Jue. 21 Agosto 2025 Actualizado ayer a las 1:13 pm

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La ausencia electoral de Evo Morales distorsionó las ofertas al punto de producirse fenómenos inéditos en las presidenciales del 17 de agosto (Foto: EFE)
Resultado trágico, mas no sorprendente

Fin de un ciclo político: análisis especial sobre las elecciones en Bolivia

Las elecciones presidenciales y parlamentarias en Bolivia han tenido como conclusión un revés sustancial y total en la política del país andino.

El senador Rodrigo Paz Pereira y el expresidente Jorge "Tuto" Quiroga se disputarán la máxima magistratura de Bolivia en la segunda vuelta el 19 de octubre.

De igual manera, los resultados para el Senado y la Cámara Baja del Congreso del Estado Plurinacional sugieren un importante giro en la correlación de fuerzas, considerando que el partido gobernante Movimiento al Socialismo (MAS) ha perdido todos los escaños del Senado y apenas ha alcanzado un curul en la Cámara de Diputados.

Esta situación, como el extenso proceso político que la ha precedido, merece un análisis amplio que incluya diversas aristas.

SOBRE LOS RESULTADOS ELECTORALES

Paz y Quiroga fueron los candidatos más votados en los comicios presidenciales de este domingo 17 de agosto.

Rodrigo Paz (Partido Demócrata Cristiano) obtuvo más de 1 561 000 votos, 32,08%. Mientras que Quiroga (Alianza Libre) superó los 1 311 000, 26,94%, según los resultados preliminares emitidos por el Tribunal Supremo Electoral (TSE) con más de 90% de votos escrutados.

Por detrás quedó el empresario Samuel Doria Medina —quien, según las encuestas, partía como favorito— con el 19,93%.

Por su lado, el principal aspirante de la izquierda y presidente saliente del Senado, Andrónico Rodríguez, alcanzó el cuarto puesto con 8,15%. Mientras que el candidato oficialista (MAS) Eduardo del Castillo obtuvo 3,16%.

Sin embargo, las cuestiones más importantes, y de igual manera sintomáticas, sobre la elección yacen en los otros datos generales que arrojaron los comicios.

Esta contienda marcó un quiebre en la dinámica política de los últimos 20 años en el país, en las que el partido ganador aseguraba su victoria con una amplia mayoría en primera vuelta.

La Constitución boliviana establece que un candidato puede ganar la presidencia en primera vuelta si obtiene más de 50% de los votos válidos, o al menos 40% con una diferencia de diez puntos porcentuales sobre el segundo. Es la primera vez que esto no ocurre desde la existencia de la segunda vuelta por las presidenciales.

Otro dato significativo es que Bolivia es un país con elecciones de voto obligatorio, por lo que no acudir a las urnas puede acarrear multas. En estas jornadas se reportó una participación de 88,8% del padrón electoral y es la primera vez que esto ocurre en una elección presidencial en más de dos décadas.

Otro dato relevante es el voto nulo, 1 252 449, y 158 270 votos en blanco, que en conjunto equivalen a 1 410 719 votos. En este punto es importante resaltar que el expresidente Evo Morales llamó al voto nulo y al voto en blanco, y que el candidato ganador en la primera vuelta, Rodrigo Paz, alcanzó 1 625 882 sufragios.

Lo que sugieren las cifras es que, en términos puramente políticos —y no electorales—, el llamado de Morales se convirtió en la segunda fuerza electoral pues supera los 1 356 370 registrados por Quiroga.

Los datos reflejan una atomización de todos los espectros de la política boliviana, de manera diametral, de izquierda a derecha. Pero también es apreciable un desencanto general por la política nacional. Ninguna fuerza es lo suficientemente potente por sí sola, mientras que los liderazgos elegibles fueron estructuralmente débiles frente al conglomerado de cuerpos y actores.

Rodrigo Paz, nacido en España a causa del exilio de su padre, ha tenido un extenso recorrido en organizaciones políticas de su país, pasando desde el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) hasta Comunidad Ciudadana —partido conservador, de Carlos Mesa—.

