Donald Trump, presidente estadounidense cuya performatividad política se ha caracterizado por el espectáculo y la controversia, enfrenta un nuevo punto de inflexión hacia el declive de su popularidad. Lejos de consolidar una base sólida de apoyo tras su retorno al poder, el magnate se encuentra inmerso en una crisis política, social y económica que parece no tener fin.
A medida en que se acercan las elecciones de medio término de 2026, lo que parecía un segundo mandato fortalecido por el apoyo inquebrantable de su base se ha convertido en un escenario de desgaste acelerado, marcado por escándalos, promesas incumplidas y rupturas con aliados claves.
El susodicho navega en aguas turbulentas debido a batallas que van desde las medidas migratorias impopulares hasta su giro en la política hacia Ucrania, pasando por la diatriba pública con Elon Musk —y el fracaso de este en el Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE)—, además de la creciente insatisfacción del movimiento MAGA.
Descenso en cifras
La popularidad de Donald Trump ha caído a niveles preocupantes para su entorno. Según las últimas encuestas, su índice neto de aprobación (net approval rating) se encuentra en -8,7%, un reflejo de una base electoral que, aunque sigue firme en ciertos sectores, está perdiendo fuerza.
El sitio YouGov publicó una encuesta sobre su aprobación en 52 temas y estos son sus temas más destacados —en términos de aprobación neta—:
- Seguridad nacional: +4
- Seguridad fronteriza: +1
- Cuestiones transgénero: ± 0
Y aquí están sus peores problemas:
- Indultos presidenciales: -29
- Costos de atención médica: -29
- Inflación/precios: -32
Las deportaciones masivas, anunciadas como una medida para "proteger el empleo estadounidense", han sido criticadas por su inhumanidad y falta de efectividad real. Estas han sido rechazadas por más de 60% de la población, y solo 40% las apoya, según una encuesta de la Universidad de Quinnipiac (Connecticut) divulgada el pasado miércoles 16 de julio.
Lejos de resolver el complejo problema migratorio, las medidas han generado críticas desde todos los espectros de la política y han sido señaladas como una de las principales razones de su desgaste. El presidente ha dejado de lado reformas económicas estructurales, lo que ha decepcionado a votantes que esperaban cambios tangibles.
Además, Trump ha estado envuelto en una serie de escándalos que han erosionado su imagen. Uno de los más recientes y virales ha sido la falsa noticia sobre una supuesta orden de deportar a su esposa Melania y a su hijo Barron, la cual fue rápidamente desmentida por múltiples medios, pero que refleja el clima de desconfianza, polarización y especulación que rodea su administración, así como la inconsistencia permanente de su discurso migratorio.
La promesa fallida (pero calculada) respecto a Ucrania
En el ámbito internacional, Trump ha sido criticado por su incapacidad de gestionar conflictos globales con una visión estratégica. Sus promesas de campaña sobre la guerra en Ucrania, por ejemplo, no solo no se cumplieron sino que terminaron en una reversión de su política inicial.
Aunque prometió no enviar armas a Ucrania y negociar con Putin, finalmente terminó cediendo a los intereses del complejo industrial-militar y cambió de postura. La decisión fue recibida con críticas, sobre todo por la falta de coherencia entre las versiones emitidas por el Pentágono respecto a las existencias del arsenal militar estadounidense. Esto también afecta su imagen de líder fuerte y decidido.
Aunque el magnate se presentó como un mediador imparcial capaz de negociar con su par ruso, apenas asumió el cargo se vio envuelto en una contradicción constante: por un lado, su retórica aislacionista y su crítica al gasto militar y, por otro lado, la presión de los grupos de poder que controlan la política exterior de Estados Unidos.
Inicialmente se negó a enviar armamento a Ucrania, pero ante la escalada del conflicto, la negociación por votos en el Congreso y las presiones del lobby militar, terminó cediendo. En lugar de resolver conflictos, la administración Trump está utilizando el contexto para beneficiar su complejo industrial-militar: "Lo único que sí está avanzando es la venta de armamento, el único sector de Estados Unidos que tiene superávit comercial con el mundo", remarcó el analista internacional Alejandro Launagaray.
La influencia de un sector tan poderoso en esta decisión no puede ser ignorada. Trump prometió reducir el gasto estadounidense en defensa y terminó firmando contratos multimillonarios con grandes contratistas de defensa estadounidenses como Lockheed Martin, RTX y Boeing para que vendan armas a Europa y Asia Occidental. Al parecer, su popularidad está cayendo porque no logra mantener la coherencia entre lo que prometió y lo que hace.
Su giro —esperable— ha generado frustración entre sus seguidores más leales, que anhelaban un repliegue de Estados Unidos de conflictos externos. El movimiento, que ve en Ucrania un despilfarro de recursos, cuestiona su incapacidad para cumplir esta promesa dado que, aunque se trate de exportaciones, Estados Unidos acaba involucrándose en conflictos bélicos y poniendo parte de su arsenal para "apoyar a sus socios".
Costos de un divorcio entre magnates
Otro de los momentos más escandalosos ha sido su ruptura con Elon Musk, un aliado clave durante su campaña. Este, quien durante años fue su defensor en redes sociales y en el ámbito económico, se ha distanciado públicamente del presidente, especialmente tras su fracaso en el Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE, por sus siglas en inglés), una iniciativa que buscaba revolucionar la administración pública estadounidense.
