La historia no se estudia solo para saber si vencieron los patriotas, los invasores, los conquistadores, los apátridas, los buenos, los malos, los religiosos o los ateos, los comunistas o los capitalistas, o para discernir los supuestos hechos que se narran, sus aburridas fechas, lugares, estadísticas, o las deslumbrantes y mágicas batallas, dirigidas por seres sobredotados, con los que se hace literatura y cine, sino para desentrañar el juicio amañado que favorece a los dueños vencedores, enseñándoles cómo mantener el poder sobre nosotros en el futuro.
Los esclavos en contradicción debemos estudiar la historia para entender dónde se afincó por primera vez la razón de la esclavitud que aun hoy nos condena y mantiene atados a la explotación, mientras las poderosas élites ejercen como dueñas del modo de producción.
En la actualidad recrudece la campaña contra el gobierno y sus representantes, de nuevo renace la narrativa sobre el inventado Cartel de los soles asociada con los carteles mexicanos y el Tren de Aragua, de nuevo aumenta la vaquera de se busca vivo o muerto el presidente Maduro, y suben la tarifa a cincuenta millones.
Internacionalmente se sostiene una campaña contra el gobierno acusándolo de todos los delitos habidos y por haber, no existe institución mundial que no se haya hecho cómplice de esas acusaciones, aunque no se haya podido probar que esos informes amañados sean reales, por el simple hecho de que son inventados y no pueden ser contrastados con la realidad.
Pero mienten consuetudinariamente para abultar el falso expediente y así justificar sus crímenes ya que, en el supuesto de que el gobierno perdiera la guerra contra el capitalismo imperial mundial, todos esos expedientes se volverían reales, por efecto de los medios de información y la complicidad de las instituciones burocráticas mundiales, pagadas por el imperio capitalista. Eso es lo que realmente ha hecho el tinglado de la historia con los sucesos ocurridos en el pasado.
La historia la debemos estudiar los esclavos en contradicción porque en ella existen claves que nos pueden ubicar realmente en la realidad pasada, claves que se cuelan en las líneas de quienes escriben o codifican los hechos reales, quienes obedeciendo a sus amos describen los hechos según la conveniencia de los señores que pagan o chantajean y rara vez dejan colar crónicas que nos permitan ver los sucesos como realmente ocurrieron. Por lo general en ella se rememoran gestas que jamás acontecieron, se maquillan los sucesos, a los actores los mueven de lugar y fechas, introducen protagonistas que nunca participaron, o cambian conducta de sujetos en las acciones, al cobarde lo vuelven héroe y a los héroes cobardes, colocan cantidades de gente y pertrechos de un lado y de otro a conveniencia y beneficio del dueño que vence pero, por encima de todas las cosas, la historia debemos estudiarla a fondo para descubrir que los esclavos solo hemos participado en los acontecimientos como carne de cañón, en interés de los dueños, nunca con interés propio. Ese juicio arreglado narra hechos supuestos o no, sobre los intereses de los dueños y, fundamentalmente, de los vencedores.
Como bien se sabe, los esclavos en el largo trajinar de la especie no hemos tenido intereses propios, por tanto no hemos sido una clase para sí misma, aunque seamos una clase en sí. Jamás los sucesos contados obedecieron al interés de los esclavos, nunca existió la tal lucha de clases, siempre fue la confrontación de los dueños por el poder.
Hoy, tal vez, los esclavos en contradicción podamos entender las claves que nos propuso Chávez y entonces logremos convertirnos en una clase para sí, capaz de entender la necesidad de desaparecer para eliminar por siempre la pugna por el poder. La historia hasta ahora conocida es el expediente preparado para que el tribunal del futuro siempre decida contra la víctima inocente y le lave la cara a la ensangrentada riqueza, obtenida con atrocidades por el funesto criminal conocido con el remoquete de humano.