Varios análisis sugieren que Paz habría aglutinado el voto de opositores tradicionales, desafiliados políticos —grupos descontentos con la izquierda y la derecha tradicionales— e, incluso, antiguos seguidores del MAS y de Evo Morales que rechazaban a Andrónico Rodríguez.

CUESTIONES DE PROFUNDIDAD DETRÁS DE LOS RESULTADOS

La elección del domingo tiene un gran significado porque implica el fin de una era política en Bolivia. Sea Paz o Quiroga, el próximo presidente será uno afiliado a la derecha. La pérdida del poder y de las instancias de representación por parte del oficialismo saliente y de las fuerzas históricas que lo apoyaron es indiscutible y grave.

Desde el auge del MAS como partido de gobierno, el país tomó la forma de Estado Plurinacional. Evo Morales impulsó este ciclo, hasta ver truncada su reelección en el año 2019 con un golpe de Estado.

Tal como ha sido ampliamente registrado, ha ocurrido una pugna política que surgió desde el ascenso de Luis Arce, quien confrontó a Morales hasta su judicialización.

Una lectura fácil —pero incompleta y, por ende, errónea— podría concluir que la división entre actores del antiguo MAS es en esencia la causa de los resultados. Pero hay muchos otros elementos sobre la mesa.

Luego de que a Evo Morales no se le permitiera la inscripción como candidato, este llamó a un boicot electoral clamando por el voto nulo. El voto nulo y blanco representó 21,8% de la participación electoral.

Mientras tanto, el voto de Rodríguez y de Del Castillo representó en conjunto 11,38%. En suma, el espectro de las fuerzas que anteriormente constituyeron el proceso político boliviano representa 33,18% de la participación en las presidenciales. Dicho dato, en términos reales, es holgadamente superior si se toma en cuenta que el porcentaje de apoyo que obtuvo Paz (32,08%) se calcula sobre la base de votos válidos.

Las cifras sugieren que las fuerzas que alguna vez estuvieron unidas en el marco de la revolución plurinacional siguen siendo el mayor conjunto de la política boliviana.

Se trata de un sector más grande que el que votó por Rodrigo Paz. Y es una opción político-social que podría ser considerablemente mayor si se toma en cuenta que 12% de los electores registrados no se presentó a las urnas a riesgo de multas.

Los datos sugieren que, a pesar del gran periodo de agotamiento de su imagen, criminalización, persecución y estigmatización a su mandato y allegados políticos, Evo Morales será en los próximos meses el principal referente de la oposición de izquierda en Bolivia.

Por politología básica, se entiende que el conglomerado de votantes tradicionales del MAS y del proceso político de Bolivia otorgó la razón o se inclinó más hacia Morales en el desenlace del largo historial de la diatriba interna.

El candidato de Arce, Eduardo del Castillo, cosechó uno de los peores resultados —quizá el peor— jamás obtenido por un partido en el gobierno en toda la historia electoral en el mundo. De esta manera, el rechazo al gobierno de Arce es el único gran consenso que hay en la política boliviana.

Mientras que, en el caso de Rodríguez, este ha tenido un resultado sumamente pobre pese a ser un antiguo referente juvenil del MAS, una figura fresca y presidente del Senado.

Un ángulo de análisis podría concluir que Rodríguez no pasó a la segunda vuelta a causa de la falta del apoyo de Morales. El problema real podría ser que no representó las aspiraciones de Morales ni del conglomerado original del masismo y de la revolución multicultural.

Más bien Rodríguez se representó a sí mismo tratando de disputar un espacio con la creación de una oferta política de izquierda, pero con una campaña débil, con orgánicas territoriales y sectoriales desarticuladas, basado en un discurso moderado y centrista que intentó seducir electores de "centro-izquierda". Estrategia absolutamente fallida.

Ello sugiere que, en efecto, hubo un gran sector de electores sin representación política, sin abanderado, lo cual alude directamente a Morales, quien fue impedido de participar. Con ello se explicarían elementos inéditos que ha dejado esta jornada, como la segunda vuelta presidencial, la alta abstención, el gran número de votos nulos y la sedimentación orgánica y estratégica de la oferta electoral de la izquierda.

