Vie. 11 Octubre 2024 Actualizado ayer a las 4:30 pm

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Paz y guerra es una misma moneda (Foto: El Cayapo)

¡Humanismo y dios rajen cráneos por siempre!

La guerra solo sería un medio en vista de la paz, como lo es el trabajo en vista del ocio y la acción en vista del pensamiento, la guerra es tan natural en la sociedad humana como la paz, ya que también es legítima la esclavitud en la naturaleza para mantener la jerarquía de lo mejor sobre lo peor, el orden social.

Aristóteles

Desde que Aquiles arrastró el cadáver de Héctor como a un perro en la ardiente arena, la guerra no ha variado, sigue tan nueva como entonces. Los humanos dueños, los exquisitos dueños, los divinos dueños, tienen claro el valor de uso y de cambio que para ellos tiene la guerra. A ningún humano se le ocurrirá que esta deba desaparecer, porque entonces de ocurrir, ¿cómo ellos podrían vivir en paz sin el botín?

Más allá de la ficción, ni de los perros, cochinos, tigres, culebras, elefantes, bachacos o cualquier otro animal o árbol se tiene memoria de que hayan iniciado una guerra contra cualquier otro ser vivo, mucho menos que eso lo hayan convertido en sistema, en modo de vida. Solamente esa élite que se llama a sí misma humana ha registrado, documentado, sistematizado, repotenciado y convertido en empresa privadamente lucrativa a la guerra, exhibiendo con orgullo tamaña atrocidad sostenida en el tiempo.

Que se sepa, el humano es el único animal transformado que mata por gusto y lo justifica. Para iniciar una guerra, inventa cualquier excusa, ya sea Guerra Fría, civil, de la frontera, contra el terrorismo, sexual, absoluta, asimétrica, biológica o bacteriológica, comercial, convencional, no convencional, de agresión, de baja intensidad, de cuarta generación, de desgaste, de guerrillas, de la información, preventiva, psicológica, loca, loquísima, electrónica, en redes, financiera, híbrida, irrestricta, justa, injusta, mundial, nacional, local, de calle, de callejón, de vereda, de pandilla, de precios, nuclear, química, relámpago, lenta, suave, santa, divina, impura, hereje, subsidiaria, proxy, por poderes (todas), sucia, limpia, poética, artística y la que a ustedes se les ocurra, hay para todos.

Pero todas tienen el mismo objetivo: saquear, robar, obtener botín; el crimen es solo un daño colateral. Los humanos están tan viciados en el robo que no se percatan de la tumba que construyen para ellos mismos como concepto.

Llanto y felicidad

La guerra es divina en la gloria misteriosa que le rodea y en el atractivo no menos explicable que nos lleva hacia ella. La guerra es divina por la manera como se produce independientemente de la voluntad de los que luchan. La guerra es divina en sus resultados que escapan absolutamente a la razón.

Joseph de Maistre

Siendo Puerto Rico colonia de Estados Unidos, el músico puertorriqueño Pedro Flores compuso la canción "Despedida". Los jóvenes de Puerto Rico eran obligados a ir a la guerra para defender los intereses de las élites del imperio. En 1941, la interpretó uno de estos jóvenes soldados puertorriqueños: Daniel Santos. Esta canción, una vez comienza la guerra, la prohíben en Estados Unidos y Puerto Rico porque las madres sufrían mucho al escucharla y se convirtió en una propaganda contra las intenciones estadounidenses. Daniel Santos fue perseguido y hostigado por el FBI.

Como ésta, miles y miles de canciones se suman al arte y la literatura que plasmaron la rutina cotidiana de la guerra, unos a favor, otros en contra, y son millones y millones los que han muerto como dijera el poeta Aquiles Nazoa: "Al servicio de tal y cual cosa, los principios y tal, y las instituciones y tal, y el legado de yo no sé quién, y bueno, caballo, todas esas lavativas que tú sabes que uno defiende".