No hay mejor ejemplo para desentrañar el pasado que el presente, nosotros llevamos sometidos a esclavitud 533 años desde que el incipiente capitalismo iniciara en estas tierras su segunda acumulación de riqueza-muerte y convirtiera esta región en una más de sus minas en el mundo. De estos años, durante los últimos 33 se nos ha impuesto una guerra por las transnacionales del imperio capitalista, que hasta los momentos ha generado crímenes masivos sometiendo a la población a la escases de comida, la falta de medicinas e implementos de salud, a instigación psicológica, daño a la infraestructura estatal, asesinatos y terrorismo, y ha generado nerviosismos enfermizos y huidas compulsivas en importantes sectores de la población que, al no saber las causas de su situación, terminan culpando al gobierno de su tragedia. Crímenes propios de una cultura como la capitalista, de la cual no hemos salido aun.
Los actos militares, policiales y de inteligencia, llevados a cabo por el gobierno, tienen su justificación en la agresión habitual que mantiene el humano-capitalista con el apoyo de los vendepatria que nos asedian por todas las fronteras y desde dentro con la complicidad de académicos, empresarios y políticos pagados por los dueños de las grandes transnacionales, que hasta los momentos no han podido derrotar al gobierno.
Esos son los hechos en la realidad, no hay guerra civil, no hay represión masiva, el presidente no se desayuna con un niño todas las mañanas, las llamadas libertades rayan en el libertinaje, los actos terroristas antipatria se intentan con regularidad, solo que chocan con la acción del gobierno que los diluye y la gran mayoría de los propulsores está autoexiliada, enmaridada en el robo, el chantaje y la conspiración. Por otra parte los comunicadores sociales, pagados por el capitalismo mundial y sus agencias, gozan de buena salud, maldiciendo e inventando historias contra el gobierno porque este no se deja tumbar. El contubernio entre las bandas delincuenciales vinculadas con el narcotráfico, con tráfico de personas, con el terrorismo y con la política dirigida por el imperio humano-capitalista que busca tumbar al gobierno y crear el gran caos controlado en este territorio está a la orden del día y protegidas sus acciones por los llamados defensores de derechos humanos, influencers, comunicadores sociales, políticos de izquierdas y derechas, científicos, académicos, todos al servicio del gran capital transnacional.
La situación actual nos propone con urgencia crear mecanismos que narren los hechos tal y como han sucedido, por el simple hecho de que nosotros no tenemos interés en permanecer como clase dominante, por el contrario toda nuestra acción busca desaparecernos como tal clase y constituirnos como una especie fuera de la dicotomía esclavos-amos.
Trabajar la idea de crear un pensamiento auténtico, original, con raíz nacida de la sangre, de los huesos, de las vísceras de los cometúpiro y casabe que habitamos este territorio, tomando en cuenta los intereses que nos incumben, es la tarea más trascendental que gente alguna se haya planteado desde su condición de esclavos en contradicción en todo el planeta, aunque no lo sepamos o no lo queramos aceptar.
Para crear en este territorio lo no acontecido, lo nunca sucedido, debemos tener claro que el pensamiento impositivo nunca ha surgido desde una mina, en ella hay remedo de filósofos, imitadores, doctores en filosofía; urge saber que siempre hemos dependido de ideas extranjeras que sirven a intereses foráneos desde la invasión europea. Es sumamente importante comprender que no será nada fácil crear otro pensamiento desde el nosotros, por cuanto las ideas de fábricas, consumo, compraventa, democracia, libertad, propiedad privada, civilización-progreso y todo lo demás que forma parte del andamiaje de la cultura humanista están claveteadas en nuestros cerebros como un deber ser inviolable.
