El continente africano, igual que el americano, fue colonizado e intervenido por naciones europeas y, aunque los procesos fueron distintos, hay vasos comunicantes entre las dos historias, así como las hay con Asia.
Uno de los referidos conductos es el comercio de esclavos que ocurrió desde África hacia América entre los siglos XVI y el XIX tardío. Otro canal comunicante es la actual división internacional del trabajo, ese ordenamiento global en que las metrópolis europeas impusieron a ambos continentes el papel de ser enclaves extractivos, no importa de qué modelo económico se tratara.
La independencia incompleta y el prisma de la superioridad racial
Desde finales del siglo XIX el desarrollo europeo se afincó mucho más en el saqueo de tierras africanas y la compra-venta de su gente. Además, muchos hombres africanos se alistaron para luchar en las guerras de sus colonizadores: miles de soldados de ese continente participaron en ambas guerras "mundiales".
Luego de esta confrontación en el Norte Global el efecto fue inminente. Una ola anticolonial se extendió por África, ante lo que Francia, Gran Bretaña, Bélgica y Portugal, además de otras potencias imperiales, respondieron según sus circunstancias políticas y económicas. Todas se enfrentaron a la resistencia nacionalista, ninguna accedió sin presiones internas a conceder la independencia a sus colonias. La mayoría de los movimientos anticoloniales utilizaron tácticas no violentas, aunque Francia y Gran Bretaña respondieron con represión, lo que degeneró en luchas armadas por la independencia nacional durante los años 50 y 60.
Los levantamientos armados en Madagascar, Argelia y Camerún fueron brutalmente reprimidos por los franceses, y Gran Bretaña empleó métodos draconianos para acabar con la insurgencia Mau Mau en Kenia mediante la masacre de la población civil que vivía en las zonas controladas por los rebeldes.
Ambas potencias acabaron accediendo a las demandas africanas de independencia, confiando en su capacidad para transferir el poder político a gobiernos africanos que estuvieran dispuestos a proteger sus intereses económicos y políticos. Mientras, Bélgica y Portugal optaron por proteger sus intereses por medios militares a través de largas guerras para resistirse a la descolonización en el caso de Portugal, o intervenir de manera cruenta como Bélgica en el Congo ya independizado.
La presencia de colonos blancos cambió la dinámica de todas las luchas por la independencia en la Argelia francesa, Angola y Mozambique portuguesas, Rodesia británica (actual Zimbabwe), Sudáfrica y Namibia dominadas por los afrikáners, lo que dio lugar a prolongadas guerras de liberación nacional en las que se involucraron factores de la Guerra Fría: Estados Unidos, China, Cuba y la Unión Soviética (URSS).
En particular, la presencia de Estados Unidos en los procesos políticos de África se intensificó en los años 70. Desde el estamento occidental liderado por Washington el impulso cobrado por los movimientos nacionalistas africanos era visto con recelo y fue objetivo de exterminio por parte de la CIA, caso Lumumba, considerando que eran producto de la "subversión comunista externa". África era vista a través del prisma de los derechos de las minorías blancas y de la Guerra Fría.
Esto se tradujo en una nueva forma de intervención durante aquella década: los golpes de Estado. En marzo pasado el general estadounidense Michael Langley, jefe del Comando de Estados Unidos en África (Aricom), admitió ante el Comité de Servicios Armados de la Cámara de Representantes de su país que alrededor de 1% de los militares que han recibido entrenamiento por parte de las Fuerzas Armadas de Estados Unidos habrían participado en el derrocamiento de dirigentes políticos en África.
Una investigación sistemática publicada en 2003 reveló que, entre 1956 y 2001, en África se produjeron 188 golpes de Estado que, sumados a los 44 que se han producido desde entonces hasta 2021, dan un total de 232, a razón de 3,5 por año en todo el continente.
Por su parte, durante la Guerra Fría la URSS se interesaba por la descolonización del "Tercer Mundo" porque ofrecía la posibilidad de nuevas alianzas en la lucha contra el imperialismo occidental. Desde Moscú se argumentaba que el atraso de las naciones emergentes era el resultado de la explotación capitalista y se consideraba que la eliminación del capitalismo colonial era necesaria para su avance, por lo que el triunfo de la liberación nacional sobre el imperialismo era una condición previa para la integración y para la victoria del socialismo sobre el capitalismo.