Terminada la segunda guerra inter-capitalista por el reparto del planeta, 68 millones de muertos después, Estados Unidos, aunque no ganó la guerra, salió ganancioso, se quedó con Japón, Europa y por supuesto con Puerto Rico. Su felicidad fue inmensa, mientras aún resuena el llanto de las madres y el lamento del soldado en todo el planeta porque la guerra aún no termina. De hecho, 1 billón 509 mil millones de dólares es el presupuesto actual (2022) para la guerra en el mundo, si lo dividimos entre el presupuesto actual de Venezuela (7 mil 797 millones 431 mil 850,75) nos daría la bicoca de 193 años de presupuesto, y si lo dividimos por el presupuesto de guerra para Estados Unidos, nos daría 103 años. Y aquí estamos hablando del presupuesto público, no lo que se gasta en terrorismo y partidas secretas.

La guerra nuestra de cada día

La guerra es bella, buena, santa y fecunda; crea la moralidad de los pueblos y es indispensable para el mantenimiento de su salud moral. Es en la guerra donde el Estado se acerca más a su ideal porque es entonces cuando la vida y los bienes de los ciudadanos están más estrechamente subordinados a la conservación de la entidad común.

G.W.F. Hegel

La guerra, esa gelatinosa expresión que toda la vida nos habita como la muerte, la guerra, la guerra, esa palabra que se diluye en nuestros cerebros como un suspiro dulce. Siempre que se nos habla de la guerra es sobre una posibilidad terrorífica futura, un acabose, una deflagración que arrasará con todo, que esta guerra será nuclear, bacteriológica, química, física y matemática, que será la peor de todas las ocurridas anteriormente, que ahora sí es verdad que esta especie acabará con todo y planeta, que esa es nuestra fatalidad, que somos violentos por naturaleza, que jamás podremos cambiar nuestro destino, porque somos buscapeos, que nuestro sino es guerrear hasta el final de los tiempos, a veces un castigo de dios o un don divino y así lo dispuso, que viene de la naturaleza, los genes y cuanta vaina imaginemos; que es buena y mala, moral e inmoral, ética y antiética, justa e injusta, criminal y salvadora, virtuosa y desvergonzada.

A la guerra le han cantado a favor y en contra los poetas, la han dramatizado los actores, la eternizaron los escultores en plazas, calles y monumentos grandiosos como para que nadie la olvide nunca jamás. De ella los héroes, los mártires y los sacrificados, de ella las masacres, los masacrados, las violadas, los torturados, los envenenados, los degollados, los quemados vivos, los carnes de cañón, la especie empobrecida, combustible fundamental de la guerra. La guerra que mueve todas las fábricas e industrias, los deportes y las artes, los conocimientos, las escuelas y universidades, la información y la desinformación, las religiones opiáceas, las magias, las ciencias.

Si la guerra, la que viste y desviste al sexo, la que uniforma, la que piensa, la que enamora, la que fanatiza, ideologiza, la que genera odios, pánico, la que idiotiza, la que muta en política, la que en salud, comida, siembra, todo tiene su lógica. Todos los lenguajes del mundo están habitados por las necesidades de la guerra, competir, combatir, atacar, disciplinar, formar, ordenar, avanzar, enfrentar, superar, tomar, ocupar, conquistar, someter, invadir, alinear son algunas de las muchas expresiones usadas en todos los haceres cotidianos de la cultura capitalista sin que nos preocupemos en cuestionarlos. Si nos preocupáramos un poco en un ejercicio, agregaríamos muchos otros vocablos y comprenderíamos mejor de lo que hablamos.

La guerra, la guerra. Para ella las plazas y las avenidas, para ella los mares y los ríos, las montañas, valles y sabanas, para ella la gente y la vida entera, para ella las bibliotecas y los museos, los ateneos y las condecoraciones, los reconocimientos y los premios, para ella los versos y las loas, las tarimas y los aplausos, para ella los alimentos y el conocimiento. No hay nada en la organización de la cultura capitalista que no esté atravesada por la guerra, que no sea y pertenezca a la guerra, sus religiones, su aparato escolar, su maquinaria de salud, su arte, su deporte, su comida, todo, absolutamente todo, es una antesala de la guerra, un servicio de la guerra, un hijo de la guerra.

