Vie. 11 Octubre 2024 Actualizado ayer a las 4:30 pm

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Juan Guaidó junto a Donald Trump en la Oficina Oval de la Casa Blanca (Foto: Archivo)
Reseña del libro de Mark T. Esper, exjefe del Pentágono

La militarización de la política Trump sobre Venezuela: un resumen

En sus memorias sobre su periodo como Secretario de Defensa de la administración de Donald Trump, Mark T. Esper relata hechos que conmocionan a la población venezolana, y en el Sur Global en general, y que a su vez confirma las denuncias de amenaza extraordinaria que representa Estados Unidos sobre la soberanía de la República Bolivariana de Venezuela.

Bajo el título Un juramento sagrado (A Sacred Oath), Esper prodiga detalles de su trabajo al mando del Pentágono desde junio de 2019 hasta las elecciones de noviembre 2020. Aunque, en el plano internacional, se enfoca en el conflicto híbrido de Washington contra Irán y China, en sus memorias ofrece algunas escenas en las que se decidieron o dejaron de decidir cuestiones relacionadas a Venezuela.

En el tercer capítulo menciona directamente los esfuerzos que llevó a cabo la naval estadounidense en Medio Oriente a través de la Operación Centinela (Operation Sentinel) para que los barcos iraníes o venezolanos fueran "interceptados de manera arbitraria en el alto mar".

Se refiere específicamente a la evasión del embargo petrolero y bloqueo naval que Estados Unidos impuso a Venezuela e Irán; el Pentágono manejaba un enfoque militar en el que trataba de impedir las relaciones entre ambas repúblicas para comerciar e intercambiar tecnología relacionada a la industria petrolera en un momento crudo de medidas coercitivas provistas por la Casa Blanca liderada por Trump, quien tuvo considerados a los dos países aliados como una amenaza directa a los planes hegemónicos estadounidenses de su administración.

Esper, además, menciona que Venezuela estuvo siempre dentro de sus preocupaciones en el quinto capítulo de su libro. Recordemos que durante el periodo que estuvo a cargo de la política militar estadounidense ocurrió el auge del secuestro de activos venezolanos en Norteamérica y Europa bajo el manto celebrado del “gobierno interino de Juan Guaidó”, hoy en desgracia.

Pero en el capítulo 11, "Medidas desesperadas" ("Desperate Measures"), se explaya extensamente sobre la política Trump respecto a la República Bolivariana.

Aunque intenta hacer una pobre caracterización sobre el chavismo y el país que éste refundó, admite que Guaidó "se autoproclamó presidente interino según la Constitución nacional" (una verdad seguida de una mentira) y que "Trump se había fijado en Venezuela desde los primeros días de su administración, con la vista puesta en el uso de la fuerza militar para derrocar a Maduro", cuestión esta última que siempre estuvo a la vista de todos pero que los sectores extremistas de la oposición conectada al establishment norteamericano negó consecutivamente.

También, refiere que Trump nunca dijo por qué "era tan importante" derrocar al presidente Nicolás Maduro, aunque infiere que se trataba de una manera de obtener las reservas petroleras venezolanas, recaudar fondos monetarios y votos en el futuro a su favor. Ya sabemos cómo terminó todo.

Luego, especifica una reunión que tuvo con el sucesor de John Bolton en el Consejo de Seguridad Nacional, Robert O’Brien, y Mike Pompeo (Secretario de Estado) el 12 de diciembre de 2019, en la que se habló de tomar "nuevos pasos sobre Venezuela".

En efecto, el círculo cercano de Trump había tenido reuniones, cuenta Esper, en las que se discutieron las "opciones militares", entre ellas, la intercepción de cargueros petroleros venezolanos en alta mar, que él mismo entendía que "tenía el potencial de escalar en un conflicto bélico", y "una muestra de fuerza naval en el Caribe", sin referir mayores detalles.