La disputa por África, entre la intervención y el control
El acecho sobre los gobiernos africanos parte de los intereses corporativos foráneos manejados por la vieja y nueva configuración colonial. La noción de "patio trasero" habilitada por el Norte Global se extiende hacia este continente acentuando el abandono, lo que ha ampliado las condiciones que generan pobreza y marginación global, además de mecanismos multifactoriales de extorsión política y económica.
Se hace cada vez más evidente que ese arreglo de fronteras es utilizado hoy por Occidente para imponer la doctrina del shock, a saber: Estados Unidos y sus satélites se han aprovechado del hervor interétnico para aumentar su influencia y control en África, así como para desconfigurar cualquier iniciativa o gobierno que busque una voz propia del continente, como fue el caso de Gadaffi. No solo está el vulgar asesinato de este líder y la consecuente destrucción de Libia sino la dotación —en algunos momentos—de armamento y logística a grupos extremistas como Boko Haram, la “formación” de militares al servicio de cambios de régimen, la instauración de mecanismos de poder blando vía ONG para el control de sistemas agroalimentarios, y demás figuras de “cooperación” con las que se perturban los intereses de las potencias globales emergentes como China, India, Rusia y la misma Sudáfrica. Particularmente las gestiones de este país en asumir iniciativas de paz como ocurrió en Libia y recientemente en Ucrania.
El periodista Nick Turse ha investigado la manera aparentemente silente como la que el Comando de África de Estados Unidos (Africom) ha intervenido en el continente. Su expansión operativa ha aumentado a la par del terrorismo y no parece casual. Este brazo militar fue creado, según su primer comandante, el general William Ward, para "ser un tipo diferente de comando": menos duro, más cuerpo de paz. "Africom se enfoca en la prevención de guerras", dijo la subsecretaria adjunta de Defensa para Asuntos Africanos, Theresa Whelan , en 2007, "en lugar de combatir la guerra".
Sin embargo, entre 2013 y 2017 los comandos estadounidenses entraron en combate en al menos 13 países africanos: Burkina Faso, Camerún, República Centroafricana, Chad, República Democrática del Congo, Kenia, Libia, Mali, Mauritania, Níger, Somalia, Sudán del Sur y Túnez.
A raíz de una emboscada realizada en 2017 por militantes de ISIS a tropas estadounidenses en Níger, en la que murieron cuatro militares, el senador republicano Lindsey Graham, entonces miembro del Comité de Servicios Armados del Senado, dijo: "No sabemos exactamente dónde estamos en el mundo, militarmente, y qué estamos haciendo". Esa década Estados Unidos había realizado al menos 36 operaciones y actividades mencionadas en África, más que en cualquier otro lugar del mundo, incluido el Medio Oriente.
Precisamente la ONU denunciaba en 2022 que la cuenca del lago Chad, que colinda con el país homónimo, Nigeria, Níger y Camerún, es la mayor zona de operaciones del ISIS, mientras que las zonas del Sahel son "ingobernables" y Somalia sigue siendo el "epicentro" del Estado Islámico en el Cuerno de África.
Aunque las autoridades del Pentágono lo negaron reiteradamente, Turse develó datos sobre una red de bases militares en África que incluyen bases de aviones no tripulados en Níger, Camerún y el Cuerno de África. También una red secreta de puestos de espionaje de la Agencia de Seguridad Nacional (NSA) en Etiopía y Mali.
Es un clásico para Occidente mantener el caos en regiones donde es crucial la disputa geoestratégica. En el Sahel G5, que incluye a Burkina Faso, Chad, Mali, Mauritania y Níger, China tiene intereses geopolíticos y Rusia ha desplegado programas de cooperación en seguridad: Níger tiene entre 5% y 7% del uranio de grado más alto del mundo y la quinta reserva más grande del orbe. Mali tiene 4 millones de toneladas de litio y 1,63 toneladas de bauxita a partir de 2017 —lo que se traduce en 572 toneladas de aluminio—, 2 millones de toneladas de mineral de hierro, 800 toneladas de oro, manganeso y 10 millones de toneladas de piedra caliza. Chad tiene agua, un activo particularmente valioso en esa parte del mundo. Burkina Faso y Chad tuvieron golpes en los últimos dos años, Mali tuvo dos, Níger tuvo un intento "fallido" en 2021.