Dicho de otra forma: truncar a Morales —mediante una posible componenda entre Luis Arce y el poder judicial— distorsionó todas las dinámicas y, en consecuencia, los resultados de los comicios.

Otro componente fundamental fue la política económica y social, errática y fallida, del gobierno de Arce. Desde que acentuó su persecución contra Morales, el gobierno perdió el apoyo de parlamentarios y así vio limitada su maniobra para implementar una gestión efectiva.

Sin embargo, la política económica colapsó sistemáticamente tanto a causa de medidas diferidas, como a acciones mal implementadas y una acumulación sostenida de la pérdida de base material del Estado.

El malestar social, la pérdida de condiciones elementales de vida y el deterioro económico pasaron a ser un elector transversal que dio forma al desencanto y a la desafiliación que se ha impuesto en todos los espectros políticos. Pero esto recayó de manera más perjudicial sobre todas las fuerzas asociadas con el masismo hasta 2019. Rodríguez y Del Castillo resultaron perjudicados por el extenso acumulado económico del gobierno saliente.

EL FUTURO BOLIVIANO

El nuevo gobierno boliviano será de corte neoliberal y de derecha conservadora. Bolivia es un enclave crucial de materias primas como el litio. Como es sabido, la agenda regional de Estados Unidos ante sus competidores estratégicos como China y Rusia tiene un énfasis especial en la nación altiplana.

Se espera que el nuevo gobierno aplique medidas drásticas en materia concesionaria, a riesgo de una importante pérdida de soberanía del país sobre sus recursos naturales.

En cuanto a políticas económicas domésticas también se espera un ajuste cambiario significativo, así como de los precios de combustibles, reducción del Estado, fin de ciertos subsidios y un ajuste general de precios al consumidor en muchos bienes.

El futuro de sujetos políticos como Evo Morales y otros pertenecientes a movimientos sociales y cocaleros queda en entredicho, considerando quien asuma el mandato entre Paz y Quiroga. Pero la situación de Morales está en manos del poder judicial, y es probable que sea encarcelado.

Tanto Paz como Quiroga han prometido desmantelar 20 años de políticas, acciones de gobierno, progresividad de derechos sociales, orgánicas y formas de liderazgo de la izquierda boliviana, lo cual supone el surgimiento de viejos factores de poder que han conformado corrientes golpistas y neofascistas en el país, que además alientan la persecución política y la reproducción de conmociones de agitación social.

Este escenario, no obstante, se matiza debido a que las fuerzas bolivianas de derecha mantienen divisiones estructurales y extendidas, lo cual también sugiere obstáculos para la gobernanza del nuevo próximo mandatario que, sea quien sea, tendrá una legtimidad endeble. Encarará un contexto de crispación política, deslegitimación de las instancias de representación y un indudable malestar social emanado desde las próximas medidas de ajuste.

Otro elemento importante es que las dinámicas territoriales y sectoriales que antiguamente conformaron el piso de apoyo de Morales, si bien se han dividido y debilitado, no han sido suprimidas. Ahora, este conglomerado podría tomar una nueva forma, aupado por los nuevos rasgos del ejercicio de poder de un gobierno neoliberal, con absoluta mayoría parlamentaria.

El contexto va a sugerir condiciones para una reorganización y una recomposición de las fuerzas que otrora han dado forma al Estado Plurinacional, y hasta es posible considerar que las circunstancias permitirán la reunificación estratégica entre algunos actores, descartando a Arce. De igual manera, el panorama sugiere el surgimiento de nuevos referentes y actores.

El resultado electoral descrito es trágico, pero no sorprendente. Tal vez la revolución plurinacional se sabía perdida en términos fácticos desde 2019, pero es ahora cuando se conjugarán las condiciones reales que permitan la reorganización estratégica entre los movimientos que refundaron la nación hace casi 20 años.

Todo está por verse.

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