Mié. 09 Octubre 2024 Actualizado 6:41 am

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Mundial en tiempos del Gran Reset. Mundial Davos: no serás dueño de nada, y serás feliz (Foto: Sean Gallup / Getty Images)

Curiosidades mundialistas: cuatro apuntes de un mundo (cada vez más) raro

Peculiar es una forma decente de referirse a una Copa Mundial que ha sido rara. Más allá de un factor sencillamente diferencial como el primero jugado en un país del mundo árabe, los espectáculos más bien residuales o periféricos, fuera de la cancha (aunque algunos elementos dentro de la misma, también), ya dan noticia de lo atípico. 

El contenido de algunos de los mensajes que hasta ahora se han manifestado en el evento más visto y que mayor atención tiene para el planeta, de alguna forma otorga varios significantes para ofrecer, al menos pistas, de la metáfora del mundo en este momento. 

El mundial de los elefantes blancos

No todo es manifestado directamente, y más bien dos puntos bastante sonoros parecieran estar muy bien barridos debajo de la alfombra, pero no por eso dejan de hacer ruido, y bastante.

En las últimas décadas, tanto la FIFA como las distintas confederaciones del planeta adscritas a la organización, se han preciado siempre de buscar esterilizar, o al menos minimizar, las acciones con contenido explícitamente político. En la cancha, muchos jugadores han sido "disciplinados" con multas o sanciones por ostentar algún tipo de mensaje de esa naturaleza tras marcar un gol o realizar un gesto con las cámaras de frente.

El propósito, claro está, va de hacer de la "fiesta deportiva" una experiencia aséptica, reafirmando que el deporte no es político y que todo lo relacionado a eso debe mantenerse fuera de la cancha, y de ser posible fuera del estadio. Pero el discreto encanto de lo ideológico a pesar de tanto intento de quirófano no alcanza semejante objetivo, ni por acción ni por omisión.

En primer lugar, por lo más obvio: desde los tiempos de Joao Havelange en adelante no solo lo "apolítico" ha sido político (ahí se le puede ver junto a Videla y demás gorilato en Argentina 1978), sino que la propia decisión de hacer del máximo certamen un festival de promoción de marcas (donde, también, unas han tenido privilegios y ventajas sobre otras) de suyo habla de la corporatocracia en acción, y sin contraste alguno del mundo exterior. 

Pero quedarse ahí es divagar sobre una constante dentro de la reconocida estructura mafiosa que es la FIFA. Este ha sido el primer mundial para muchas cosas, pero entre los más sonoros silencios pareciera ser el primero en el que la propia FIFA y las confederaciones competentes en la materia deciden boicotear ellos la participación de un país dentro de la competición.

Todo bien con cómo avanza hasta ahora la primera ronda, pero conviene recordar que la sola presencia de Polonia se debe en gran medida a la reducción de variables en contra al expulsar a la Federación Rusa el 28 de febrero de este año, so pretexto de sancionar al país más grande del mundo por la Operación Militar Especial en Ucrania que no solo ha signado todo este año, sino que es el catalizador que más ha modificado la realidad del planeta durante este 2022.

Actúen normal cuando la armonización de este mundo tan bonito con pájaros volando y niños cantando a todas las razas y colores, bajo los parámetros actuales, hayan borrado por completo del mapa deportivo a un país: el más grande del mundo para más señas.

Luego, también otro sonoro factor ausente, inexistente, casi invisible es el catalizador que hizo lo ídem los dos años anteriores a este en curso que cierra: del planeta lockdown, en cuarentena, la proscripción y persecución de quienes no siguieron la norma de emergencia, los no-vacunados, las bioamenazas latentes y la lógica pandémica. 

Sí, el covid y sus políticas de bioseguridad (más allá de una tímida formalidad sobre protocolos) es otro gran y sonoro ausente, muy en sintonía, por supuesto, con el "actuemos normal" de los últimos días en el mundo transatlántico cuando se admiten frondosos casos de corrupción y daños a la población con el fetiche comercial de ciertas vacunas. 

Lo cierto, más allá de cuanto detalle y particularidad pudiésemos encontrar, es que ni un tapabocas o una estación de pruebas de PCR accidentalmente encontrado en algún rincón de alguna cámara forma parte del paisaje audiovisual. 

Igual, queda claro que esta suspensión es provisional, que seguramente una vez Argentina vuelva a perder el mundial y todo se acabe, intenten hacer que volvamos a la guerra contra el "peligro común permanente" que nos obligará a todos al trauma y la parálisis.

Toda vez que este mecanismo del "estado de la ley marcial", el planeta toque de queda, en palabras del profesor de filosofía moral Andrea Zhok, se trata del "mecanismo histórico" en el que nos encontramos. Estas son apenas unas vacaciones (fundamentalmente comerciales). 