El lastre de la deuda y la tutela financiera
En buena parte de África existen Estados reconocidos internacionalmente como soberanos pero siguen siendo bastante dependientes de las metrópolis coloniales. Los mecanismos de dominación son diversos pero los económicos son quizás los más visibles junto a los culturales. Van desde las capas dirigentes autóctonas, muchas de ellas aliadas objetivas del capital transnacional, aunque existen fricciones internas muy dinámicas; hasta relaciones serviles mediadas por los más de 450 mil millones de dólares de deuda que tiene el continente con entes como el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial.
Actualmente dedican entre 15% y 30% de sus exiguos presupuestos a pagar los altos intereses de su deuda externa, aun cuando los organismos internacionales y algunos países anuncian reducciones y aplazamientos. Ninguno de los diez países más endeudados del planeta pertenece al continente africano pero siguen siendo los que más problemas afrontan a la hora de cumplir con los pagos, decía el ex presidente de Tanzania, Julius Nyerere: "¿Deberíamos realmente dejar que nuestra gente muera de hambre para poder pagar nuestras deudas?".
La más antigua experiencia de unidad monetaria en el continente existe en torno al franco CFA, una divisa que emplean 14 países africanos, la mayoría de pasado colonial francés (o zona franco). También llamada "Francáfrica", la moneda fue creada al final de la Segunda Guerra Mundial para "facilitar el drenaje de recursos de estos territorios conquistados hacia la metrópolis y, a la vez, asegurarse el control económico de estas colonias", a decir de la periodista Fanny Pigeaud, quien publicó el libro El arma invisible de la Francáfrica: una historia del franco CFA junto al economista senegalés Ndongo Samba Sylla.
Su valor está ligado al de la divisa que use Francia, en la actualidad el euro, y existen dos versiones: la emitida por el Banco Central de los Estados de África Occidental (BCEAO, por sus siglas en francés) y el Banco de los Estados de África Central (BEAC). Aunque valen lo mismo, no son intercambiables. Francia tiene representación en ambos organismos, por lo que Sylla y Pigeaud afirman que dicha moneda le sirvió a la potencia europea para reconocer oficialmente la soberanía de sus antiguas colonias sin soltar las riendas de sus economías.
Ambos bancos tienen la obligación de depositar 50% de sus reservas internacionales dentro de una "cuenta especial" del Tesoro Público francés, que a cambio garantiza la convertibilidad de los francos CFA a euros. Aunque les ofrece "estabilidad monetaria" cada país, obviamente pobre, debe fijar el valor de su divisa según lo haga la Eurozona. Además, aunque les ofrece mayor IDE, la misma Francia no invierte en los países de la "zona franco", que reciben solo 3,7% de la IDE francesa en África.
El duro tránsito hacia la unión
Trascender de la mera integración a la unión sólida es el tránsito de muchas regiones del Sur Global, le pasa a África, le pasa a América Latina. Uno de los factores que ha impactado tal proceso en África es la diversidad de sus liderazgos, que incide no solo por razones étnico-culturales sino por los distintos caminos desde donde han emergido personajes que han forjado una identidad política en el continente.
Aunque ha sido denotado peyorativamente por la propaganda occidental, el tercermundismo como noción marcó la pauta de los líderes de distintos países en pleno contexto de recomposición de la segunda posguerra y de los debates sobre el desarrollo de las distintas regiones del mundo. El concepto, acuñado en 1952 por el demógrafo y economista francés Alfred Sauvy, se utilizó para nombrar las abismales inequidades sociales a escala planetaria. En su libro The Darker Nations: A People's History of the Third World, Vijay Prashad afirma que "no fue un lugar", un espacio geográfico más o menos delimitable, sino "un proyecto".
