Mié. 04 Diciembre 2024 Actualizado ayer a las 5:13 pm

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Occidente apoya la hegemonía neocolonial en África mientras que Rusia apoya su liberación (Foto: Shutterstock)

El rol de África en la Nueva Guerra Fría

Los medios de comunicación occidentales, dirigidos por Estados Unidos, apenas hablaban de África, aparte del alarmismo sobre su supuesta inestabilidad perenne; sin embargo, hoy en día la narrativa está cambiando hacia un debate sobre su papel en lo que muchos han empezado a llamar la Nueva Guerra Fría. Esta lucha global no es entre el capitalismo y el comunismo, como en la antigua Guerra Fría, sino que puede simplificarse como el 1% de Occidente liderado por Estados Unidos que se aferra a la unipolaridad frente al Sur Global capitaneado por los BRICS que promueve la multipolaridad.

La unipolaridad se refiere a la creencia de que solo un país o grupo de ellos, como las economías desarrolladas occidentales (que en este contexto también incluye a Japón como parte del G7), debe dominar las relaciones internacionales, mientras que la multipolaridad cree que todos los países deben ser tratados por igual. La primera entró brevemente en vigor tras la disolución de la antigua Unión Soviética en 1991, mientras que la segunda comenzó a surgir tras la desastrosa invasión occidental de Irak liderada por Estados Unidos en 2003.

África apareció bruscamente en el radar de la opinión pública occidental después de que sus gobiernos conspiraran para destruir Libia en 2011, pero poco después se desvaneció de su conciencia, ya que los medios de comunicación se centraron más en el conflicto sirio que comenzó ese mismo año y luego en el ucraniano que comenzó en 2014. Sin embargo, la última fase del conflicto ucraniano provocada por la operación militar especial de Rusia ha hecho que Occidente vuelva a prestar más atención a África.

A pesar de que algo más de la mitad de sus países votaron para condenar la operación especial de Rusia en la ONU, ninguno de ellos cumplió con la presión de Estados Unidos de sancionarla. Además, el presidente de la Unión Africana, Macky Sall, coincidió con el presidente ruso Vladímir Putin, durante su visita a principios de junio, en que las sanciones occidentales contra su país, lideradas por Washington, eran las responsables del agravamiento de la crisis alimentaria mundial, que en realidad debe su origen a acontecimientos anteriores al conflicto ucraniano, como la pandemia de covid-19, etc.

En las últimas semanas se ha producido una gran actividad diplomática en África. La jefa de la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID, sus siglas en inglés), Samantha Power, viajó recientemente al continente para convencer a sus países de que el presidente Sall estaba equivocado y que Occidente tiene razón al culpar a Rusia de esta inminente crisis humanitaria. Poco después, el ministro de Asuntos Exteriores ruso, Serguéi Lavrov, visitó cuatro países, durante los cuales contrarrestó de forma convincente su falsa narrativa. El presidente francés Emmanuel Macron también visitó África por entonces para despotricar de Rusia.

El secretario de Estado norteamericano Antony Blinken también acaba de culminar un viaje allí, lo que ha llevado a muchos observadores a concluir que actualmente hay una enardecida lucha por la influencia que se desarrolla en todo el continente, exactamente como ocurrió anteriormente durante la antigua Guerra Fría. A diferencia de entonces, la competencia no es entre ideologías, sino entre el modelo ideal de relaciones internacionales: el 1% de Occidente, liderado por Estados Unidos, defiende la unipolaridad, mientras que el Sur Global, capitaneado por los BRICS, apoya la multipolaridad.

Volviendo al tema del papel de África en la Nueva Guerra Fría, hay varias razones por las que está adquiriendo cada vez más protagonismo y se está convirtiendo en un escenario de competencia entre Rusia y Occidente. En primer lugar, sus más de 50 países constituyen un impresionante bloque de votos en la ONU, por lo que se deduce que Moscú y sus rivales quieren que apoyen sus interpretaciones, sean las que sean, para demostrar al resto de la comunidad internacional que tal o cual número de Estados respalda sus opiniones.

En segundo lugar, se espera que África experimente un rápido crecimiento demográfico a lo largo del próximo siglo, lo que puede traducirse en un enorme potencial de mercado. En tercer lugar, esto puede contribuir a que algunos países como Etiopía, Nigeria y Sudáfrica se conviertan realmente en países importantes con una influencia de gran alcance en su propia masa terrestre y posiblemente incluso más allá. En cuarto lugar, países importantes como Rusia y sus rivales occidentales tienen interés en establecer asociaciones estratégicas con sus homólogos emergentes antes de tiempo.

Y, finalmente, la última razón se reduce a la base ideológica de la Nueva Guerra Fría con respecto a la difusión de la visión del mundo de cada parte en África. Para explicarlo, el 1% liderado por Estados Unidos quiere mantener su hegemonía neoimperial sobre los países que considera dentro de su autodeclarada "esfera de influencia", mientras que el Sur Global capitaneado por los BRICS (en este contexto representado por Rusia) quiere ayudarles a completar plenamente sus procesos de descolonización, tal y como prometió recientemente el ministro de Asuntos Exteriores Lavrov.

Estos grandes objetivos estratégicos a largo plazo son incompatibles entre sí, ya que el primero consiste en perpetuar la servidumbre en las condiciones actuales, mientras que el segundo consiste en liberar a las naciones extranjeras de esta perniciosa influencia hegemónica. En realidad, es el 1%, y no el Sur Global como afirman los medios de comunicación occidentales, el que se sirve de la corrupción como arma y libra guerras por delegación (proxy wars) para promover sus intereses en África, lo que los hace extremadamente peligrosos.

No obstante, África está destinada a desempeñar un papel destacado en la transición sistémica mundial hacia la multipolaridad, aunque algunos países puedan tener dificultades para liberarse completamente del yugo neocolonial de Occidente. Por lo tanto, puede decirse que la importancia del continente en la Nueva Guerra Fría es la de ser el escenario de un nuevo movimiento de liberación nacional inspirado en su predecesor de la Vieja Guerra Fría. Al igual que entonces, Occidente apoya la hegemonía colonial mientras que Rusia apoya la verdadera libertad.


Andrew Korybko es un analista político estadounidense radicado en Moscú, especializado en la relación habida entre la estrategia de Estados Unidos en Afro-Eurasia, la visión global de China de la Iniciativa del Cinturón y la Ruta y la Guerra Híbrida.

Este artículo fue publicado originalmente en inglés en Voice of East el 11 de agosto de 2022, la traducción para Misión Verdad fue realizada por Ernesto Cazal.

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