Los esclavos nacidos en las minas-territorios, invadidas por el capitalismo en todo el planeta, lo primero que debemos hacer es asumir el pasado como hecho truncado en estos territorios. Con la invasión de 1492 todo hecho cultural, sea modo de producción, tecnología, religión o arte, nos ha llegado a nosotros tamizado por el colador del invasor, siempre según sus intereses. Es por su método histórico, antropológico, sociológico, arqueológico, religioso, científico, que conocemos si los indígenas, los africanos y los demás esclavos traídos para ser explotados en estas tierras pensaban, reían, comían, tenían afecto o eran elementales personas, consideradas por el invasor como un animal más; o si por el contrario el invasor, en nombre de valorar su inexistente heroicidad ante la corona y los financistas, iglesia, banqueros, inventó el cuento de los esclavos superdotados, numerosos, con un largo historial de guerra.
La verdad más cercana es que los dueños europeos invadieron este territorio cuya gente nunca comprendió esa invasión, incluidos los términos de en nombre de la corona, dios o quien sea, me hago propietario de ustedes y estas tierras con todo lo demás que hay dentro, porque simple y llanamente el concepto propiedad no existía entre los pocos habitantes de estas tierras. Por tanto, eso no da como para que afirmemos que aquí había una cultural fuerte que tenía la propiedad como un deber ser sobre todo lo vivo.
Los caribes, por ejemplo, no hay ninguna evidencia de esa cultura como cultura poderosa, la cultura del guerrero más arrecho del planeta, de América, no hay evidencia de un solo cuartel, cuando los españoles llegaron. ¿Por qué eso no lo registraron si ya se escribía? Porque era mentira.
Pero detrás de esa mentira está el humillar, el someter a seres arrechísimos según la leyenda europea, incapaces de vencer al invasor, quien demostró su superioridad no solo tecnológica, intelectual y espiritualmente sino, sobre todo en su heroicidad, al vencer en el campo de batalla, donde se enfrentaban ochenta españoles contra dos mil indios triple guerreros, que los españoles vencían batalla tras batalla. Con este cuento bien aderezado el mandado estaba hecho en los dos lados del charco.
Todo eso fue un invento de los europeos; sobre esas bases se emitieron, se crearon, se inventaron las historias de los caribes, de los incas, de los aztecas, de los mayas, al punto que se cree como cierta la ficción del señor Mel Gibson cuando dijo que los mayas sacrificaban vírgenes y niños. Pero no hay ninguna evidencia de ese poder en ninguna de esas culturas, y no hay ninguna evidencia en culturas como la egipcia o culturas como los persas, o los chinos, o los árabes o los europeos, por nombrar algunas, donde un imperio haya sido tomado por 80 o 100 comandos, excepto en la literatura guerrera como el caso de la Ilíada y su mamotreto el caballo de Troya, que solo lo puede creer el pendejo lector embebido en sus fantasías. Y otros, como los que creyeron el cuento de que el emperador azteca y el inca fueron engañados por las habilidades diplomáticas de Hernán Cortés y Pizarro.
Pero de dónde coño sacaron lo de los emperadores y princesas indias, en este continente, acaso era una prolongación europea. Pero los salvadores de pobres se babean con que aquí había emperadores, a ellos no les importa que un emperador para serlo invada, saquee, robe, asesine, viole, esclavice, porque ese cuento de emperadores buenos y malos no existe sino en los cuentos de hadas y la historia pagada por los emperadores, para que les laven los crímenes.
Tal vez puede pasar como creíble, con sus dudas, la idea de que los espartanos como cultura exclusivamente guerrera asesinaban a los niños que consideraban defectuosos al nacer y los mandaban por un barranco, pero desde el punto de vista de la vida como hecho natural no se conoce ninguna cultura, excepto en la literatura de ficción, que sacrifique niños o vírgenes, por cuanto eso es atentar contra la continuidad de la vida, la memoria genética de la vida en todas las especies, es reproducirse y preservarse en las condiciones que sea, para dar continuidad a la vida. Pero Occidente, con su pensamiento humanista, se encargó de convertir en bárbaros, caníbales, salvajes, amarillos, monos, inferiores come niños a todo lo que no fuera humano-anglosajón-poderoso.
