Vie. 11 Octubre 2024 Actualizado ayer a las 4:30 pm

El uribismo en crisis escala sus agresiones contra Venezuela

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El comodín Venezuela tiene múltiples usos en boca de políticos y periodistas colombianos, y es usado en distintas coyunturas, sea electoral, económica o críticamente social en el país vecino, con tonos de beligerancia y sumisión a la política exterior estadounidense.

Si el fin de esto es desviar la atención de la población colombiana hacia otros eventos (reales o fabricados) que identifiquen un “enemigo externo” que “desestabiliza la región” para no mirar de frente la realidad de Colombia, como el ministro Vladimir Padrino López dijo recientemente, entonces es un plan que tiene poca o casi nula efectividad. La popularidad de Iván Duque cae irremediablemente en picada con el pasar de los meses, las semanas, los días.

A esto se une un escenario donde el máximo líder del partido Centro Democrático, Álvaro Uribe Vélez, comienza a ser absorbido por un proceso judicial que lo podría encanar durante años y que podría determinar su futuro político.

Los crímenes y la política del uribismo en el poder sólo consiguieron que el proceso de paz fuera minado desde dentro, revivieran fantasmas que parecían olvidados como las masacres diarias y los falsos positivos y se agitara la vena antivenezolana por mandato norteamericano.

Todos los signos de que Colombia provoca a Venezuela con amenazas, falsos positivos y afrentas de distinto índole están a la vista. Pero, ¿se trata de patadas de ahogado por parte del uribismo o de una amenaza real?

Washington se apropia de Bogotá

En junio conmocionó a la vida política y social de Colombia la llegada de un componente de elite militar de los Estados Unidos, la Asistencia de Fuerza de Seguridad (SFAB, sus siglas en inglés), con las intenciones de “ayudar en la lucha antinarcóticos”, es decir, de operar en el marco de una ofensiva de espectro amplio sobre Venezuela con el móvil discursivo del narcotráfico y la seguridad regional de pretexto.

El liderazgo de Washington en este escenario hace lucir como un simple vasallo al gobierno de Duque, puesto que la medida de albergar una misión militar extranjera en suelo colombiano no sólo ha sido rechazada por el Senado sino también por el fallo de un tribunal que ordenó la suspensión inmediata de sus actividades.

La fuerte oposición que tiene el llamado por todos “subpresidente” colombiano en el Congreso y en la sociedad profunda es una piedra en el zapato de la gestión tutelada a su gobierno. Estados Unidos no puede gobernar en Colombia de manera cómoda debido al deplorable manejo que tiene la actual administración de los asuntos públicos en medio de una crisis sanitaria, económica, política y sobre todo social como la del presente.

Esto produce un sentimiento de rechazo en la capa política y se expresa en el rechazo popular a Duque y el uribismo casi en su totalidad. Sin embargo, esto no ha sido un obstáculo para que el Pentágono y la Administración Trump influyan en la Colombia de hoy.

La semana pasada estuvieron en la Casa de Nariño el asesor de Seguridad Nacional de Donald Trump, Robert O’Brien; Mauricio Claver-Carone, candidato a la presidencia del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) del gobierno estadounidense; y el jefe del Comando Sur, Craig Faller, quienes repartieron directrices estratégicas a la Administración Duque en cuanto a los temas de seguridad, narcotráfico y economía, cuyo plan es denominado “Colombia Crece”.

Claver-Carone de hecho tomó la vocería para repetir el mantra del “narcoestado” sobre Venezuela, declarando que las operaciones con drogas “provenientes” de la República Bolivariana son respaldadas por el grupo irregular Ejército de Liberación Nacional (ELN) y las disidencias de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), cuyos actores clave, según la narrativa estadounidense, son “albergados” por el presidente Nicolás Maduro y “encausados” judicialmente por Estados Unidos.

Colombia crece en su dependencia con el “destino manifiesto” norteamericano al enunciar las mismas prerrogativas discursivas del Imperio cuando Duque aseguró, y dos días después del relanzamiento de la alianza colombo-estadounidense, que, según “organismos de inteligencia de carácter internacional”, el presidente Maduro tenía el interés de adquirir “misiles de mediano y largo alcance a través de Irán”, una República Islámica que también molesta a los intereses hegemónicos de Estados Unidos en el Sudoeste Asiático y especie de némesis civilizatorio de Occidente.

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Este señalamiento del gobierno de Venezuela como una empresa criminal conjunta, socia de lo que Washington denomina “grupos terroristas”, viene incrementado su beligerancia y los falsos positivos a favor de un conflicto entre vecinos, jugada que claramente desestabiliza no sólo a ambos países sino a la región en su totalidad.

Dicha estrategia se alinea con los últimos acontecimientos en los departamentos fronterizos (como en el de Arauca), donde han surgido masacres por parte de grupos irregulares, algunos no identificados, que algunas autoridades insisten en señalar al chavismo de “coordinar” los hechos violentos, e incluso periodistas como María Isabel Rueda montan cuadros de intriga con respecto a si el verdadero jefe del ELN es Nicolás Maduro.