Las construcciones, la arquitectura de la guerra: urbanizaciones, escuelas, cuarteles, manicomios, cárceles, cementerios, todas imitaciones de las fábricas, perdón, de la organización de la guerra en la cultura capitalista. También lo conseguimos en el transporte, en la siembra masiva o monocultivo, en la pesca industrial, en todo está la guerra. Todo lo que ocurre es la guerra, no hay nada que nos ocurra: dormir, cagar, mear, comer, saludar, cantar, pintar, tirar, todo, absolutamente todo lo que hagamos, tiene que ver con la guerra, y nadie habla de eso como un problema que se debe resolver, sino que los interesados en su existencia lo convierten en un dilema vaporoso, diluido entre la poesía y la tragedia.

Pero donde la guerra es nuestra arepa de cada día es en la fábrica, el perfecto cuartel en donde diariamente los dueños rescatan el botín llamado plusvalía, donde millones de mujeres y hombres, esclavos, soldados, somos exprimidos, heridos y dados de baja. Cotidianamente, las fábricas son las mayores productoras de muertos que jamás guerra tradicional alguna haya producido, ni siquiera las 18 mil cruentas guerras en la historia de la tragedia ha producido la cantidad de muertos, heridos, discapacitados y dados de baja como lo ha hecho la fábrica, pero quién se puede quejar de tan jugoso negocio si todos lo queremos.

A pesar y por encima del terror y la cagazón que nos genera la propaganda sobre la guerra, a la especie, mayoritariamente hablando, no se nos ha ocurrido pensar a la guerra como una cotidianidad, la realidad que nos raya el ojo, plato de comida en todos los santos o diabólicos días, religión y ciencia que nos guía entre sus trincheras, morral que nos acompaña a la escuela, al trabajo, al arte, al deporte, a la reproducción y a la tumba. ¿Cómo es que nadie habla de la guerra y sus intríngulis si con ella nos acostamos y levantamos como única deidad verdadera? Está claro que a los empresarios, altos estamentos militares, intelectuales, políticos, profesionales, historiadores, antropólogos, periodistas, o mejor dicho mentirosos sociales, y cuanto bicho de uña viva de la guerra, les importa un carajo la tragedia que para nosotros los pobres representa, a ninguno se les ocurrirá hurgar en esa purulenta llaga que se alimenta diariamente de la vida, en tanto ellos viven carroñando.

La guerra no beneficia a nadie

La fuerza es la base del derecho y el derecho sin la fuerza es una utopía.

Rudolf von Ihering

Por los medios de información de los dueños, los intelectuales y profesionales al servicio de los señores de la guerra se desgañitan diciendo que la guerra no beneficia a nadie, con la guerra todos perdemos, nadie gana. Pero, ¿por qué se promueven guerras una y otra vez, si no interesan a nadie? ¿Cómo que no favorece a nadie? ¿Y los tipos que venden las armas? Lockheed Martin, Boeing, Northrop Grumman, Raytheon, BAE Systems y EADS, la European Aeronautic, Defense and Space Company, British Aerospace, Daimler-Chrysler Aerospace, Dasa y CASA Finmeccanica, Alenia Aeronautics, Siemens, Westin house, General Motors, Ford, General Electric, todas las petroleras, los que venden energía, carro, hierro, casa, drogas, los grandes especuladores financieros, la gran industria, los grandes laboratorios, los emporios mediáticos, a todos esos carajos los beneficia la guerra.

Entonces, ¿cómo es que nos van a decir que la guerra no beneficia a nadie? Por supuesto que beneficia y en grande, si no, no existiría el capitalismo al punto de que hoy todos los dueños están apostando a la guerra como su única salida ante la gran crisis que presentan.

