Mié. 09 Octubre 2024 Actualizado 6:41 am

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Al capitalismo global le preocupa la degradación de la Amazonía por un lado y por el otro está diseñado para degradar la región (Foto: Getty images)
Cooperación ante la crisis ambiental global

La Amazonía: entre la soberanía y la internacionalización

Hasta el pasado viernes 7 de julio más de 4 mil personas habían sido evacuadas por autoridades militares que luchan contra la minería ilegal en la Amazonía de Venezuela. Así lo informó vía Twitter el comandante estratégico operacional de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana (FANB), general Domingo Hernández Lárez.

Como parte de la Operación Autana que se ha realizado últimamente en la zona fronteriza con Brasil y Colombia, en particular en el Parque Nacional Yapacana del estado Amazonas venezolano, se estableció un canal humanitario para la movilización voluntaria que se suma "al deber y derecho constitucional de resguardo ambiental", señaló el alto funcionario militar.

"Limpiar el Amazonas de minería ilegal"

El lunes siguiente en el programa "Con Maduro+" el presidente Nicolás Maduro instruyó a la FANB continuar la lucha contra esta actividad que ocasiona graves daños sociales y ecológicos en la zona. Declaró que:

"Lo primero que hay que hacer es limpiar el Amazonas de minería ilegal, prohibir la deforestación, (...) ir a una regeneración de suelo, una reforestación total, apoyados en el poder divino, espiritual y ancestral de los pueblos indígenas que viven en el Amazonas".

El primer mandatario confirmó que diariamente recibe informes del Comando Estratégico Operacional de la FANB (Ceofanb) para seguir el progreso de la protección de esa zona en Venezuela y explicó que los mineros ilegales del país, Colombia y Brasil han causado graves daños a los parques nacionales.

Señaló que la evacuación humanitaria se ha realizado en dos semanas mediante un puente aéreo y fluvial, y que la Operación Autana incluye atención personalizada a los mineros que abandonan voluntariamente los yacimientos ilegales, chequeos médicos, reubicación a otros estados del país y un registro, lo que implica una logística compleja, pero efectiva.

Maduro expresó su apoyo total a la revitalización de una agenda concreta para preservar la Amazonía, que respete la soberanía de los Estados de la región y los derechos de las comunidades indígenas, por lo que el Estado venezolano respaldará el desarrollo de los planes que se diseñen en conjunto en la Organización del Tratado de Cooperación Amazónica (OTCA), que une a todas las naciones de la zona, incluida Venezuela.

Mirando hacia la cooperación amazónica

Una clave en la declaración del Presidente fue que la protección del Amazonas dependerá también de la unidad de "todas las instituciones suramericanas". Sus palabras se dan en el marco de la preparación de la cumbre de la OTCA que se llevará a cabo el próximo agosto en la ciudad brasileña de Belén do Pará.

Este organismo, creado en 1995 bajo los parámetros del Tratado de Cooperación Amazónica (1978), no se reunía desde 2009. A partir de entonces no ha habido actividad de la entidad y, por ende, tampoco acciones conjuntas de los ocho países miembros. Su relanzamiento surge a partir de la iniciativa del presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula Da Silva, y sus encuentros con distintos presidentes de Suramérica, entre ellos Maduro.

A la reunión preparatoria realizada en la ciudad de Leticia, capital del departamento colombiano del Amazonas, asistieron los presidentes de Colombia y Brasil, Gustavo Petro y Lula, quienes conversaron sobre la coordinación regional de los países con territorio en la zona para preservar la selva tropical más grande del mundo.

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Lula y Petro lideran la coordinación regional de los países amazónicos para preservar la selva tropical más grande del mundo (Foto: Twitter)

También asistió una delegación venezolana encabezada por el ministro de Ecosocialismo, Josué Lorca, junto a sus homólogos de Colombia, Bolivia, Brasil, Ecuador, Guyana, Perú y Surinam. El titular de la autoridad ambiental venezolana señaló en el programa presidencial que los países amazónicos han desarrollado una agenda para la "revitalización" de la OTCA.

En Leticia se buscó generar insumos, crear acciones estratégicas de conservación, establecer trabajos y lenguajes conjuntos para fortalecer el tratado de cooperación que tiene 40 años de creado y analizar el tema de financiación sostenida que permita que la selva se convierta en un pilar climático para la humanidad.

Al respecto Lula da Silva aseguró que:

"hablar de la Amazonía es hablar de superlativos: es la selva tropical más grande del mundo, el hogar de 10% de todas las especies de animales y plantas del planeta; tiene 50 millones de habitantes con 400 pueblos indígenas que hablan 300 idiomas, posee las mayores reservas de agua dulce del planeta, incluido un verdadero océano subterráneo".