Nada nos indica que haya existido una cultura poderosa, aquí en estos territorios, no hay ningún escrito de los antiguos que lo afirme, o desmienta, porque incluso los descendientes terminaron avalando esos decires, esos mitos, como verdades incontrastables cuando estudiaron en las iglesias, universidades, escuelas y archivos que transmiten este conocimiento.
En cambio que los mitos que sostienen el poder, por muy inverosímiles que parezcan o sean a la luz del estudio hoy, todos tienen principio y fin, pasado, presente, futuro y una continuidad lineal que nos dice a todos esa es la verdad, el camino y la vida, esta es la lengua de dios porque en esta piedra se hicieron los diez mandamientos y en este papiro y en este libro y en esta biblia y en este Corán y en este Talmud, I chin se escribió, se hizo, se pintó, se grabó.
Pero esa gente que se avergüenza de haber nacido en estas tierras quiere inventar una historia para justificar su existencia encajada en mitos poderosos para sentirse de tú a tú con sus dueños extranjeros, a los que les sirven con admiración y babosidad porque no pueden entender que no éramos civilizaciones como las que nos han vendido los europeos, gente que no logra captar las dimensiones de las cosmovisiones de las culturas sino que supone que todo el mundo corresponde a ese pensamiento único de donde bebe su cerebro mal informado en los aparatos de información y transmisión de ideología donde estudian.
Gente que se tragó el cuento de que todo el mundo es igual, que nacimos de Adán y Eva, que toda la tierra es un solo paraíso donde lamentablemente nos habita el pecado, para ese pensamiento no hay clima, ni geografía, ni espacio, ni tiempo histórico o real, diferente, para esa gente todo es una tabla rasa, un estacionamiento y una autopista de mil ramales interconectados y un solo megáfono transmitiendo por un solo idioma, con un pater familias humano-anglosajón gobernándolo todo desde una misma casa, con una misma ropa, donde todos le pertenecemos felizmente, para siempre, al humanismo.
En cada cultura, desde los inicios de los tiempos de esta especie, el único universo que se sabe que existe es el cielo donde las personas observan desde sus reducidas miras las estrellas y hablamos de miles y miles de universos, tantos como caseríos existan. Pero hay gente que no puede comprender, desde la cosmovisión del avergonzado, la dimensión, el tamaño de esta tierra, desde Quiriquire hasta Alaska, y pretenden darle un nombre supuestamente antiguo como el Abya Ayala a una unidad geográfica como el continente americano, cuando hay gente en Venezuela que desconoce la existencia de pueblos de un estado a otro. Sería de tontos pensar que las personas de la época de 1400 podían tener noción de la existencia de otro territorio que no fuera su continuidad, mal se podía tener una unidad geográfica-política del continente en ninguna cultura porque, si así fuera, por ejemplo cómo es que los aztecas, los incas, los mayas, veintitrés años en que duraron los españoles en las islas, siendo los imperios que dicen que eran, no los pudieron detectar; cómo los caribes que, según las malas lenguas, viajaban del alto Orinoco hasta el golfo de México, no pudieron detectar a los españoles en ninguna parte, siendo supuestamente los caribes la cultura guerrera más arrecha, amos y señores de las aguas, las corrientes y las tierras por ellos conocidas. Pero no, los deshonrados necesitan equipararse a sus amos sin percatarse que se arrastran.
Es claro que necesitamos estudiar con suspicacia los hechos. Cuándo, por dónde, quiénes, con qué tecnología, religión y recursos nos invadieron. Qué modo de producción existía en estas tierras.
El poder nos enseñó que hay dos mitos: está el mito del poder, que nos lo enseñan en la escuela, y el mito de la izquierda, que genera el cuento de la resistencia. Lo interesante no es que los españoles los hayan construido y les sirviera de alguna manera para venderlos en Europa como posibilidades económicas, como también para avalar el supuesto heroísmo de los invasores y espantar sus cobardías y crímenes, sino que nosotros termináramos creyendo en esa mitología, sobre todo la que nos vendieron los salvadores de pobres, y empezamos a defender eso. Hay un libro de Galeano, por ejemplo, que habla de ochenta millones de indígenas destruidos por los europeos aquí en Suramérica, y nadie se ha preguntado cuál era el modo de producción existente para la época porque sabemos cuál era el existente en China y Europa que permitió acumular tanta gente en pequeñas ciudades, pero hasta ahora no hay vestigios de ningún modo de producción o actividad dinámica que obligara a la acumulación del gentío.