Las guerras tenemos que verlas desde el punto de vista económico, las guerras no son un hecho natural, no tienen razones ideológicas, religiosas, de raza, credo, color, frontera, género, sexo, feo o bonito. Por ninguna de esas condiciones se hace una guerra, esas son las justificaciones ideológicas con las que se fanatizan a las clases medias y a los depauperados para llevarlos engringolados y amarrados a los mataderos de las conflagraciones, millones de seres morirán en esta nueva carnicería sin siquiera saberlo.

Las guerras, repetimos, se hacen por razones económicas, para quitarle el territorio al otro, para quitarle la fábrica, la comida, el agua, para quitarle el recurso que tenga, sea gente, materia prima o cualquier otro animal que le sirva para la acumulación de riquezas, o para defender lo que se tiene. Para eso es que se hace una guerra, no se hace para otra cosa. A las guerras las mueve el interés económico de quien las promueve, pendejo es el que cree que no.

Bueno, aclarado el punto, entremos en materia. Esta guerra que está en progreso no es la batalla de Ucrania contra Rusia, ni comenzó en Afganistán, Libia, Irak, Irán, Siria, Haití, Yemen, Sudán, ni el bloqueo ni las sanciones contra Cuba, Nicaragua, Venezuela, China, Rusia, Irán, ni por la bota impuesta a muchos países por el capitalismo. No, no señor, esta guerra viene de muchísimo más atrás y se volvió cotidiana en el cuerpo colectivo, pero por primera vez es mundial, porque como ya se ha dicho, los imperios desaparecen cuando ya no existen fronteras y el enemigo queda dentro.

No es para nadie un secreto que después de la segunda guerra capitalista, el capitalismo como imperio se expandió y copó a todo el planeta, por tanto el enemigo es el capitalismo mismo, y hoy, producto del intento de reacomodo, ha estallado la guerra como nos gusta verla morbosamente en las películas, y tiene en los últimos años no solo el carácter de lucha entre los capitalistas por el control del sistema, sino que además tiene el carácter de clase, porque instintivamente a partir de la gran rendija que abre el capitalismo en reacomodo, los pueblos perciben que está en peligro su existencia y por tanto salen a las calles a luchar por la mera subsistencia, porque aún los pobres no entendemos que la solución al problema no es estar tratando de sobrevivir con mejores salarios sino de deshacernos del capitalismo y sustituirlo por otro modo de producción que genere otra cultura donde colectivamente la gente trabaje para sí misma, resolviendo definitivamente el problema del hambre, el miedo y la ignorancia que habita en esta especie y que es usado como mecanismo por las élites para mantenernos esclavos.

De ahí que el planeta entero esté convulsionado, no sólo en los campos de batalla antes mencionados, sino en las calles de cada ciudad capitalista donde a diario se generan marchas y manifestaciones exigiendo mejores condiciones de vida, pero con la apertura de esta rendija también se pudiera colar una idea de un mundo distinto que no esté en los planes de ninguna fracción capitalista en pugna por el reparto de la vida, que si bien ellos hablan de un mundo distinto multipolar y tal, hablan dentro del marco del capitalismo: que si un capitalismo equitativo, que se repartan riquezas, que la gente cobre su buen salario, que estudien, que vayan a las escuelas, que vayan a las universidades, todo el mundo feliz, justicia social; pero dentro del capitalismo todo es triturado y convertido en riqueza para los dueños, el capitalismo se traga hasta las ilusiones y esperanzas de la especie esclavizada y luego se las vomita en cajitas felices de magdonal.