El espectro de líderes africanos ha ido desde nacionalistas como Julius Nyerere (Tanzania), Kwame Nkrumah (Ghana), Patrice Lumumba (Congo), Modibo Keita (Mali), Gamal Abdel Nasser (Egipto) o Ahmed Sekou Touré (Guinea); pasando por militares como Thomas Sankara (Burkina Faso) o Muammar Gaddafi (Libia); hasta activistas como Nelson Mandela (Sudáfrica). De esta diversidad han surgido las fuerzas para encaminar la unión, no sin heridas, contradicciones y guerras en las que Occidente casi siempre ha sido la mano que detona los hechos. La no alineación propugnada por muchos de estos líderes logró traducirse en menor apoyo a la hegemonía occidental y mayor apoyo a la causa regional.
En un webinar organizado por United World International bajo el título de "África y el multilateralismo", con la participación de periodistas y expertos de varios países, el experto en África del Norte con sede en Argelia, Doğan Duyar, dijo:
"El desarrollo africano se desarrolla en ciclos de aproximadamente 60 años. El continente luchó 60 años por la independencia política de las potencias coloniales, lograda en la década de 1960. Luego siguió otra ola, que también duró 60 años, cuando las antiguas potencias coloniales y las nuevas, Francia y Estados Unidos, han establecido un dominio neocolonial sobre el continente. Hoy ha comenzado la tercera ola, cuando potencias emergentes como China, Rusia y Turquía apoyan una nueva tendencia de independencia en el continente".
Sus palabras resumen el devenir y la actualidad de un continente de más de 30 millones de kilometros cuadrados y mil 320 millones de habitantes.
Quizás el espacio más elocuente de lo que se ha denominado la "cuarta lucha africana" lo constituye la UA. Este espacio dio un paso vital durante la 30ª Sesión de la Asamblea de Jefes de Estado y de Gobierno de la Organización de la Unidad Africana (OUA, fundada en mayo de 1963), realizada en Túnez en junio de 1994.
Desde entonces se promovió la conformación de entidades regionales con mayores vínculos políticos y económicos que han pulsado por "la necesidad no solo de independencia política y mejora de los niveles de vida sino también de la liberación de la dependencia económica y del estancamiento democrático, que habían impedido la prosperidad en la corta vida independiente del continente", según plantea el intelectual guineano Carlos Lopes.
La UA le ha dado fuerza a una identidad geopolítica en la que los distintos pasos y logros han destacado un rol más allá del monólogo etnocéntrico de Occidente. Su Acta Constitutiva fue adoptada en julio del 2000 durante la Cumbre de Lomé (Togo) y firmada por 53 Jefes de Estados africanos, pero entró en vigor en la Cumbre de Lusaka (Zambia) en julio de 2001, luego de que el trigésimo sexto Estado firmante del Acta la ratificara, con lo que se alcanzaron las dos terceras partes requeridas. El importante polo geopolítico de unidad continental fue oficialmente inaugurado en la Cumbre de Durban, Sudáfrica, en julio de 2002. En 20 años ha tenido logros como:
- Políticas significativas sobre paz, seguridad y comercio a través de iniciativas como el Área de Libre Comercio Continental Africana (AfCFTA, por sus siglas en inglés). Se trata de la mayor área de libre comercio del mundo en términos del número de países participantes.
- La Comisión de la UA, que la representa en los diferentes espacios multilaterales, se encarga de establecer la agenda y representa los intereses africanos en foros globales junto a la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y la Unión Europea (UE).
- En lo que va del siglo XX las economías africanas, que sortearon la crisis financiera global de 2008 y 2009, han llegado a tener tasas de crecimiento de su PIB cercanas a 4%.
- Constitución en proceso del Banco Central Africano (BCA), una de las tres instituciones financieras de la UA que, junto al BEAC y el BCEAO, irá adquiriendo progresivamente responsabilidades del Fondo Monetario Africano. Busca promover una participación más activa de los Estados en el comercio regional mediante el ofrecimiento de apoyo financiero para gestionar los riesgos asociados a través de una mayor integración social y un amplio comercio interregional.
Hechos y cifras
La senda del panafricanismo, impulsada por el expresidente de Ghana Kwame Nkrumah (1960-1966), entre otros, ha tenido tropiezos, sin embargo algunas voces se han deslindado de un cierto estancamiento inducido desde el norte:
- En 2019, durante la Asamblea de la Unión Africana, el bloque político de 55 Estados expresó su apoyo al presidente Nicolás Maduro, como presidente legítimo electo. Además, en Mali, Túnez y Namibia, se registraron manifestaciones a favor de Venezuela frente a la agresión externa.
