Jue. 14 Noviembre 2024 Actualizado 1:15 pm

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Entrampados con las redes sociales (Foto: Glenn Harvey)

Desenredarnos y avanzar

Hace unos días, Delcy Rodríguez denunciaba cómo las redes sociales se utilizan para crear, ya no solo matrices de opinión, sino postverdades, que no son otra cosa que mentiras que se imponen y que la gente se traga casi que con gusto. Y no solo la gente, sino las instituciones que a conveniencia política escogen utilizar esas mentiras como pruebas para engordar expedientes contra nuestro país, por ejemplo.

Todo esto de las redes es tan nuevo, tan rápido, que no nos da tiempo de desmenuzarlas a fondo antes de terminar enredados. Que sabemos que pertenecen a los hombres más ricos del mundo, cierto. Que sabemos que la CIA tiene su manos metidas en ella, también. Que sabemos que nuestros datos, nuestras conversaciones, no solo las públicas, sino directas, no son privadas. Sabemos que nos exponemos, sí, y nos exponemos casi sin saber por qué lo hacemos. Clic, clic, tuit.

Nos contagiamos de la viralidad idiota que las redes imponen y terminamos reenviando esa aleccionadora foto de una actriz porno con lentes cuya leyenda dice que se trata de una muchacha que salió de la miseria en (inserte aquí la nacionalidad tercermundista que le corresponda) y que ahora es la jefa del departamento de astrofísica de la NASA… y todo el mundo conmovido, pero más que conmovido sintiéndose cucarachas incapaces, porque mira cómo ella pudo y nosotros no, porque, como dice García Márquez (y aquí reenviamos la imagen del escritor junto a la dudosísima cita de tipografía toda caligráfica y sinuosa) "Querer es poder".

Pocas cosas se viralizan tanto como la indignación, y como pasa con la foto de la actriz porno, o la cita de García Márquez, no hay verificación, solo están indignados y más nada, y la indignación, de paso, produce muchas interacciones, y para eso estamos en las redes, ¿no?, para tener interacciones, comentarios, para que sepan que existimos más allá de esta normalidad que se llama vida real y que no nos representa como queremos, sino como somos, y la verdad es que somos normalitos y corrientes… hasta aburridos somos, y peor: somos imperfectos y eso no da likes.

Entonces las redes de mentiras nos convierten en "posers", en los personajes imposibles que soñamos ser. Seres perfectos que comen unas maravillas gourmet que ellos mismos cocinan mientras su fogosa pareja los manosea apasionad@, porque no les falta nada, les sobra todo, hasta la habilidad para mantener el fuego de la olla y el de la pasión prendidos sin que se te quema nada.

Eso cuando no somos una síntesis del Che Guevara, con el Tío Ho, con Lenin y Marx, pero con una peluca de rulos empolvada y un martillo de juez implacable, instantáneo -porque todo en las redes es instantáneo o te deja el tren de la actualidad-... una especie de sabuesos de la impureza revolucionaria, el principalísimo pecado Kapital que ni olvido, ni perdón, retuit, retuit, retuit, indignado forever, desencantado tal vez, perfecto siempre… rastreadores de fallos y defectos, retuit, retuit, retuit.

Seamos irreverentes y audaces a la hora de comunicar, a la hora de crear. Bolívar y Chávez lo fueron

Mientras la postverdad nos traga al punto de que terminamos inventándonos personajes que no somos, en la vida real, compleja y maravillosa, por señalar un par de cositas, los CLAP están fajados calle a calle, en todo el país, atendiendo a sus comunidades, mucho más allá de la cesta de comida, inventando y superando dificultades. Publicar esto y que no pase nada es lo mismo, como nada pasa si contamos con el enorme trabajo de hormiguitas que vienen haciendo los compañeros y compañeras de La Cayapa Heroica que caen en cayapa heroicamente sobre los hospitales para reparar cuanta cosa dañada encuentren, no para que les den likes, no para hacerse virales, sino para ser útiles en el combate contra el bloqueo. 

Un tuit de uno de los nuestros pronunciando mal una palabra es viralidad garantizada por nosotros mismos y tres días en las tendencias. Uno de la Cayapa Heroica reparando decenas de aparatos en un hospital: 34 retuits y al olvido.

Nos entrampamos en las redes sociales solitos y con dedicación. Que sí, que pueden servir para comunicar cosas, pero que por su propia naturaleza, lo importante, lo real, lo posible tenderá a perderse en ese tormentoso más de poses perfectas e indignaciones virtuales. Que tenemos tantas cosas que decir y no llegan más allá de nosotros mismos. Que habrá que decir las cosas entonces de otro modo. 

Fíjense que el enemigo es muy eficiente usando las redes en nuestra contra. Que hasta las usan como pruebas para la Corte Penal Internacional. Que promueven y patrocinan youtubers, tiktokers, tuiteros e instagramers que no parece que estuvieran haciendo un trabajo político y vaya que lo hacen -si no, vean los videos de "turismo" de uno llamado Alex Tienda-. Le meten a nuestros chamos y no tan chamos su doctrina neoliberal con vaselina. Y todo lindo, todo fabuloso, todo entretenido, interesante, atractivo. 

¿Y nosotros? Bueno, a nosotros nos toca, para empezar, no tener miedo a ser nosotros mismos, a decir las cosas hablando como hablamos, caminando como caminamos, vistiendo como vestimos, bailando como bailamos, sin ese acartonamiento épico consignero que convierte todo en bostezo, sin el rigor mortis de ese purismo que no acepta a nadie -¡porque nadie es perfecto, coño!-. Comuniquemos con naturalidad, porque es la naturalidad lo que acerca, lo que toca la fibra, lo que hace que nos reconozcamos como iguales. Pregúntele a Chávez.

Nos toca soltarnos el moño y dar la batalla en ese campo desigual y adverso de las redes creando contenidos atractivos, ingeniosos, pegajosos y finalmente virales. Que la gente invente, sin temor a equivocarse, sin temor a ser sometidos al escarnio virtual la osadía de buscar nuevas maneras de hacer las cosas. No nos convirtamos en viejos beatos de la revolución. 

Desacralicemos la revolución, porque quienes la hacemos somos personas, no santos. Seamos irreverentes y audaces a la hora de comunicar, a la hora de crear. Bolívar y Chávez lo fueron. Seamos eso que somos: seres humanos normales y corrientes, pero capaces de vencer al imperio más poderoso de la historia sin dejar de bailar con sabrosura tropical.

¡Nosotros venceremos!

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