¿Soberanía o internacionalización?

En noviembre pasado Petro fue visitado por la jefa del Comando Sur de Estados Unidos, generala Laura J. Richardson, con quien conversó respecto a la política antidrogas como asunto de primordial avance para ambos países.

Además, el presidente colombiano propuso crear una fuerza militar que se concentre en la "protección" de la selva amazónica. El objetivo de dicho cuerpo con alcances militares sería abordar los incendios que son cada vez más frecuentes en la zona y que, a decir de Petro, representan un problema de seguridad que involucra a toda la humanidad. El presidente de Colombia, país que es socio global de la OTAN, dijo:

"Le proponía a la general la construcción de una fuerza, que ya me dijo ella tenía un esbozo en Brasil, una fuerza militar con helicópteros, etcétera, pero destinada a apagar los fuegos de la selva amazónica, que es el principal problema de seguridad de la humanidad hoy".

Por otra parte, durante su visita a Washington en febrero pasado, Lula dijo que cree que Estados Unidos ayudará a proteger la Amazonía, aunque no especificó de qué manera: "No hablamos concretamente del Fondo Amazonía", matizó.

En las últimas décadas se ha instalado un debate respecto a la pretensión de internacionalizar el gran bioma por parte de la llamada "comunidad internacional". El argumento, que a primera vista parece loable, es que la región es considerada esencial para la preservación de la calidad de vida en el planeta debido a que su alta masa boscosa permitiría depurar el exceso de gases de efecto invernadero como el dióxido de carbono (CO2), aportaría ingentes cantidades de oxígeno a la atmósfera y regularía los ciclos y patrones climáticos del planeta.

Además, la cuenca más grande del mundo, que representa 20% del agua dulce de la Tierra, posee grandes depósitos de minerales como hierro, cobre, manganeso, casiterita, bauxita, níquel, caolín, titanio, vanadio, oro, diamantes, yeso, piedra caliza, sal de roca.

También una amplia diversidad biocultural expresada en sus más de 400 pueblos indígenas y una cantidad importante de las especies biológicas del planeta en 7 millones de kilómetros cuadrados de bosques y sabanas. Hay un consenso de que estas características le otorgan "riqueza" a la región, pero también la "salvación" a la humanidad, y allí está la bipolaridad de nuestro imaginario.

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Se dice que el Amazonas posee "riqueza" y que significa también la "salvación" a la humanidad (Foto: AFP)

La discusión sobre su condición de "patrimonio internacional" revivió en 2019 cuando el presidente francés Emmanuel Macron declaró que la idea de conferir un estatus internacional "es una cuestión real que se impondría si un Estado soberano tomase medidas concretas que claramente se opusieran al interés del planeta".

El mandatario europeo agregó que instalar esa cualidad "es un camino que permanecerá abierto en los próximos meses y años", ya que el reto del cambio climático afecta a todos y nadie puede decir: "Este es solo mi problema".

Dichas expresiones fueron rechazadas por el entonces presidente brasileño Jair Bolsonaro, quien exigió a Macron que se retractara como condición para aceptar una ayuda de 22 millones de dólares por parte del G7 a Brasil para combatir los incendios en la Amazonía.

Algunos antecedentes:

  • El capitán de la Marina de Estados Unidos, Mathew Fawry, sugirió en 1817 que Estados Unidos tomase la iniciativa de estimular la creación del "Estado Soberano de la Amazonía".
  • El consorcio Bolivian Syndicate of New York, cuyo director era sobrino del entonces presidente estadounidense Theodore Roosevelt, determinó en 1902 que tendría soberanía sobre parte del territorio que estaba en disputa entre Brasil y Bolivia, lo que fue detenido por élites locales y anexó en definitiva la provincia de Acre a Brasil (Tratado de Petrópolis, 17 de noviembre de 1903).
  • En 1989 Al Gore, entonces vicepresidente de Estados Unidos, afirmó ante el Senado de su país que "al contrario de lo que piensan los brasileños, la Amazonía no les pertenece a ellos sino a todos nosotros".
  • Ese mismo año François Miterrand, entonces presidente de Francia, creó las doctrinas de la "soberanía relativa" y el "derecho de injerencia", con las que señaló que "Brasil precisa aceptar una soberanía relativa sobre la Amazonía".

Esa noción de que la región "pertenece al mundo" no es nueva, las incursiones tras sus bienes naturales datan desde la invasión colonial europea que comenzó en 1492. Lo que sí parece nueva es la posición de ambos presidentes de izquierda y el detalle raro que hace ver a Bolsonaro más nacionalista que Lula.