Por otro lado, tampoco las ideologías comunistas, anarquistas, socialistas o utopistas tienen nada que aportar que no sea la esperanza, la quimera religiosa de profecías humanistas, solo cumplidas para los dueños, de que cuando exista el reino de la igualdad, la fraternidad y la libertad todos seremos felices para siempre con el reparto equitativo de las riquezas, como si eso ya no fuera una naturalidad en los capitalistas. Acaso la gran arrechera de María Corina Machado no consiste precisamente en que ha perdido su libertad ejercida y practicada contra nosotros, ella sí sabe lo que es ser libre, porque desde que nació lo ha practicado; pero los ilusos luchadores sociales de cualquier ideología viven rogándole lastimeramente a la ONU, OEA y todos los organismos al servicio del capitalismo que nos ayuden a salir de abajo y bla, bla, bla. Ellos no tienen un plan distinto al plan capitalista, incluso podemos hablar de mucho socialismo y comunismo, pero si estamos hablando de inversiones, de que crezcan las fábricas, de carreteras, autopistas, escuelas, universidades, de progreso, de crecimiento, de desarrollo, sin tocar su esencia, su origen, a quién beneficia, sin conocer su verdadera razón de ser, estamos hablando de capitalismo, no estamos pensando en experimentar otra manera de sembrar, de construir casas, criar hijos, en generar otro modo de producir, adquirir y transmitir conocimientos, otra forma de viajar, de hacer arte fuera de la carencia. Solo estamos repitiendo el capitalismo.

Necesitamos, para crear lo distinto, el riesgo audaz que impone el pensamiento radical. Eso de andar buscando en lo que pudo ser desde el pasado, bien sirve para el plato de comida en medio de la guerra. Que si la ecología, el folclor, el arte sano, la canción condenatoria y quejumbrosa contra la guerra, el viejito de la clase, el jardincito y la matica de tomate en el balcón, el poema de la carencia, pero no para sustituir el sistema de la guerra que nos ha convertido en basurero del pasado y en salvadores de esas partes que ya no tienen sentido vital en el presente, como no sea para mantener, como ya dijimos, el plato de comida de quien realiza la tarea.

Para los que viven de la guerra no hay otra opción, para los propagandistas en contra que también viven de ella no hay otra opción, y la mayoría de la especie que sufre la guerra la entiende natural, cree que es así como debemos vivir, y que lo que hay que hacer es tratar de medio acomodarse para ver que aprovechamos. Nosotros los venezolanos no le prestamos mucha atención al tema de la guerra porque pareciera que no nos afecta, ignoramos que la fábrica, el salario, el plato de comida, nuestra modorra o sacrificio, ser adeco o copeyano, PJ, VB, JB, chavista, comunista, no son hechos inocentes, son la guerra y su producto a la vez en cada cuerpo nuestro.

Toda la guerra la hemos sobrevivido como especie empobrecida, es nuestra mejor profesión como pobres, pero ahora que el capitalismo está en su reacomodo y su rendija es planetaria, es un crimen como especie que sigamos sobreviviendo a la guerra. No podemos quedarnos estancados en lo existente, es decir, el capitalismo, por temor a que la guerra nos arrase. Ya la guerra nos arrasó hace miles de años y nos mantiene cautivos en la ilusión, en la esperanza, en la utopía de que algún día seremos felices, hasta que los que llegan a viejo se resignan y se echan la culpa de la tragedia sufrida, haciéndonos creer a las nuevas generaciones de esclavos que es natural ir a la fábrica, a la escuela, a la iglesia. Y así continuar con el círculo vicioso de la guerra.

Debemos explicarnos cómo aprovechar la rendija para sustituir lo existente, y no andar asustándonos unos a los otros con el Silbón de la guerra, porque eso es paralizar el pensamiento, la capacidad de resolver el problema. La especie ha reaccionado ante los retos cuando se ve obligada, cuando se le presiona sale adelante, vale más a tiempo un coñasito que un pobrecito nos vamos a morir. La guerra-humanismo no es natural y puede sustituirse por otro modo de vivir.