Musk lideró el DOGE con la promesa de modernizar y racionalizar el aparato estatal, pero su gestión terminó en un fracaso estrepitoso. Los recortes presupuestarios y la falta de una estrategia clara generaron caos en múltiples agencias federales, y el proyecto fue abandonado tras una serie de escándalos internos.
El tecno-oligarca acusó a Trump de sabotear sus reformas, mientras que la Casa Blanca lo culpó de "gestión amateur" mientras el DOGE, lejos de reducir el gasto, terminó con un sobrecosto millonario. La ruptura llevó a una guerra de declaraciones marcada por acusaciones, amenazas económicas y hasta referencias al caso Epstein. Musk ha utilizado su plataforma en X —antes Twitter— para criticar abiertamente a Trump, señalando que su política económica es "una abominación repugnante" y que su gobierno "favorece a los mismos corruptos que prometió combatir".
La ruptura ha tenido repercusiones económicas. El dueño de las empresas Tesla y SpaceX ha perdido unos 20 mil millones de dólares debido a una devaluación de las acciones de sus empresas cinco veces más que instantes antes de la coyuntura abierta con Trump. Los motivos, en buena parte, se deben al carácter "ahorrador" de la "One Big Beautiful Bill", que se ensaña especialmente con recortes en las ayudas gubernamentales a las energías renovables y los vehículos eléctricos.
Hay también repercusiones políticas. Musk, con su influencia en Silicon Valley y en los medios digitales, representa un contrapeso importante para Trump, quien ha perdido acceso a una base de "tecnolibertarios", es decir, votantes jóvenes y tecnológicamente conectados.
Ante la insinuación de Trump sobre una posible deportación a Sudáfrica de Musk, este respondió con la "creación" de un tercer partido político que rompa con el tradicional sistema bipartidista entre republicanos y demócratas.
La separación ha generado una campaña mediática negativa contra Trump, con memes, comentarios y artículos que han viralizado su imagen de líder desconectado de la realidad.
Epstein como piedra en el zapato
El conflicto escaló cuando Musk acusó a Trump de ocultar información sobre los archivos de Jeffrey Epstein, exigiendo su desclasificación completa. El presidente respondió desacreditando a Musk, pero el daño ya estaba hecho: la base MAGA comenzó a cuestionar su transparencia.
Este movimiento, durante años columna vertebral de apoyo a Trump, ha empezado a mostrar signos de fractura debido a que el caso Epstein, con la reciente desclasificación de documentos que involucran a figuras del establishment político y económico, ha generado una ola de críticas en su contra por su supuesta falta de transparencia y compromiso con la justicia.
Ante la confrontación de su base electoral, que posee un fuerte tinte nacionalista y que se autodefine como defensora de la verdad y la justicia, la Casa Blanca ha optado por minimizar el asunto, lo que ha sido interpretado por muchos como una traición a sus principios.
Trump y su administración han sido acusados de perpetrar "filtraciones selectivas" para proteger aliados, recientemente culpó a los seguidores que lo cuestionan de caer en los "engaños" de los demócratas y advirtió que ya no necesita su apoyo. Sin embargo, su silencio y el manejo ambiguo del tema han generado descontento, incluso entre sus más fervientes seguidores. Las consecuencias son incalculables en este momento.
Medios y agencias han insistido en filtrar distintas informaciones respecto a sus vínculos con Epstein, como el supuesto envío de una tarjeta, de Trump a Epstein en su quincuagésimo cumpleaños, con un tono sexual, acompañada de un dibujo a mano de una mujer desnuda.
La acumulación de controversias—desde acusaciones de conflicto de interés hasta su manejo opaco de este caso—ha minado su credibilidad. El desgaste en su popularidad se refleja en que, por primera vez desde que regresó al poder, Trump cae por debajo de Biden en algunas regiones claves. Esta pérdida de confianza, combinada con la creciente desilusión de los MAGA, podría ser un presagio de un futuro electoral complejo para quien sea apoyado por el presidente en los próximos comicios.
Trump ha perdido el aura de "outsider" que lo diferenciaba del establishment, y ahora es visto como otro político más atrapado en una explosiva mezcla de escándalos, decisiones contradictorias, una guerra que no pudo frenar, una ruptura con uno de sus aliados más influyentes y el desgaste del movimiento interno que lo sigue.
Esto sitúa Estados Unidos en una posición cada vez más vulnerable. Más allá de las acciones controversiales, los cambios instrumentados en lo económico, fiscal o seguridad social se decidieron en función de intereses minoritarios y amenazan con poner a la población al límite. Aunque sigue contando con una base fiel, el panorama no es alentador.
La pregunta que se hacen muchos analistas es si Trump podrá recuperarse antes de las próximas elecciones de término medio o si su figura, una vez calcinada por la diatriba y decisiones impopulares, se convertirá en un recordatorio de cómo el poder, sin dirección clara ni coherencia, puede terminar desgastándose por sí mismo.
Mientras tanto, Estados Unidos observa con atención cómo se desarrolla este capítulo final de la era Trump, un periodo marcado por el espectáculo, la polarización y un fracaso económico que parece no tener solución.