- En febrero de 2022, durante una sesión de la ONU en la que se votó para condenar la operación militar especial de Rusia en Ucrania, hubo 35 abstenciones, 15 de ellas fueron de países africanos, mientras que otros 16 de 40 se opusieron a la moción.
- En febrero pasado la cumbre se realizó en Addis Abeba, Etiopía, y se revisó la situación de Israel como miembro observador de la UA y la causa palestina. En esa, que fue la 36ª cumbre, los líderes africanos apoyaron totalmente al pueblo palestino en su lucha de resistencia ante la ocupación israelí. También afirmaron su respaldo a la membresía de Palestina en la ONU.
- En marzo pasado el presidente de Namibia (excolonia alemana), Hage Geingob, le dio una contundente respuesta al embajador de Alemania, Herbert Beck, cuando este le recriminó la presencia de ciudadanos chinos en el país que lidera. La respuesta fue: "¿Cuál es su problema con eso? ¿Por qué esto ahora supone un problema? Europa lo considera un problema, pero no es un problema para nosotros".
La contundente respuesta del Presidente de Namibia al embajador de Alemania que le recrimina la presencia de ciudadanos chinos en su paíshttps://t.co/Q4Ub6OKvlW pic.twitter.com/7hyFSWcdu3
— Annur Tv (@annurtv) March 6, 2023
- También en marzo pasado el presidente de la República Democrática del Congo, Felix Tshisekedi, reprochó a su homólogo francés, Emmanuel Macron, la postura de París hacia el país africano. Durante una rueda de prensa conjunta Tshisekedi dijo:
"Mírenos de otra manera, respetándonos, considerándonos como verdaderos socios y no siempre con una mirada paternalista, con la idea de saber siempre lo que nos hace falta".
- Durante un discurso en el Parlamento de Yibuti, el presidente de Kenia, William Ruto, cuestionó la necesidad de involucrar el dólar estadounidense en las actividades comerciales y resaltó la necesidad de abandonar la dependencia de esa moneda. Con ello hizo un llamado a la utilización de las monedas nacionales africanas para facilitar el comercio dentro del continente.
El agotamiento de la relación tutelar impuesta por Occidente ha provocado que en un continente con liderazgos tan dispares política e ideológicamente se asuman posturas en una dirección propia en función de intereses centrados en la realidad africana.
Multipolaridad en datos
Algunos datos que denotan cómo se perfila la multipolaridad en África:
- La Chinese Loans to Africa Database, una base de datos de la Universidad Johns Hopkins, estima que los financistas chinos firmaron mil 188 compromisos de préstamo por un valor de 160 mil millones de dólares con gobiernos africanos y sus empresas estatales entre 2000 y 2020.
- El comercio bilateral de Brasil con África en 2022 fue un tercio inferior al de 2013, cuando el flujo alcanzó casi 30 mil millones de dólares, sin embargo aumentó de 2 mil millones a 10 mil millones entre 2000 y 2010 y el actual gobierno de Lula ha propuesto integrar la UA como miembro del G20.
- Según el FMI África representó 15% de las inversiones totales en el exterior de la India entre 2017 y 2019. Los flujos de IDE desde el subcontinente asiático se concentran en el sector de servicios, que representa casi 75% del total.
- En el discurso de cierre de la Celac el presidente chino, Xi Jinping, invitó a las 33 naciones latinoamericanas a formar parte de las Nuevas Rutas de la Seda de Eurasia-África-Américas.
- 8 de los 26 países que han manifestado su intención de incorporarse a los Brics son africanos —Argelia, Egipto, Etiopía Nigeria, Senegal, Sudán, Túnez y Zimbabue—. El más reciente fue Etiopía, que el pasado 29 de junio envió su solicitud formal para unirse a este grupo de economías emergentes.
- Las empresas en crecimiento en Kenia recaudaron más de mil millones de dólares en la primera mitad de 2022, lo que representa un aumento de 422 % con respecto al año anterior. Estas empresas, junto a las de Nigeria, Egipto y Sudáfrica, obtuvieron en conjunto 92% de toda la inversión en alta tecnología.