Desde que los europeos nos invadieron y nos convirtieron en mina, hemos vivido en guerra. Los políticos, los empresarios, los intelectuales no quieren explicarnos el por qué, ya que viven de la guerra; todos nosotros los pobres debemos explicarnos a nosotros mismos por qué vivimos en guerra, quién nos exige vivir en guerra, por qué tenemos 500 años en guerra. Eso hay que decirlo, analizarlo y convertirlo en conocimiento para tomar decisiones distintas a las que nos han obligado a tomar.

Con el reacomodo del capitalismo a partir de los años 1970, en Venezuela se empezó a arreciar la guerra. Los intereses de un sector del capitalismo en lo inmediato requieren la eliminación de los Estados-nación para de esta manera poder gobernar por vía de lo que ellos llaman el "caos controlado", por tanto requieren que el planeta entero se vuelva una sola guerra civil y ellos desde sus centros de poder continuar robando a su antojo. En el caso venezolano, ellos lo prepararon todo, y comenzó con una gran campaña de desprestigio, primero de la política y las organizaciones de izquierda, luego contra la política en general y los políticos de todo pelaje, derecha, izquierda, centro y todo bicho de uña que rapiñe.

Con esta campaña contra la corrupción, el despilfarro y la mala administración ablandaron muchas tuercas y comenzaron el proceso de la descentralización, pero eso no bastaba porque si bien habían desprestigiado una parte importante del Estado con el relato de la corrupción, y que la política ni el sindicalismo ni las organizaciones barriales sirven, necesitaban desacreditar a tres grandes instituciones de mucho arraigo: ellas son el pueblo, el ejército y la majestad de la Presidencia de la República, y es cuando aparecen los hechos de 1989.

Primero se enamora al pueblo para que saquee, luego se le tira el ejército encima para que lo masacre y, por mampuesto, le dan el coñazo a la Presidencia por corrupción, en medio de todas las confusiones que la puesta en escena genera. Tres pájaros con una misma piedra: al pueblo se le convierte en saqueador, bandolero, ladrón, robaperro; al ejército en asesino y al Presidente de la República, de ser coronado, en menos de un mes se le convierte en un vulgar ladrón de pacotilla. No es que una gran parte de ese relato no fuera cierto, pero ya no le servía a los intereses de los dueños.

Ya toda la mesa estaba servida para la guerra civil, el poder político no tenía rumbo y cada uno quería su pedazo del pastel, pero ocurrió una imponderable, inesperada sorpresa el 4 de febrero de 1992, y en adelante la guerra civil se suspendió hasta nuevo aviso. Ya todos conocemos lo que ha sucedido, cuánto han hecho los dueños para desbaratar sus resultados, pero hasta los momentos no han podido y la guerra civil seguirá en suspenso en este territorio aún bloqueado, con sanciones y bajo asedio.

El objetivo de los tipos es desbaratar los Estados-nación para apropiarse de sus recursos sin que tengan que pagarle a nadie impuestos. Con una guerra civil en un país, hay varios bandos y cada uno se apropia de los recursos que estén bajo el dominio de sus armas y los vendedores de armas puedan hacer lo que les dé la gana con ese país. Por ejemplo, los carajos se agarraron una parte de Siria que es donde está el petróleo e instalaron todas sus bases terroristas, y los Estados Unidos están robándose todo el petróleo sirio. Esa es la intencionalidad del capitalismo híper-desarrollado, especulativo financiero, ya en estado de parasitismo. A eso se llama el "caos controlado".

También invadieron Libia sin ninguna razón lógica, política, ideológica. La destruyeron y ahí le están robando el petróleo, y ese Estado destruido está dividido en muchos pedazos. Otro de los objetivos es terminar de destruir Europa. Europa está quebrada, arruinada; Japón está quebrado; Estados Unidos está quebrado, arruinado; Nueva Zelanda, Australia y muchos de sus satélites Perú, Ecuador, Argentina, Chile y cualquier otro país están jodidos, ellos no necesitan esos Estados, ellos necesitan es dónde están los recursos en esos territorios para sacar plata, que la mano de obra sea muy barata y los recursos sean muy baratos para poder reactivar el aparato de producción capitalista y controlarlo a su antojo.