El mito de la heroicidad indígena validó el mito o la mentira de la heroicidad europea en estas tierras invadidas, porque no se trata de la cantidad de muertos ocurridos en la estadística para que sea un crimen atroz el cometido por los europeos, sino la condición en que las personas fueron asesinadas. No es lo mismo matar mil soldados ucranianos armados en batalla, a matar a cien indígenas desarmados. Es verdad, en ambos casos son muertos y deberían doler a la especie. Pero los indígenas muertos no tenían la misma capacidad de defensa de los mil soldados ucranianos.
No es lo mismo que alguien cuente en el botiquín, que asesinó y violó a una anciana y una niña que se defendieron feroz, heroicamente, a que se enfrentó a hombres armados en superioridad numérica y logró imponerse saliendo del lance con algunas heridas. En el primer caso es un criminal desalmado justificado en la defensa heroica de las asesinadas y violadas, y en el segundo un héroe en toda la línea. Este es el cuento que contaron los europeos para justificar su monstruoso crimen. En ambos casos quien gana es el invasor.
Una información que esgrimen los europeos para ocultar su crimen es que ellos nos trajeron religión, escritura, ciencia, idioma y civilización. Si es cierto que loS trajeron pero, ¿quién se los estaba pidiendo, quién los invitó a invadirnos e imponernos tales cosas, dónde está la carta de invitación, de vengan con urgencia a imponernos sus modos, usos y costumbres De ustedes, los ávidos y necesitados habitantes de estas tierras que por siempre les estaremos agradecidos.
Con el cuento de la resistencia se le dio veracidad al mito europeo. Al final ambos mitos terminan sirviéndole y legalizando al poder, nosotros no podemos hacernos ecos de esos mitos. Como los españoles no se hacen eco de que fueron derrotados por los bolivarianos en la guerra de independencia.
Con los nuevos conocimientos producidos por el capitalismo podemos reconstruir la narración de los hechos de manera honesta y a partir de allí andar y convivir con los demás. Porque la tragedia no necesita inventar mentiras ni construir ideologías para ser mostrada, su presencia en la historia es abrumadora, aun cuando siempre la han intentado esconder. Los esclavos no tenemos conocimiento ni interés para mostrar, más allá de decir: ¡Ay, me duele, no me des tan duro! Pero esos mitos hay que desmontarlos. No podemos ser auténticos si no partimos de la verdad.
Desde la llegada del europeo a estas tierras, la gente ha sido medida por la tabla rasa del humanismo, y por supuesto nadie calza esos zapatos culturales —y mire que lo hemos intentado—porque no cumplimos con los parámetros de la tabla humanista y en adelante los descendientes, aun cuando estudiemos en sus universidades, escuelas, nos sepamos los modales del manual de urbanidad de Carreño, nos graduemos de doctores en filosofía, tengamos museos, ateneos, casa de cultura, democracia, igualdad, libertad, fraternidad, progreso y produzcamos como capitalistas, jamás seremos catalogados, menos aun aceptados, como dueños del juego. Por ejemplo, la democracia no es variopinta sino como ellos dicen que es. Si hay un referéndum en Ucrania y la gente vota 98 por ciento por seguir siendo rusa, para la élite humana eso es dictadura; si en Venezuela la democracia es participativa y protagónica para ellos es dictadura. Si el imperio invade y masacra Libia, Irak, Siria, Palestina, Haití, Yemen y a medio mundo eso es democracia en progreso viva y activa.
Pensar es la única opción de los esclavos para dejar de serlo.