesta por la competencia en sectores que definen el futuro del poder económico: inteligencia artificial, semiconductores, minerales críticos y biotecnología. Estas áreas son vistas como “los bloques fundamentales” de la disputa.

Sin embargo, el documento revela una debilidad estructural de Estados Unidos al reconocer que necesita aliados para competir, pero simultáneamente socava las alianzas multilaterales que podrían ofrecer ventaja colectiva. La ESN 2025 insiste en una relación "transaccional" con socios como Japón, Corea del Sur e India, enfocándose en su utilidad para "detener a adversarios" o "contribuir a la seguridad del Indo-Pacífico". Esta visión instrumental reduce a los países aliados a piezas en un tablero de competencia con China, ignorando sus propias agendas regionales.

El componente militar de la competencia estratégica tiene un epicentro claro: Taiwán. La ESN 2025 es explícita al afirmar que "cualquier intento de cambio unilateral del status quo en el estrecho de Taiwán es inaceptable" y promete "modernizar y expandir de manera significativa las capacidades de disuasión en el Indo-Pacífico". Esto se traduce en un aumento previsible de ventas de armas avanzadas a la isla y una mayor rotación de fuerzas estadounidenses en la región, un potencial detonante de una escalada involuntaria.

Esta obsesión con el escenario asiático contrasta radicalmente con el tratamiento reservado a los aliados tradicionales. Estados Unidos, efectivamente, abandona el compromiso de seguridad colectiva indiscriminado con Europa, instando a los aliados de la OTAN a asumir una mayor carga de su propia defensa para permitir que Washington concentre recursos en el Pacífico. Algunos críticos, resumen este giro como "Estados Unidos cambia prioridades: compite con China, estrangula a Europa, olvida al resto". El mensaje es que Europa debe ser un apéndice industrial-militar útil para la competencia con China, no un foco de atención primario.

Taiwan ocupa un lugar central en la ESN 2025, pero no como democracia amenazada, sino por su dominio en la producción de semiconductores y su posición estratégica en las rutas marítimas del Mar de China Meridional. Se afirma que "disuadir un conflicto sobre Taiwán, idealmente preservando la superioridad militar, es una prioridad". Aunque mantiene la política declaratoria de no apoyar cambios unilaterales en el estrecho de Taiwan, el lenguaje se ha suavizado respecto a versiones anteriores: ahora dice "no apoya" en lugar de "se opone", lo que ha generado inquietud entre analistas.

Es muy revelador el vínculo explícito entre la defensa de Taiwan y los intereses económicos estadounidenses. La ESN 2025 advierte que "una potencia potencialmente hostil podría imponer un sistema de peaje" sobre el Mar de China Meridional, lo que "tendría implicaciones mayores para la economía estadounidense". Ante esto, exige a aliados como Japón y Corea del Sur que "hagan más" para la defensa colectiva, particularmente para "proteger la primera cadena de islas" una línea estratégica que incluye a Japón, Taiwan y Filipinas.

Este enfoque revela que, mientras Washington defiende la "soberanía" de Taiwan y se pronuncia contra la "unificación forzada"; se opone a la presencia de China en América Latina bajo el argumento de proteger "su" hemisferio. A pesar de que Pekín no mantiene bases militares en el continente y su presencia se limita a inversiones comerciales y de infraestructura.

La ciberseguridad como campo de batalla silencioso

La ESN 2025 eleva la ciberseguridad y la competencia en el dominio digital a un nivel de prioridad sin precedentes, equiparándolo con los dominios físico y económico. El documento identifica a China como la principal amenaza cibernética, acusándola tanto de "robo a gran escala de propiedad intelectual y el espionaje industrial" como "de amenazas contra nuestras cadenas de suministro que ponen en riesgo el acceso de Estados Unidos a recursos críticos, incluidos minerales y elementos de tierras raras".

Algunos análisis describen a China no solo como una amenaza económica, sino como un actor capaz de paralizar infraestructuras críticas y desestabilizar la economía estadounidense mediante ataques digitales, por lo que Washington planearía invertir fuertemente en capacidades defensivas, pero también coordinar una "respuesta unificada" con aliados frente a la "agresión cibernética china".

Esta dimensión refleja una nueva fase de la competencia estratégica, en la que la espionaje económico y la guerra híbrida se entrelazan con la diplomacia y el comercio. Sin embargo, el documento no detalla cómo se definirá un "ataque cibernético" ni qué tipo de represalias se considerarían legítimas, lo que abre la puerta a interpretaciones arbitrarias y escaladas no convencionales.

Esto marca una militarización clara del ciberespacio y anticipa una escalada en las operaciones clandestinas de inteligencia y contrainteligencia digital. Esta disputa se presenta como un aspecto crucial de la competencia estratégica, donde la ventaja tecnológica definirá la posición relativa de poder.

Sin embargo, la ESN omite completamente el papel de Estado Unidos como uno de los mayores actores en ciberespionaje global, lo que socava su postura moral en este terreno. Su estrategia no propone normas comunes, sino bloques excluyentes que reproducen la lógica de la Guerra Fría en el ámbito digital.

Ciberseguridad-China-EEUU.webp

Expertos aseguran que Estados Unidos usa a China como adversario ficticio para justificar su creciente militarización del espacio (Foto: Archivo)

La propia ESN 2025 admite —a regañadientes— que la interdependencia económica y la capacidad de proyección de China limitan su eficacia. Es la constatación de una potencia que ya no puede sostener su papel de "gendarme mundial" y se pierde la oportunidad de trazar una hoja de ruta hacia un nuevo liderazgo multipolar.

Frente a la incapacidad de contener a China, Washington opta por una estrategia a tres bandas: proteger su hemisferio, competir en sectores estratégicos y exigir a sus aliados que asuman los costos de la contención. Sin embargo, esta lógica transaccional, combinada con una retórica soberanista que contradice sus propias prácticas intervencionistas, podría acelerar la fragmentación del orden internacional que tanto teme.

Esta fragmentación no significa desconexión total, sino la formación de bloques económicos regionales con reglas propias. En este contexto, el eje China-Rusia-BRICS emerge como el núcleo de una nueva esfera de integración. Los mercados energéticos, antes globalizados, se están reconfigurando en circuitos paralelos: uno dominado por el dólar y la OTAN, y otro basado en la complementariedad, monedas locales y acuerdos bilaterales de largo plazo.

La ESN 2025 es una admisión contundente de que décadas de hegemonía no han producido necesariamente los dividendos de seguridad que Estados Unidos esperaba. En última instancia, refleja menos una estrategia coherente y más un intento de gestionar el declive relativo de un imperio en un mundo multipolar que ya no gira en torno a sus pulsos narrativos.

— Somos un grupo de investigadores independientes dedicados a analizar el proceso de guerra contra Venezuela y sus implicaciones globales. Desde el principio nuestro contenido ha sido de libre uso. Dependemos de donaciones y colaboraciones para sostener este proyecto, si deseas contribuir con Misión Verdad puedes hacerlo aquí<