Con el traslado de “culpas” se lavan las manos del surgimiento de narcogrupos paramilitares que azotan a la población colombiana, e incluso a parte de la venezolana en las zonas calientes de la frontera colombo-venezolana. La captación de Bogotá por parte de Washington ha multiplicado los esfuerzos por minar la estabilidad de Venezuela.

Desde ese punto de vista debe leerse el reconocimiento a la figura de Juan Guaidó como “presidente encargado” por parte de Duque, quien exhortó a los demás presidentes que conforman el Grupo de Lima, hace pocos días, a no aceptar los resultados de las próximas elecciones parlamentarias en Venezuela en diciembre. ¿A quién le sirve dicha estrategia?

Cómo se lee desde Venezuela

En Colombia muchos saben que la política exterior de Colombia sobre la Venezuela chavista ha sido un rotundo fracaso junto con la imposición de medidas coercitivas unilaterales, el cerco diplomático y la internacionalización de la crisis de “refugiados y exiliados” venezolanos en la región, al punto de que se pide a vox populi “una reformulación de la relación bilateral, donde se imponga una diplomacia sanitaria debido al complejo panorama del Covid-19 en el norte de Sudamérica”.

Con insistencia, el presidente Nicolás Maduro ha llamado al diálogo con la Casa de Nariño a pesar de que el gobierno de Duque alberga a prófugos de la justicia venezolana y deja y/o propicia que se desarrollen planes de magnicidio e incursiones armadas contra la República Bolivariana.

Sin embargo, no se detiene la denuncia de los planes que se gestan en Bogotá para provocar un conflicto colombo-venezolano.

El rechazo a los falsos positivos político-mediáticos de la Administración Duque en conjunción con Estados Unidos por parte del presidente Maduro como del canciller Jorge Arreaza y el general Padrino López se une a las alertas del Comando Estratégico Operacional de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana (FANB), en específico del A/J Remigio Ceballos Ichaso.

A través de Twitter expresó que el gobierno de Duque es el que más ha agredido a Venezuela en toda la historia y que “los órganos internacionales de inteligencia aliados a Venezuela nos informan que Colombia prepara una agresión”, afirmando que, ante un ataque, la FANB responderá “con fuerza y contundencia” ante cualquier agresión contra la soberanía e independencia.

Los grupos irregulares provenientes de Colombia han incursionando en la frontera venezolana con el aval de Bogotá, sobre todo Los Rastrojos, cuyas infraestructuras en suelo nacional y sus operadores han sido desmantelados y neutralizados en los últimos meses, sin embargo lo referido por el jefe del CEOFANB dan a entender que una escalada de la movilidad delictiva de esta y otras empresas criminales se verá en las próximas semanas en los estados fronterizos de ambos países.

Habría que señalar los riesgos en Norte de Santander, donde el cruce de fronteras es masivo: el crecimiento de los cultivos de coca, la reconfiguración de la criminalidad en Cúcuta, el proceso de expansión de Los Rastrojos en el departamento, las guerras del ELN contra Los Rastrojos y el Ejército Popular de Liberación (EPL), la presencia de tropas estadounidenses y la inacción activa de las autoridades ante todos estos escenarios, son un caldo de cultivo de conflicto con Venezuela, ponderado por la FANB y el ejecutivo nacional.

También se suman a las agresiones cotidianas como la promoción del robo de gasolina, la venta de moneda venezolana y el contrabando de alimentos hacia Colombia desde la frontera, con el foco en la desestabilización de la economía de la República Bolivariana bajo la mirada cómplice de las autoridades colombianas.

Todos los elementos señalan que una amenaza real de Colombia sobre Venezuela se encuentra en ciernes. Piedad Córdoba expresó que “la firma del nuevo Plan Colombia (‘Colombia Crece’) implica que nuestro país continúe sirviendo de plataforma para desestabilizar Venezuela”. ¿Es porque el río suena que la piedras vienen?

Pero este hipotético aunque creíble escenario de agresión debe leerse como parte de la profundización de la crisis existencial del uribismo, con los actuales líderes del Centro Democrático señalados de todos los males que aquejan a la población y la República de Colombia, a pesar de los falsos positivos discursivos y políticos de la Casa de Nariño.

En un momento en el que Uribe está siendo procesado, la vicepresidenta Marta Lucía Ramírez es relacionada nuevamente con el narcotráfico internacional y el “subpresidente” Duque mina su propia imagen, parece indicado volver la mirada hacia un “enemigo exterior” que pueda hacer las veces de catalizador de la tragedia que vive Colombia en estos tiempos.

El chavismo cumple ese papel, pero los intentos por agredir a Venezuela tendrán una respuesta contundente, sea cual fuere el flanco por el que se le ataque.

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