El mundial más sintético

"Este Mundial anuncia un mundo dominado por la inteligencia artificial", se lamenta el escritor mexicano Juan Villoro en intercambio epistolar con el argentino Martín Caparros que sostendrán en las páginas de El País de España a lo largo del mundial, con sus prosas geniales, sus observaciones fútbolfilosóficas y sus opiniones políticas entre lo estúpido y el mainstream

Pero hasta ahora, en lo que se lamentan Villoro y Caparrós, ambos dan en el blanco: para una sociedad del control es necesario un certamen a su altura; menos error, menos humanidad, mayor rendimiento presuntamente deslumbrante de los grandes atributos de la inteligencia artificial.

Perspicazmente, Villoro apunta al más que probable punto de origen del VAR y el videoarbitraje como "fair play": su implementación sucede después de que el FBI abriera la investigación a la frondosísima e histórica corrupción de la FIFA, minimizando el escándalo al desplazar la atención al empleo de esos recursos que se supone que ahora garantizan que ni un milímetro de error y un supuesto grado más elevado de transparencia y honestidad tienen algo que ver con justicia.

Se supone, según Gianni Infantino, que el fútbol no está cambiando con el VAR, pero lo hace, toda vez que se traslada, subraya Villoro, que al presentar el videoarbitraje como un recurso moral más que técnico transfieren a la televisión lo que debería ser, de suyo, los compromisos éticos del comité directivo de la FIFA, y de los árbitros si a ver vamos. Diez goles anulados VAR mediante en la primera jornada (y contando) son un dramático síntoma de cambio.

Entonces, visto así, que la otrora gloriosa fluidez del juego, que incluye sus errores (o ventajas para el contrario, según se mire), injusticias y provocaciones para forzar la barra pasamos a un grado de perfección punitivo que paraliza y vuelve algo sincopado un deporte cuya gracia esencial es el movimiento y la liberación de energías más todo neurotransmisor que nos saque unos minutos de este mundo de mierda: "el VAR destruye el corazón del fútbol: la emoción inmediata, barata, arrolladora. Hemos dicho tantas veces que lo mejor del fútbol es el gol, ese estallido: el VAR lo vacuna, inocula, castra", afirma Caparrós. 

"Con el VAR nada es lo que es: cuando entra la pelota se abre un período de deliberación, de nervios, de no saber qué hacer; si después te dicen que fue gol no es lo mismo ese grito demorado –"recalentado", dices– que el presente de la pelota entrando; si te dicen que no lo fue te sientes un idiota que se alegró por error, por un error, por creer en tus ojos", sentencia escribiéndole a Villoro.

Agreguémosle a esto lo que quizás para algunos es otra señal consagratoria de lo súper adelantados, o sea, que estamos en materia tecnológica: control visual absoluto con 12 cámaras en el estadio, "con un seguimiento de 29 puntos del cuerpo de cada futbolista, unas 50 veces por segundo, que determinará su posición exacta", reseña una nota de La Vanguardia.

Y, de paso, el propio balón oficial, el Al Rihla, con un sensor inercial (IMU) instalado enviando datos 500 veces por segundo, marcando con exactitud psicótica cada uno de los puntos, lugares y movimientos del balón, que, de paso, lo hemos visto en las imágenes, ahora resulta que es recargable con su propio puerto para eso. "De controlar el balón, los futbolistas pasarán a estar controlados por el balón", dice la nota citada, firmada por Carlos Ruiz y Raúl Camaña.

En eso de la esterilización de todo lo humano, incluyendo lo político, ahora es aún más imposible que exista y que haga de las suyas en este tiempo histórico un Diego Armando Maradona, mucho menos un gol malandro con tanto contenido como aquel de la mano de Dios contra los ingleses (a dos años del desastre de Malvinas): de nuevo, la proscripción de lo político e incluso, a riesgo de ser cursi, de la propia magia metafórica del fútbol.  

"Estamos a punto de que el fútbol se convierta en un videojuego. Solo falta eliminar un obstáculo: los jugadores", remata Villoro una de sus epístolas. Y tiene razón: de cancelar el juego con sus alturas y sus caídas, de cancelar países, queda muy poco para que el mundial solo sea Pro Evolution Soccer, y nada más. Mundial en tiempos del Gran Reset. Mundial Davos: no serás dueño de nada, y serás feliz. Porque ni siquiera de tus errores.

El nuevo hooligan

Desoladas están las múltiples barras bravas con la prohibición de tomar alcohol en prácticamente ninguna parte salvo en algunos lugares designados. Por motivos distintos, este sería el segundo mundial consecutivo en el que hooligans por lo general de países del norte de Europa no tienen la oportunidad de desencadenar caos y violencia en los alrededores de los estadios u otras partes de la ciudad donde jueguen sus respectivas selecciones.

En 2018 no se atestiguó con ímpetu la violencia y los disturbios futboleros porque al primer hincha montarse en un techo de carro cualquiera era bajado amablemente a macetazos por el OMÓN o cualquier otra fuerza no tan gentil del orden público, con muy poca tolerancia por las euroveleidades. En este, la ausencia de alcohol como que surte su efecto.