Dentro del Consejo de Seguridad Nacional, sin embargo, se discutieron las opciones militares de mayor repercusión, promovidas por el mismo O'Brien y Mauricio Claver-Carone, director senior para el Hemisferio Occidental de dicha entidad, quien deseaba ascender políticamente dentro de la comunidad cubana-venezolana en Miami, de acuerdo al testimoniante.

Esper cuenta que, de acuerdo a la opinión de Trump, Guaidó parecía "débil" en comparación a la posición de "robusta" y "fuerte" de Maduro. De hecho, al entonces presidente magnate le había causado mejor impresión Fabiana Rosales, la esposa de Guaidó, que el mismo "interino". Risible por demás.

Sin embargo, durante sucesivas reuniones en la Casa Blanca se discutieron propuestas para derrocar al Gobierno Bolivariano con opciones militares a la mano, luego de que fracasaran otras medidas de guerra híbrida a lo largo de los recientes años.

Una de ellas fue un ataque militar al Complejo Industrial, Petrolero y Petroquímico José Antonio Anzoátegui, ubicado en el norte del estado Anzoátegui, de importancia estratégica para la industria energética venezolana, con miras a la producción nacional y a la exportación. Se trataba, de acuerdo a Esper, de una operación táctica, más que estratégica.

Esto fue propuesto por Roberto O'Brien el 9 de junio de 2020, debido a los problemas que estaba teniendo el Pentágono de interceptar los cargueros petroleros que viajaban del Golfo Pérsico a los mares del Caribe.

Pero, según las memorias, Esper y otros funcionarios rechazaron la idea pues suponía una posterior aglutinación de fuerzas alrededor de la Presidencia de Venezuela en defensa de la soberanía nacional. No hubo consenso y pasaron a otras ideas, como operaciones cibernéticas a los sistemas digitales que controlan la infraestructura de la economía local y de guerra irregular, que en efecto tuvieron lugar, aunque sin el éxito proferido.

De hecho, Esper se vanagloria de haberse reunido con Guaidó y su equipo en febrero de 2020 para proponerle algo más “estratégico”. Pasamos a citarlo porque también tiene otros componentes a comentar:

"Decidí presionar un poco más a Guaidó y a sus colegas sobre su capacidad para organizar una fuerza de expatriados en Colombia. Al parecer, unos 4,5 millones de venezolanos habían huido del país, y muchos de ellos cruzaron la frontera colombiana hacia el oeste y el sur para encontrar refugio allí.

"'Si algunos de ellos pudieran ser entrenados y equipados por Estados Unidos', pregunté, '¿estarían realmente dispuestos a luchar?'. Nunca escuché una respuesta sólida. Más bien me dijeron que un plan así llevaría mucho tiempo, sería complicado, etc. Yo no quería asumir esta misión, pero me parecía más viable y aceptable que algunas de las opciones propuestas por O'Brien y el Consejo de Seguridad Nacional. En mi mente, por supuesto, pensaba que su verdadera respuesta era que 'sería mucho más fácil y rápido si Estados Unidos lo hiciera por nosotros'. 'Está bien', dije, 'lo entiendo. Pero dejando eso de lado, señor Presidente, ¿su gente lucharía?'. De nuevo, no ofrecieron ninguna respuesta que me diera un alto grado de confianza. Me vino a la mente el fallido levantamiento del mes de abril anterior [de 2019].

"La conversación pasó de una discusión sobre algún tipo de operación a gran escala a algo más parecido a una operación especial más pequeña dirigida directamente contra Maduro. Entonces, de la nada, uno de los colegas de Guaidó me miró desde el otro lado de la mesa y dijo algo así como 'Tenemos algunos planes que ustedes [el gobierno de Estados Unidos] saben que estamos trabajando, sólo que no están listos todavía'. También hubo alguna referencia rápida a Florida. Al terminar la frase, sonrió, apartó la mirada de mí y estableció contacto visual con Claver-Carone, el director principal del Consejo de Seguridad Nacional que más presionaba para que se emprendiera una acción militar. Claver-Carone sonrió y le devolvió la mirada. Le miré directamente a unos cuatro metros de distancia, en la mesa de mi izquierda. Se giró hacia mí y, cuando nuestras miradas se cruzaron, su rostro se quedó inmediatamente en blanco. Algo pasaba".