¿Quién protege qué?

En la web se hizo famosa la respuesta del exgobernador del Distrito Federal y exministro de Educación de Brasil, Cristovam Buarque, ante la pregunta sobre qué pensaba de la internacionalización de la Amazonía, en el año 2000. Su exposición se centró en lo que es "importante para la humanidad" como la Amazonía.

El político refirió que también deberían ser internacionalizadas las reservas de petróleo, el capital financiero de los países ricos, los museos como el Louvre, los arsenales nucleares de Estados Unidos o la zona de Manhattan, localidad donde funciona la sede principal de la Organización de Naciones Unidas (ONU) porque también son importantes para la humanidad.

De la lógica colonialista que infantiliza los países del Sur Global es que surgen iniciativas de intervenirlos para asegurarse de que la naturaleza sean "bien manejada". Este razonamiento hegemónico emana desde naciones como Francia, Reino Unido o Estados Unidos, que son los mismos que se niegan a reducir la acumulación capitalista, causa real de las emisiones globales de gases invernadero y de la deforestación —también llamada "cambio de uso de la tierra"—, que ha alcanzado 17% de la Amazonía.

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La Amazonía ya emite más CO2 del que absorbe debido a una combinación de deforestación, cambio climático e incendios (Foto: BBC)

La crisis ambiental global ha internacionalizado los efectos de un modelo civilizatorio que, por un lado, se preocupa por la degradación de la Amazonía y, por el otro, está diseñado para erosionar la zona. Un estudio publicado por la revista Nature en 2021 reveló que la región ya emite más CO2 del que absorbe debido a una realimentación positiva entre deforestación, cambio climático e incendios.

Debido al "efecto mariposa", la Amazonía sustenta gran parte del sistema alimentario global al regular los patrones de lluvia en el mundo. Modelos científicos publicados por la revista Journal of Climate demuestran cómo su deforestación continua podría reducir significativamente las precipitaciones vitales para la producción de alimentos en Estados Unidos y el mismo Brasil,  que hoy generan 66% de la soja del mundo, 42% del maíz y 30% de sus aves de corral, por ejemplo.

Disputas, negociaciones y decisiones

Está claro que la región amazónica es de interés para Estados Unidos, pero lo es más para Brasil, cuya doctrina militar asume que:

"La Defensa Nacional, además de ser un vector importante para la preservación de la Soberanía Nacional, también permite el mantenimiento de la integridad territorial, la consecución de los objetivos nacionales, la protección del pueblo y la garantía de no injerencia externa en el territorio nacional y sus aguas jurisdiccionales, incluido el espacio aéreo suprayacente, los cauces de los ríos y el mar, el lecho fluvial y el subsuelo marino".

En lo geopolítico Brasil, que hace parte del G20 al mismo tiempo que de los Brics, sostiene su profundidad estratégica en la no injerencia. Sin embargo se entiende que, ante la crisis global en proceso, existe el riesgo de una militarización del ecologismo, a saber: utilizar la excusa de la crisis para intervenir y avanzar en la toma de posesión de territorios donde ya decide el capitalismo globalizado a través de sus corporaciones.

Cabe aclarar que en el episodio Macron-Bolsonaro este no apelaba a un nacionalismo soberano sino que defendía el "derecho" a expoliar por parte de la oligarquía terrateniente que lo llevó al poder. Por otra parte, una intervención como la planteada por Macron, o un eventual apoyo de Biden, no se basarían en una mera preocupación ambiental sino en atajar las perturbaciones que puedan alterar el orden mundial existente pero en declive.

Lula aspira a un liderazgo mundial dentro de la agenda climática, mientras Petro hace lo propio respecto a sus iniciativas de "canje de deuda por naturaleza", sus esfuerzos miran a agendas "verdes" en las que las élites globales se niegan a ceder sus beneficios económicos y geoestratégicos. En este sentido se corre el riesgo de una extranjerización de la causa de la protección del Amazonas que se traduzca en una revigorización de la influencia occidental sobre el continente.

Además, dichas agendas de transición verde tienen como base estratégica material los mismos minerales que están bajo las selvas que dicen defender.

América Latina se perfila como escenario de batalla entre potencias declinantes y emergentes. Venezuela requiere una visión, soberana y a la vez regional, que apuntale a mecanismos como la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac) y la misma OTCA que equilibren el poder de las iniciativas de países occidentales, con un bloque regional que tenga poder de negociación y decisión de los países de la cuenca amazónica a favor de la soberanía.

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