Pareciera que esto diera pie a ponerle atención a otros detalles y a emprender otro tipo de campañas, en particular contra el país anfitrión, sus normas islámicas, su prohibición de cualquier tipo de campaña LGBTQ y por la sombra de tantas muertes migrantes en el proceso de construcción de estadios y demás infraestructura mundialista, en un país que al ser nominado sede, no tenía.

Por prácticamente todos los flancos, desde la izquierda convencional al liberalismo woke a otras variaciones del mismo aburrido tipo actual y occidentaloide condenaban desde un Everest moral, un Aconcagua ético asombroso, sobre todo a días de comenzar el evento, una tragedia humana que tiene casi una década de estar ocurriendo, prácticamente desde que en 2010 Qatar ganó la nominación.

Al comenzar el certamen dicha condena pasó en el mejor de los casos a un segundísimo plano y ahora la indignación "global" ("comunidad internacional" tal vez le quede mejor) se enfocaba en la prohibición de emblasonar cualquier referencia, simbología, bandera o conducta que hiciera contacto con el catecismo LGBTQ, en su versión sanitizada y establishmentaria.

Ahí vimos a la selección alemana (ahora eliminada) en su debut con toda su formación tapándose la boca en denuncia por la prohibición, basada en las costumbres de la antidemocrática Qatar… un día antes de que Alemania firmara un contrato gasífero milmillonario con la monarquía qatarí.

Unos cuantos días atrás, ante las cámaras cuando Portugal y Uruguay se medían, apareció Mario Ferri, el hombre síntesis del apoyo al sea lo que sea que en este momento el "occidente colectivo" considere moralmente condenable o defendible saltando al campo con una bandera gay, una franela de superman con el mensaje (nazi) del "salve Ucrania" y demandando respeto a las mujeres iraníes, todas las prepotencias y pretensiones en una. Tras ser gentilmente detenido, fue liberado a la brevedad sin que por ello se rompiera la burbuja de donde proviene y habita.

Motivos para denunciar a Qatar pueden encontrarse infinidades, desde su papel instrumental en el nacionalicidio libio y su papel instrumental en el intento de cambio de régimen en Siria, sin embargo, todo es y debe quedar en la superficie: más aún cuando el rol de la monarquía del golfo estaba subordinado a los países que con más ruido denuncian a la propia Qatar, mientras le venden armas. Seguramente en la base militar estadounidense de Al Udeid, la más grande en el mundo árabe, aplaudieron a Ferri a rabiar. 

A falta de gandules borrachos arruinando la propiedad pública y privada, los liberales totalitarios, operadores del nuevo consenso ideológico de una fracción mínima del mundo, que supone que debe imponerse sobre el resto del planeta como una vocería global, son, a no dudarlo, los nuevos hooligans.

El ángulo positivo

No todo es estetización de la política a troche y moche, que era, según decía Walter Benjamin, recurso del fascismo. Y no todo es una nota amarga o estúpida del deprimente estado del mundo, al menos en sus límites bien marcados, en ese extraño "tiempo sagrado" del fútbol que se opone a la profanidad de la vida sin sentido de todos los días cuando no hay mundial.

Las particularidades y peculiaridades de esta última jornada en un país árabe y musulmán también traen otros fenómenos que definitivamente ninguna autoridad, local o global, puede controlar respecto a lo que cierto público expresa.

Y es que, de hecho, tal vez sea algo cercano a lo impensable dentro del registro audiovisual, habitualmente frívolo y hasta cierto punto manejable, de las televisoras atontadoras con la atontada fanaticada en general, porque nunca antes en un evento con esta dimensión de convocatoria global, que uno recuerde, Palestina haya tenido un lugar tan central. 

A diferencia de los países que suscribieron acuerdos de normalización de relaciones con Israel en 2020 (Emiratos, Sudán, Bahréin y Marruecos) o los ya pre-existentes con Egipto y Jordania, Qatar no ha suscrito dicha normalización y apoya, a su manera en función de sus intereses, pero lo hace, a la causa Palestina y sus derechos.

Ha sido viralizado cómo uno tras otro de los reporteros de televisoras israelíes, que tuvieron permiso, bajo un acuerdo FIFA, de asistir y cubrir los eventos mundialistas el rechazo o las distintas negativas a decir algo ante sus cámaras que no sea a favor de Palestina. También otro activista, este no con el desorden ideológico del momento, se lanzó a la cancha con la bandera en el Francia-Túnez. Bandera que la selección marroquí ondeó al clasificar a los octavos de final. 

Todo esto, por muchas razones en contra y con pocas a favor, donde la locación geográfica sí tiene mucho que ver, tal vez en cualquier otro lugar del planeta donde haya mejor control de la codificación occidental y lo políticamente correcto de ídem sería absolutamente impensable.

Así que, más allá de la probable inconsecuencia, y en un mundial raro por todos los costados, que esta sea una constante es, al menos, un placer simbólico. Sobre todo cuando la costumbre de vender la normalidad como si también eso a partir de ahora esté condicionado por su propio VAR, o más que eso, por la cabina en donde llega la señal tanto de las cámaras como de los infinitos sensores que le terminan de quitar la esencia de juego al juego.

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