Hay otro sector capitalista donde están China y Rusia como principales exponentes, que desde el Estado-nación defiende la idea de seguir siendo capitalista en el ganar, ganar todos los dueños, con la Iniciativa de la Franja y la Ruta y la multipolaridad en las decisiones políticas y económicas. Esta guerra por el control del planeta se resolverá entre estos dos polos poderosos. La pregunta no es a qué lado nos afiliamos porque ya lo estamos en tanto la guerra es la que controla al planeta, el dilema a resolver es si aprovecharemos la gran rendija abierta para conversar como sustituimos el sistema de la guerra por otro modo de producción que genere otra cultura.

En este sentido vamos a estudiar la guerra, para poder comprender y ver qué podemos hacer nosotros para sustituir la guerra. Los venezolanos tenemos que aprender a estar dentro de la guerra, actuar, dormir, soñar dentro de la guerra, porque no hay otra cosa que la guerra. ¿Qué comeremos, qué estudiaremos? Guerra para dar alternativas, salidas, porque eso nos pone a pensar, pero si estamos deprimidos esperando, terminamos pensando que el gobierno es coño 'e madre y consumimos información droga, y seremos los pendejos que salen todos los días a la calle y el que se lo consiga es de él. No podemos andar a cómetelo bicho, estamos en guerra, no podemos estar en que jadré, que jadré, como el cuento del flojo. Qué hará el gobierno: irá a aumentar los precios, la comida se pondrá más cara, o el alquiler, llegará el CLAP.

No, no, no. Tenemos que tener claridad, porque la guerra es contra nosotros los pobres. Si nosotros no estudiamos la guerra, no podemos entender la importancia que tiene el gobierno para nosotros, y podemos terminar al lado del enemigo equivocadamente por no estudiar, por no ver, por no analizar, por no practicar. Entonces, mientras le estemos diciendo a la gente que la guerra es mala, que la guerra no favorece a nadie, que la guerra nos afecta a todos, estamos jodidos, porque la guerra no nos afecta a todos: la guerra afecta a los pobres, a los pelabola, la guerra no arruina ni mata ricos: nos mata y nos arruina a los pobres.

Entonces, todas esas pendejadas de "no a la guerra, sí a la paz" es no comprender que hay una rendija abierta, y si sabemos usarla, si actuamos despiertos, pensando, podemos sustituir al capitalismo; si estamos adormecidos, estamos jodidos. Nosotros los pobres tenemos que asumir políticamente la guerra, los pobres estamos obligados, porque si no vamos a seguir jodidos, y más aún condenando para siempre al futuro.

La paz es el tiempo de disfrute del botín, la guerra es el tiempo de la obtención del botín. Paz y guerra es una misma moneda, y no puede ser una contradicción para nosotros los pobres. Tenemos que diseñar un mundo donde ni paz ni guerra existan literal y filosóficamente, que esos términos desaparezcan de la realidad y del vocabulario incluso, porque todo eso es manipulación: manipulan con la paz, con la guerra, con lo feo, con el malo, con el bueno, el haz bien y no mire a quién. Esas bolserías, no, la guerra está ahí. Hay unos que viven de ella y otros que la sufren. Si llegamos a esa conclusión de que ellos nunca van a suspender la guerra contra nosotros, entonces es mejor prepararnos para sustituirla.

Si no estamos dispuestos, entonces no nos quejemos, y ¡qué viva dios y el humanismo, y rajen cráneos por siempre!

— Somos un grupo de investigadores independientes dedicados a analizar el proceso de guerra contra Venezuela y sus implicaciones globales. Desde el principio nuestro contenido ha sido de libre uso. Dependemos de donaciones y colaboraciones para sostener este proyecto, si deseas contribuir con Misión Verdad puedes hacerlo aquí<