- El pasado junio una delegación de líderes africanos encabezada por el presidente de Sudáfrica, Cyril Ramaphosa, y el senegalés, Macky Sall, visitó Ucrania y Rusia para intentar mediar con vistas a poner fin a la guerra desatada en febrero de 2022. La iniciativa fue invisibilizada sospechosamente por el gobierno polaco, que por 24 horas impidió el desembarco en Varsovia de periodistas sudafricanos y 120 agentes de seguridad movilizados por Ramaphosa para la misión.
¿Y América Latina qué?
América Latina cuenta con organismos regionales que le han permitido enfilarse hacia la unidad, de hecho la inspiración se ha concretado en diversas iniciativas que han sido saboteadas sistemáticamente por Estados Unidos. Tanto esta potencia como la UE se han percatado de la necesidad de recuperar terreno cedido luego del entramado de crisis que experimenta la economía global, el cual llegó a menguar su influencia y su capacidad para dirigir los destinos económicos de la región.
Aun apuntando hacia una integración más funcional que la actual, a la región le falta mucho para conformar bloques en los que se supere la debilidad de las interdependencias económicas intrarregionales y se conforme un frente regional con voz propia ante los procesos y eventos globales. Una muestra es el hecho de que mientras la UA busca lograr una silla permanente para África en el Consejo de Seguridad de la ONU, la región latinoamericana no aspira a ello como bloque sino que los países más extensos y de economías mayores como Brasil, Argentina o México tratan de dar el paso con el apoyo del resto de la región, y de otras.
Hay iniciativas que han proyectado avances hacia la multipolaridad como las propuestas de monedas comunes, áreas de libre comercio intrarregional, intercambios en distintos temas, adaptación ante el cambio climático u otras; pero siguen siendo tímidas ante lo que falta para la unidad y la independencia. Muchos son los factores comunes con África: uno es la deuda, otro es la importancia de la exportación de materias primas en los sistemas económicos, la mano de obra joven y, el que más, la posesión de recursos naturales. Sin embargo, quedan pendientes temas como la soberanía en lo alimentario, lo tecnológico y la autodeterminación en los rumbos políticos que cada pueblo decida emprender.
Aunque desde el norte se siguen generando estrategias a fines de infiltrar la búsqueda de una identidad continental como la Iniciativa de Jóvenes Líderes Africanos (Yali), las distintas expresiones de organización en las regiones ganan fuerza. Respecto a Yali el periodista Pepe Escobar ha descrito que es un mecanismo equivalente a Africom aplicado en 49 países de África, enfocado en la "formación de jóvenes" en negocios hasta que estén preparados para un "compromiso a largo plazo entre Estados Unidos y África". Todo pagado por universidades estadounidenses, Coca-Cola, IBM, MasterCard Foundation, Microsoft, Intel, McKinsey, General Electric y Procter & Gamble, sedientas de agua, mano de obra y minerales estratégicos baratos.
En febrero de 2013 el comandante Hugo Chávez emitió su último comunicado internacional en el marco de la cumbre América del Sur-África (ASA), efectuada en Malabo (Guinea Ecuatorial). En el mensaje enviado reiteró que "somos un mismo pueblo" e insistió en la unión como medio para la cooperación Sur-Sur. Chávez llamó a unificar las capacidades de los continentes, donde se encuentran lo recursos naturales, políticos e históricos que se requieren para salvar el planeta del caos al que ha sido conducido, "en un auténtico polo de poder".
Casi todo lo que ha constituido atraso y abandono para el continente madre ha servido para que sus países asuman posiciones unitarias sin renunciar a la diversidad, han podido trascender la imposición de fronteras mediante el establecimiento de vínculos regionales, han sobrevivido a la Guerra Fría y la actual confrontación global con iniciativas políticas y económicas que les confieren un lugar de peso en la multipolaridad que se asoma, todo esto en medio de contradicciones y sobreviviendo a un capitalismo que, por estar en declive, se hace cada vez más voraz.
Los vasos comunicantes están medio llenos para unos aspectos regionales, otros están medio vacíos, pero lo que falta para la unión está en lo que demanden las dinámicas emergentes que involucran nuevos centros y polos de poder y soberanía.