Se trataba de la Operación Gedeón, que se llevó a cabo el 3 de mayo de 2020, un fracaso más dentro de la estrategia militar apoyada por la Casa Blanca y con participación directa de la oposición extremista venezolana, nucleada en Voluntad Popular, y la Colombia uribista como cabeza de playa.

Cabe destacar que lo contado por Esper denota claramente cómo los funcionarios estadounidenses discuten golpes de Estado, operaciones militares y planes para destruir a un país soberano con la mayor de las impunidades. No habrá tribunal internacional alguno o instancia multilateral que traiga a colación justicia ante atropellos de este tipo, y la mediática de corte occidental no hará denuncia alguna sobre este tipo de acciones.

Pero también hay que leer con más detenimiento que Esper menciona que los de Voluntad Popular, en su reunión con los jefes del Pentágono, querían que Estados Unidos invadiera militarmente Venezuela y pusieran a Guaidó de Presidente. Un objetivo por delegación digno de los hijos políticos de Leopoldo López, quien se encuentra en Madrid luego de haberse fugado de la justicia venezolana en 2019.

En el mismo extracto de las memorias reproducido aquí se insinúa que la "operación especial" estaba dirigida directamente contra el presidente Nicolás Maduro. La Operación Gedeón, como fue denunciado en su momento, tenía el objetivo de cometer magnicidio, basado en las propuestas del lobby del sur de Florida vía Claver-Carone y el trío Guaidó, Julio Borges y Carlos Vecchio. Y con la connivencia del gobierno estadounidense, confirmado por Esper.

Pero el testimonio no termina con la discusión de esos planes y sus correspondientes fracasos. El bloqueo naval sobre las costas de Cuba y Venezuela fue propuesto por O’Brien y Claver-Carone, aun cuando esto fuera un "acto de guerra bajo la legislación internacional", dice el exjefe del Pentágono. Si bien esta opción cayó de la mesa "por absurda", es de interés comprender la dimensión con la que desde la Casa Blanca sucedía una idea tras otra que conllevara un conflicto de escala mayor en la cuenca del Caribe con el objeto de ganar votos y dinero a favor de un magnate devenido presidente de Estados Unidos.

Llama la atención que, a pesar de las medidas coercitivas unilaterales tomadas por la administración de Donald Trump contra la industria petrolera de la República Bolivariana, incluyendo el secuestro de los activos físicos de CITGO, la confiscación de cuentas de PDVSA en territorios foráneos y la imposición de rechazar todo trato financiero y comercial con la estatal venezolana, tanto los funcionarios del Pentágono como los del Consejo de Seguridad Nacional, estos últimos a juicio de Esper demasiado beligerantes, buscaban otras posibilidades de destruir la estructura e infraestructura energética venezolana, siendo tan importantes para los ingresos dinerarios del Estado y, por ende, de la sociedad entera.

Visto así, tanto la detención de barcos petroleros como el bloqueo naval y otras medidas tomadas y/o discutidas en la Casa Blanca llevan ese signo, por lo que el destino de las acciones estadounidenses debe ser entendido no solo para derrocar al gobierno del presidente Nicolás Maduro sino también para destruir a la República Bolivariana como ente existencial, incluida su población sin importar el color político. Como se ha denunciado en demasía: el objetivo es el país completo, no solo un sector.

Todo esto fue confirmado por Mark T. Esper, quien en su posición pudo ser testigo y actor de primera mano de todo lo que pasaba al respecto de Venezuela en la Casa Blanca. Su testimonio, aunque intenta imponer una visión supremacista de la política estadounidense, ayuda a entrever los motivos y los modos en que Washington había estado conspirando durante los últimos años con el único fin de destruir a un país por réditos políticos, militarizando su política exterior y dando lugar a medidas poco óptimas pero peligrosas para la existencia de cualquiera otra nación.

De esta manera reacciona un imperio en decadencia y sus acólitos antinacionales.

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